Hermanas de sangre. Тесс Герритсен
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Название: Hermanas de sangre

Автор: Тесс Герритсен

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Rizzoli & Isles

isbn: 9788742811634

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СКАЧАТЬ ha pasado la noche vomitando; será mejor que no entremos. De todos modos, mi proyecto está ahí fuera, entre los árboles. Deja la bicicleta. Tenemos que caminar.

      Apoyó la bicicleta junto a la de él y le siguió, con las piernas todavía inestables por la subida a la montaña. Entraron con paso firme en el bosque. Los árboles crecían densos, el suelo estaba alfombrado con una gruesa capa de hojas. Le siguió animosa, apartando los mosquitos con la mano.

      —¿Así que tu prima vive contigo? —preguntó.

      —Sí, vino para quedarse con nosotros el año pasado. Supongo que ahora ya es permanente. No tiene ningún otro sitio donde ir.

      —¿Y a tus padres no les importa?

      —Sólo está papá. Mamá murió.

      —Oh.

      Alice no supo qué decir al respecto, y al final murmuró un sencillo «lo siento». Pero no pareció que él la hubiese oído.

      Los matorrales eran cada vez más espesos, y los espinos le arañaban las piernas desnudas. Tenía dificultades para mantener el mismo paso que él. Elijah avanzaba delante, dejándola con la falda enganchada en los vastagos de las zarzas.

      —¡Elijah!

      Él no le contestó. Siguió avanzando como un explorador intrépido, con la cartera de los libros colgada del hombro.

      —¡Espera!

      —¿Quieres ver esto o no?

      —Sí, pero...

      —Entonces date prisa.

      Su voz había adquirido un matiz de impaciencia que la sorprendió. Elijah se había detenido unos metros más adelante, con la mirada fija en ella, y Alice advirtió que tenía las manos cerradas como puños.

      —Está bien —contestó sumisa—. Ya voy.

      Unos metros más allá, los árboles se abrieron de repente para formar un claro. Alice vio viejos cimientos de piedra, todo cuanto quedaba de una granja que había dejado de existir hacía mucho tiempo. Elijah se volvió a mirarla; tenía el rostro moteado por la luz de la tarde.

      —Es aquí—dijo.

      —¿Qué es?

      Él se inclinó y apartó dos tablas de madera, dejando al descubierto un agujero profundo.

      —Echa un vistazo —dijo él—. Tardé tres semanas en cavar esto. Alice se acercó al pozo con cautela y miró dentro. La luz de la tarde caía sesgada por detrás de los árboles y el fondo del agujero estaba en sombras. Sólo pudo atisbar una capa de hojas muertas acumuladas en lo más hondo. A un lado había una cuerda enrollada.

      —¿Es una trampa para osos o algo por el estilo?

      —Podría serlo. Si colocase unas ramas encima para ocultar la abertura, podría atrapar un montón de cosas. Incluso un ciervo. —Señaló el interior del hoyo—. Mira,

      ¿lo ves?

      Alice se acercó un poco más. Abajo, entre las sombras, algo brillaba de forma tenue: pedacitos blancos que asomaban bajo las hojas desperdigadas.

      —¿Qué es?

      —Es mi proyecto.

      Elijah cogió la cuerda y tiró hacia sí.

      En el fondo del pozo las hojas crujieron, entraron en ebullición. Alice vio que la cuerda se tensaba mientras Elijah izaba algo de entre las sombras. Una cesta. La sacó del agujero y la depositó en el suelo. Al apartar las hojas descubrió aquella cosa de color blanco que relucía en el fondo del pozo.

      Era una pequeña calavera.

      Mientras Elijah quitaba las hojas, Alice vio amasijos de pelo negro y costillas delgadas y largas. Las vértebras de una columna. Los huesos de las patas, tan delicados como pequeñas ramitas.

      —¿No es fantástico? Ya ni siquiera huele —dijo él—. Lleva casi siete meses ahí abajo. La última vez que lo comprobé todavía tenía algo de carne encima. Hay que ver con qué constancia desaparece. Empezó a pudrirse muy rápido cuando los días empezaron a ser más calurosos, allá por mayo.

      —¿Qué es?

      —¿No lo adivinas?

      —No.

      Elijah cogió el cráneo, le dio un pequeño giro y lo separó de la columna vertebral. Alice dio un respingo cuando lo volvió con brusquedad hacia ella.

      —¡No! —chilló.

      —¡Miau!

      —¡Elijah!

      —Bueno, has preguntado qué era.

      Alice se quedó mirando las cuencas vacías de los ojos.

      —¿Un gato?

      Elijah sacó una bolsa de tela de la cartera de los libros y empezó a meter los huesos en ella.

      —¿Qué piensas hacer con el esqueleto?

      —Es mi proyecto científico. El paso de gatito a esqueleto en siete meses.

      —¿Y dónde conseguiste el gato?

      —Lo encontré.

      —¿Encontraste un gato muerto?

      Elijah alzó la vista. Sus ojos azules sonreían, pero ya no eran los ojos de Tony Curtis. Aquellos ojos la asustaron.

      —¿Quién ha dicho que estuviera muerto?

      De repente, a Alice el corazón empezó a latirle con celeridad. Retrocedió un paso.

      —Oye, será mejor que regrese a casa.

      —¿Por qué?

      —Los deberes. Tengo que hacer los deberes.

      Él estaba de pie; se había levantado sin el menor esfuerzo. La sonrisa se había extinguido en su rostro, sustituida por una mirada de tranquila expectación.

      —Te... te veré en el colegio —dijo ella.

      Alice retrocedió, mirando los árboles que a derecha e izquierda parecían los mismos. ¿Desde dónde habían llegado? ¿En qué dirección debía marchar?

      —Pero si acabas de llegar, Alice.

      Elijah sostenía algo en la mano. Sólo cuando la levantó por encima de la cabeza Alice vio qué era.

      Una piedra.

      El golpe la hizo caer de rodillas. Inclinada sobre el suelo, con la vista casi nublada y las piernas entumecidas. No sintió dolor, sólo una estúpida incredulidad porque él la hubiera golpeado. Empezó a arrastrarse, pero no podía ver adonde se dirigía. Entonces Elijah СКАЧАТЬ