Un cuento de magia. Chris Colfer
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Название: Un cuento de magia

Автор: Chris Colfer

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия:

isbn: 9789877476521

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      –La… la dejé encendida accidentalmente toda la noche –confesó.

      La señora Evergreen se cruzó de brazos y miró a su hija.

      –Brystal, será mejor que no estés haciendo lo que creo que estás haciendo –le advirtió–. Porque me preocupa lo que tu padre pueda hacer si descubre que has estado leyendo otra vez.

      –¡No, lo juro! –mintió Brystal–. Solo me gusta dormirme con la luz de una vela encendida. A veces, la oscuridad me asusta.

      Desafortunadamente, Brystal era terrible para mentir. La señora Evergreen podía ver a través de la mentira de su hija como si fuera una ventana que acabara de limpiar.

      –El mundo es un lugar oscuro, Brystal –dijo–. Eres una tonta si dejas que algo te diga lo contrario. Ahora, entrégamelo.

      –¡Pero, madre, por favor! ¡Solo me quedan algunas páginas!

      –¡Brystal Evergreen, no te lo estoy preguntando! –dijo la señora Evergreen–. ¡Estás rompiendo las reglas de esta casa y las leyes del reino! ¡Ahora, entrégamelo de inmediato o iré a buscar a tu padre!

      Brystal suspiró y le entregó su copia de Las aventuras de Tidbit Twitch que había escondido debajo de su almohada.

      –¿Y los otros? –preguntó la señora Evergreen con la palma abierta.

      –Ese es el único que tengo…

      –¡Jovencita, no toleraré más tus mentiras! Los libros en tu habitación son como ratones en el jardín, nunca hay solo uno. Ahora, entrégame los otros o iré a buscar a tu padre.

      La postura de Brystal se hundió al igual que sus esperanzas. Se levantó de la cama y guio a su madre hacia una tabla suelta en un rincón de la habitación bajo la cual guardaba su colección oculta. La señora Evergreen tomó una bocanada de aire sorprendida cuando su hija reveló una docena de libros en el suelo. Había textos sobre historia, religión, leyes y economía, así como también obras de ficción de aventura, misterio y romance. Y a juzgar por las cubiertas y páginas gastadas, Brystal los había leído muchas veces.

      –Oh, Brystal –dijo la señora Evergreen con pesadez en su corazón–. De todas las cosas que tiene una muchacha de tu edad para interesarse, ¿por qué tuviste que elegir los libros?

      La señora Evergreen dijo la palabra como si estuviera hablando de una sustancia desagradable y peligrosa. Brystal sabía que estaba mal tener libros en su poder (las leyes del Reino del Sur manifestaban con claridad que los libros eran solo para los ojos de los hombres), pero como nada hacía más feliz a Brystal que leer, repetidas veces se arriesgaba a las consecuencias.

      Uno por uno, Brystal besó cada libro en el lomo como si se estuviera despidiendo de una pequeña mascota antes de pasárselos a su madre. Los libros se apilaron hasta pasar la cabeza de la señora Evergreen, pero como ella ya estaba acostumbrada a tener las manos llenas, no le resultó difícil encontrar el camino hacia la puerta.

      –No sé quién te los está dando, pero necesitas cortar toda relación con esa persona inmediatamente –dijo la señora Evergreen–. ¿Sabes cuál es el castigo para las niñas que son atrapadas leyendo en público? ¡Tres meses en un hospicio! ¡Y eso sería gracias a las conexiones que tiene tu padre!

      –Pero, mamá –se quejó Brystal–. ¿Por qué las mujeres no tienen permitido leer en este reino? La ley dice que nuestras mentes son demasiado delicadas para ser educadas, pero eso no es verdad. ¿Cuál es la verdadera razón por la que nos mantienen alejadas de los libros?

      La señora Evergreen se detuvo en la puerta y se quedó en silencio. Brystal entendió que su madre estaba pensando en ello, porque muy pocas veces se quedaba así por cualquier otra cosa. La señora Evergreen miró nuevamente a su hija con seriedad y, por un breve momento, Brystal pudo haber jurado que vio una leve chispa de empatía en sus ojos, como si se hubiera estado haciendo la misma pregunta toda su vida y aún no encontrara respuestas.

      –Si me lo preguntas a mí, las mujeres tenemos suficientes cosas para hacer en estos tiempos –dijo para dejar de lado el tema–. Ahora, vístete. El desayuno no se va a preparar solo.

      La señora Evergreen volteó sobre sus tacones y se marchó de la habitación. Algunas lágrimas brotaron de los ojos de Brystal mientras observaba a su madre marcharse con sus libros. Para Brystal, no eran solo una pila de hojas atadas por un trozo de cuero, sus libros eran amigos que le ofrecían la única salida de la opresión del Reino del Sur. Se secó los ojos con el borde de su camisón, pero las lágrimas no duraron mucho. Brystal sabía que solo sería cuestión de tiempo para que pudiera rearmar su colección; su proveedor estaba mucho más cerca de lo que su madre sabía.

      Se paró frente al espejo mientras se colocaba todas las prendas y accesorios de su ridículo uniforme escolar: un vestido blanco, calzas blancas, guantes de encaje blancos, hombreras blancas mullidas y tacones blancos con hebillas, y para completar la transformación, se ató un listón blanco en su largo cabello castaño.

      Brystal miró su reflejo y soltó un suspiro largo que nació desde lo más profundo de su alma. Al igual que todas las mujeres del reino, se esperaba que se pareciera a una muñeca viviente siempre que estuviera afuera de su casa, y Brystal odiaba las muñecas. De hecho, todo aquello que influenciara remotamente a las niñas para ser madres o esposas lo agregaba de inmediato a la lista de cosas que detestaba, y dada la visión obstinada del Reino del Sur con las mujeres, había armado una lista muy larga con los años.

      Desde que tenía memoria, Brystal sabía que estaba destinada a tener una vida fuera del confinamiento de su reino. Sus logros la llevarían más lejos que solo conseguir esposo y tener hijos, ella estaba destinada a tener aventuras y experiencias que estuvieran más allá de solo cocinar y limpiar, y ella encontraría una innegable felicidad, al igual que los personajes de sus libros. No podía explicar por qué se sentía de esa forma o cómo ocurriría todo eso, pero lo sentía con todo su corazón. Sin embargo, hasta que ese día llegara, no tenía otra opción más que seguir el rol que la sociedad le había asignado.

      Mientras tanto, encontraba formas sutiles y creativas de seguir adelante. Para hacer que su uniforme escolar fuera tolerable, llevaba sus lentes de lectura atados a una cadena de oro, como un relicario, y luego lo escondía debajo de su vestido. No era muy seguro que pudiera leer algo que valiera la pena en la escuela, las jóvenes solo aprendían a leer recetas básicas y señales de tránsito, pero saber que ella estaba preparada para leer la hacía sentir como si tuviera un arma secreta. Y saber que se estaba rebelando, aunque lentamente, le daba el empujón de energía necesario para atravesar cada día.

      –¡Brystal! ¡Me refería al desayuno de HOY! ¡Baja de inmediato!

      –¡Ya voy! –contestó.

      La familia Evergreen vivía en una casa de campo espaciosa a solo unos pocos kilómetros de la plaza central de Colinas Carruaje. El padre de Brystal era un Juez Ordinario reconocido en la corte del Reino del Sur, lo que le garantizaba a la familia Evergreen más riquezas y respeto que la mayoría de las familias. Desafortunadamente, como su sustento provenía de quienes pagaban impuestos, era considerado de mal gusto que los Evergreen disfrutaran de “extravagancias”. Y como el Juez no valoraban nada más que su buena reputación, privaba a su familia de gustos “extravagantes” siempre que fuera posible.

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