Fundamentos teóricos e históricos de la dirección y la actuación escénicas. Rolando Hernández Jaime
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СКАЧАТЬ en la organización creativa de todos los elementos de un espectáculo teatral, con el objetivo de lograr una obra artística única, acabada y armónica”.

      Como se aprecia, la dirección escénica debe lograr, a partir del texto dramático, escrito o solamente estructurado, la realización de un espectáculo, en el que corresponde a ella la concepción general, el ordenamiento y la armonización de todos sus componentes. El director es, ante todo, el guía artístico de la creación teatral, pero es también el pedagogo responsable de la formación específica del colectivo que dirige, para poner la labor creativa de ese colectivo en función de los principios artísticos de la creación teatral que él está dirigiendo.

      Aquí se debe recordar que el autor del texto dramático, o sea de la obra literaria, es el dramaturgo, pero el autor del espectáculo, o sea de la obra escénica, es el director; aunque se debe decir que los demás miembros del colectivo teatral también forman parte de la autoría de lo logrado en la puesta en escena. Esta afirmación se refiere a la exigencia que impone la naturaleza del teatro actual: para lograr la unidad artística acabada y armónica del espectáculo que señala Zajava, es necesario que en la labor del director se integre, resuma y condense toda la fuerza creativa del colectivo que dirige. Este es uno de los principios esenciales del arte teatral moderno.

      Ahora bien, una de las polémicas más antiguas en el teatro tiene que ver con la autoridad del director. Unos prefieren a un director suave, condescendiente en toda la labor de dirección; otros, a un director exigente e inflexible (en algunos casos, este último tipo de director llega a un grado tal de imposición, que se convierte casi en un dictador). Salvando las posibles excepciones, considero que tanto un extremo como el otro son contraproducentes, pues lo que, por sus características, exige el teatro, es un director que guíe artística, técnica y educativamente, pero también y, no menos importante, que guíe los procesos creativos de forma espiritual y anímicamente positivas.

      Todo actor que decide ponerse en manos de un director para que este guíe su trabajo lo hace porque confía en él, y si este goza de autoridad reconocida, pues confía mucho más. Si un director obliga al actor a hacer algo con lo cual él no está de acuerdo o que no entiende bien, lo hará en aras de la autoridad que se lo exige, quizá mecánica o, incluso, técnicamente bien, pero nunca con la efectividad que logra cuando su trabajo surge de la maduración práctica e intelectual que se debe producir en su aparato corporal y en todo su ser sicofísico (el actor es el que, en definitiva, ejecuta la acción no solo propuesta, sino necesaria, para lo que se requiere expresar). El verdadero director es quien sabe regir este proceso.

      Una diferencia muy especial del trabajo del director en relación con el del actor es la siguiente: como ya he mencionado, en el trabajo del actor se resume el de muchos creadores del espectáculo teatral, principalmente el del propio director, pero también el de diseñadores, realizadores, etc., que realizan su actividad para ponerla en función de quien encarna y materializa la acción escénica. En el trabajo del director, en cambio, ocurre todo lo contrario: su actividad se materializa, se concreta, toma cuerpo a través de la realización de los demás creadores. Su labor es medible y visible solamente mediante la calidad y efectividad técnico-artística del trabajo de todos los ejecutores de la puesta en escena. Mientras más se enraícen, se diluyan y se integren los principios y los conceptos estéticos del director a la actividad de cada uno de los miembros del colectivo teatral, será más rica y efectiva la calidad estética del espectáculo creado.

      Otra vieja polémica se refiere a quién es el creador principal en un espectáculo teatral: ¿el dramaturgo, el actor o el director? Si nos enfocamos en la naturaleza de los elementos o recursos expresivos que integran el hecho escénico, sin duda el elemento principal es el actor; pero si aludimos al proceso por el cual todos los elementos o recursos expresivos se integran a una puesta en escena, sin duda, el principal es el director. Por lo tanto, ambos son fundamentales, cada uno en el área funcional que le corresponde en la compleja estructuración de un espectáculo teatral.

      En los casos en que un actor decide dirigir la puesta en escena en que actúa, o viceversa, cuando un director decide trabajar como actor en la puesta en escena que dirige, el principio que acabo de enunciar también se cumple, pues una misma persona está asumiendo las dos funciones principales que rigen el hecho escénico: la función de actuación y la función de dirección.

      Ahora, si no hablamos únicamente del hecho escénico —o sea de la puesta en escena— y nos referimos en general al teatro, entonces aparece en el análisis una tercera persona, el dramaturgo, quien a su vez es el elemento principal de la estructuración dramatúrgica, escrita o no, que antecede al espectáculo. Estamos entonces ante la tercera función más importante del teatro: la función dramatúrgica. Aunque, por la compleja interrelación de funciones que se produce en el hecho teatral, también puede suceder que la función dramatúrgica la asuma el director o el actor.

      Recordemos que estos tres elementos: la dramaturgia, la actuación y la dirección son imprescindibles al teatro, por tanto, independientemente de la cantidad de personas que se ocupen de ellos, como manifestación artística integral, en el teatro siempre se cumplen sus tres funciones básicas: la dramatúrgica, la de actuación y la de dirección.

      1.2.2 Funciones del director escénico

      Las tareas del director son sumamente complejas, pues exigen el dominio de un amplio conjunto de conocimientos, capacidades y habilidades. Algunas de sus funciones principales son:

       Regir y organizar creativamente el proceso integral de la puesta en escena.

       Reflejar con precisión, y lograr que lleguen al público, la idea central y el superobjetivo de su puesta en escena, así como todos los contenidos básicos y los mensajes implícitos en la obra representada, a través del trabajo del actor y de los demás componentes de la puesta en escena.

       Lograr la unión armónica y creativa del colectivo de realizadores, técnicos, especialistas, ejecutores y trabajadores que intervienen en el espectáculo teatral.

       Guiar y formar al colectivo que dirige no solo técnica y artísticamente, sino también cultural y espiritualmente, logrando el desarrollo permanente de sus capacidades y habilidades (en especial, de su fantasía creativa).

       Mantener el entrenamiento y el desarrollo de las capacidades de sus actores.

       Garantizar la productividad y la eficacia de los ensayos.

       Lograr el desarrollo personal y colectivo del pensamiento, la capacidad analítica y el enriquecimiento de los valores humanos y sociales de su equipo de trabajo.

       Aplicar a su actividad los conocimientos que le brinda la vida, captados a través de su participación activa en los procesos vivenciales y sociales.

       Emplear en el proceso de la puesta en escena, además de sus capacidades artísticas, todas sus potencialidades técnicas y organizativas, así como los recursos de sus valores éticos y morales.

       Concentrar en sí mismo la fuerza creativa del colectivo, a partir del conocimiento de las potencialidades de cada uno de sus miembros.

      Los principios generales que rigen la actividad teatral se relacionan íntimamente con los que rigen la dirección escénica, pues, como es lógico, estos se derivan de aquellos. En el conjunto de cualidades, ideas, conceptos, interpretaciones, conexiones, asociaciones mentales y prácticas de los principios hasta aquí enunciados, se expresa un profundo caudal de conocimientos y prácticas, elaborados y trasmitidos por diferentes generaciones de teatristas.

      1.3 Principios básicos en la formación del director

      Como he afirmado desde el СКАЧАТЬ