El sombrero de tres picos. Pedro Antonio de Alarcón
Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу El sombrero de tres picos - Pedro Antonio de Alarcón страница 12

Название: El sombrero de tres picos

Автор: Pedro Antonio de Alarcón

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия:

isbn: 4057664155276

isbn:

СКАЧАТЬ me expongo...

      —¡Me expongo!... ¡Me expongo!... ¿A qué no

       nos expondríamos por Vuestra Señoría hasta los gatos

       de esta casa? 36-25

      —¿Me querrías a ese precio?—tartamudeó el Corregidor.

      —No, señor; que lo quiero a Usía de balde.

      —¡Mujer, no me des tratamiento! Háblame de V.

       o como se te antoje...—¿Conque vas a quererme? 36-30

       Di.

      

      —¿No le digo a V. que lo quiero ya?

      —Pero...

      —No hay pero que valga. ¡Verá V. qué guapo y

       qué hombre de bien es mi sobrino!

      —¡Tú sí que eres guapa, Frascuela!... 37-5

      —¿Le gusto a V.?

      —¡Que si me gustas!... ¡No hay mujer como tú!

      —Pues mire V... Aquí no hay nada postizo...—contestó

       la señá Frasquita, acabando de arrollar la

       manga de su jubón, y mostrando al Corregidor el resto 37-10

       de su brazo, digno de una cariátide y más blanco que

       una azucena.

      —¡Que si me gustas!... (prosiguió el Corregidor).

       ¡De día, de noche, a todas horas, en todas partes, sólo

       pienso en ti!... 37-15

      —¡Pues qué! ¿No le gusta a V. la señora Corregidora?

       (preguntó la señá Frasquita con tan mal fingida

       compasión, que hubiera hecho reír a un hipocondríaco).—¡Qué

       lástima! Mi Lucas me ha dicho que tuvo el

       gusto de verla y de hablarle cuando fue a componerle a 37-20

       V. el reloj de la alcoba, y que es muy guapa, muy buena

       y de un trato muy cariñoso.

      —¡No tanto! ¡No tanto!—murmuró el Corregidor

       con cierta amargura.

      —En cambio, otros me han dicho (prosiguió la 37-25

       Molinera) que tiene muy mal genio, que es muy celosa,

       y que V. le tiembla más que a una vara verde...

      —¡No tanto, mujer!... (repitió Don Eugenio de

       Zúñiga y Ponce de León, poniéndose colorado). ¡Ni

       tanto ni tan poco! La Señora tiene sus manías, es 37-30 cierto...; mas de ello a hacerme temblar, hay mucha diferencia. ¡Yo soy el Corregidor!...

      —Pero, en fin, ¿la quiere V., o no la quiere?

      —Te diré...—Yo la quiero mucho.... o, por

       mejor decir, la quería antes de conocerte. Pero desde 38-5

       que te vi, no sé lo que me pasa, y ella misma conoce

       que me pasa algo... Bástete saber que hoy...,

       tomarle, por ejemplo, la cara a mi mujer me hace la

       misma operación que si me la tomara a mí propio...—¡Ya

       ves, que no puedo quererla más ni sentir menos!...—¡Mientras 38-10

       que por coger esa mano, ese brazo, esa

       cara, esa cintura, daría lo que no tengo!

      Y, hablando así, el Corregidor trató de apoderarse

       del brazo desnudo que la señá Frasquita le estaba

       refregando materialmente por los ojos; pero ésta, sin 38-15

       descomponerse, extendió la mano, tocó el pecho de Su

       Señoría con la pacífica violencia e incontrastable rigidez

       de la trompa de un elefante, y lo tiró de espaldas con

       silla y todo.

      —¡Ave María Purísima! (exclamó entonces la navarra, 38-20

       riéndose a más no poder). Por lo visto, esa silla

       estaba rota...

      —¿Qué pasa ahí?—exclamó en esto el tío Lucas,

       asomando su feo rostro entre los pámpanos de la parra.

      El Corregidor estaba todavía en el suelo boca arriba, 38-25

       y miraba con un terror indecible a aquel hombre que

       aparecía en los aires boca abajo.

      Hubiérase dicho que Su Señoría era el diablo, vencido,

       no por San Miguel, sino por otro demonio del

       infierno. 38-30

      —¿Qué ha de pasar? (se apresuró a responder la

       señá Frasquita). ¡Que el señor Corregidor puso la

       silla en vago, fue a mecerse, y se ha caído!

      —¡Jesús, María y José! (exclamó a su vez el Molinero).

       ¿Y se ha hecho daño Su Señoría? ¿Quiere un 39-5

       poco de agua y vinagre?

      —¡No me he hecho nada!—dijo el Corregidor,

       levantándose como pudo.

      Y luego añadió por lo bajo, pero de modo que pudiera

       oírlo la señá Frasquita: 39-10

      —¡Me la pagaréis!

      —Pues, en cambio, Su Señoría me ha salvado a mí

       la vida (repuso el tío Lucas sin moverse de lo alto de la

       parra).—Figúrate, mujer, que estaba yo aquí sentado

       contemplando las uvas, cuando me quedé dormido sobre 39-15

       una red de sarmientos y palos que dejaban claros suficientes

       para que pasase mi cuerpo... Por consiguiente,

СКАЧАТЬ