Название: Una universidad humanista
Автор: Milton Molano Camargo
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
Серия: Pensamiento Lasallista
isbn: 9789588844008
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Desde el punto de vista de la organización, el sentido de tal gestión responde a la consideración de que la identidad y el sentido de pertenencia son ingredientes de la calidad de lo que pretende y hace la organización, por consiguiente, a una política de promoción, de seguimiento y evaluación permanente de estas dos dimensiones. Tal política ha de tener claves como las siguientes:{2}
1. Claridad y congruencia en cuanto a la filosofía o marco doctrinal o institucional.
2. Exigencia explícita, en la misión institucional, de que los enunciados teóricos se traduzcan en valores, actitudes y prácticas específicas.
3. Atención a las personas, como base para la atención de sus funciones y tareas (en una institución educativa, por sobre todo, esto tiene que traducirse en un ambiente personalizador y en un clima socioafectivo congruente).
4. Promoción de comportamientos y prácticas acordes con los principios y valores institucionales.
5. Comunicación efectiva en todas las direcciones (horizontal, ascendente, descendente, transversal, hacia afuera de la organización).
6. Compromiso de todos con tal marco filosófico o institucional.
Para lograr este último compromiso se conviene replicar la respuesta filosófica en los modelos, programas y proyectos sectoriales o particulares, como uno de los argumentos que los justifican.
El proceso de internalización de la filosofía institucional
El marco filosófico o doctrinal de una institución, lo mismo que los valores, pueden ser internalizados, según lo propone el esquema psicológico de Kohlberg, en un nivel preconvencional, convencional o posconvencional, es decir, por evitar sanciones (legales o sociales) por “cultura organizacional” (es decir, porque así se acostumbra en la organización), o por genuina motivación intrínseca.
Este último estadio implica comprensión personal del “valor del valor”, o del principio que se propone, de su significado e importancia para la vida de la persona, y del grupo, de su utilidad para el cumplimiento de sus funciones, tareas y prácticas dentro de la organización.
Un supuesto importante, sin embargo, en este último caso, dentro de la sensibilidad de la sociedad, es el que a la persona le interese el “sentido” de lo que hace y de su vida y de su propia superación, lo mismo que la transformación que lo rodea.
La internalización de la filosofía institucional dentro del marco de un proyecto educativo
En el caso de una organización educativa, la internalización de su filosofía también está relacionada con el proceso de gestión que se haga de esta, y en el primer lugar, ya no solo con la claridad de esa filosofía, sino con su transcendencia. Para el desarrollo holístico e integrador de la persona humana. Pero igualmente depende de la “comprensión” que cada quien tenga de lo que significa dicha filosofía y del significado que esta tenga para mejorar sus prácticas educativas.
Una buena filosofía institucional permitirá a un agente educativo articular el sentido de su saber específico con el compromiso formativo del proyecto educativo, y con los demás saberes que concurren al desarrollo de este compromiso. Así, por ejemplo, un docente puede profundizar en los valores inherentes a la disciplina que enseña y a la vez extrapolarlos hacia campos formativos distintos a lo estrictamente académico, como pueden ser la exactitud; el rigor; el cuidado de los equipos; la comunicación clara, precisa y funcional de las ciencias “exactas” hacia actitudes éticas o de relación social. Es decir, una clara filosofía institucional permite discernir y elegir enfoques, modelos y estrategias pedagógicas congruentes con esta.{3}
En la misma forma, una buena filosofía institucional permitirá a un agente educativo renovar sus prácticas evaluativas, haciéndoles pasar de ser mecanismos de control, o hasta de sanción, a ser procedimientos formativos, bien por medio de la denominada evaluación formativa, o mejor todavía, por la promoción de una actitud de la autoexigencia para lograr mejores niveles de calidad personal y profesional.
En fin, permitirá, por sobre todo, un cambio en la relación “docente-estudiante” desde actitudes asimétricas y hasta autoritarias e intransigentes (más propias de relaciones de “poder” que de relaciones formativas), hacia actitudes de mutua colaboración en la construcción conjunta de nuevos y mejores “servidores de la sociedad” y del conocimiento.
Para finalizar, este proceso de internalización de una filosofía institucional significativa, sin embargo, lo mismo que sucede en todo genuino aprendizaje, no se puede lograr sin el compromiso de cada persona. La llave de este aprendizaje está en el interior de cada quien. Es, en el fondo, el problema de autenticidad y honestidad consigo mismo y, en el caso de la educación, con la sociedad. Porque también en este caso la cultura organizacional nos puede bien “domesticar”, bien potencializar, dotándonos de nuevas capacidades, o bien, retar para crear y proponer nuevas y mejores opciones que las que están planeadas.
Bibliográfia
Cervantes, J. 1999. Espiritualidad lasallista. Ponencia presentada en el Centro de Investigaciones Lasallistas, Bogotá, Colombia.
Lonergan, B. Insight: estudio sobre la comprensión humana. Salamanca: Sígueme.
El origen y la dinámica histórica del Proyecto Educativo Universitario Lasallista{*}
Una pregunta que se suelen hacer los participantes en un curso de introducción a la historia es ¿para qué se hace la historia?, ¿para satisfacer una simple curiosidad intelectual?, ¿para justificar la continuidad de procesos tal vez ya obsoletos?
Y en la actualidad se suele responder —en un nivel de información popular—: “La historia sirve para comprender el presente y, en la medida de lo posible, para poder cambiar el futuro”.1 Y, ¿cuál es el alcance de esta aseveración? Puede significar que la historia es “maestra” de la vida y que es necesario repetir acontecimientos o ciclos ejemplares del pasado; o que nos permite evitar errores cometidos en el pasado —se ha convertido ya en un dicho casi popular, que quien no conoce la historia corre el peligro de repetirla—; o que nos permite “entender lo que se ha ido gestando”{2} para entender por qué estamos donde estamos en el presente y proyectar con más elementos de juicio el futuro. Así, la historia se convierte en un instrumento útil para el análisis del mundo de hoy.
Desde luego, también nos tenemos que preguntar a qué tipo de historia nos estamos refiriendo. No ciertamente a la narración, descriptiva, crónica, anecdótica, tal vez, de los acontecimientos pasados, ni siquiera a la historia que busca entender la trama de los acontecimientos con mayor o menor exactitud, esto es, a una historia precrítica, sino a una historia crítica, entendida como la que se basa en las técnicas más actuales y confiables de crítica de las fuentes, en visiones epistemológicas igualmente actuales y confiables de comprensión social y en una conciencia precisa y explícita de lo que estudia, de los límites y las limitaciones del historiador para comprender y escribir lo que estudia, con los instrumentos metodológicos, epistemológicos y técnicos de que dispone en el momento en que estudia. En fin, una historia que se hace como conocimiento de segundo orden.{3}
Ahora, al hablar de la historia no como estudio del acontecer humano en el tiempo, sino de la historia como ese acontecer, Xavier Zubiri entiende que la historia humana es traditio, en el sentido etimológico de la palabra, que significaba el acto de “entregar”. СКАЧАТЬ