Praxis de la poesía. Jean-Clarence Lambert
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Название: Praxis de la poesía

Автор: Jean-Clarence Lambert

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Pùblicaensayo

isbn: 9786078636822

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СКАЧАТЬ recibí Les armes parlantes y oí lo que me decían. Armas, sumas de palabras que me tocaron el corazón. (Palabra envejecida, amada por Breton y Camus y que hoy casi nadie pronuncia, palabra que es como una lámpara en una cripta.) El subtítulo de tu libro dice: “Práctica de la poesía”. Hay que añadir que la poesía abraza la totalidad humana y que no sólo es amor, visión, combate, soledad sino amistad. Esto lo sabían muy bien los filósofos griegos y romanos pero mejor aún y más profundamente los poetas chinos. La amistad es una transparencia que nos hace vernos a nosotros mismos en el otro con el que hablamos. En el amor nos olvidamos; en la amistad nos encontramos.

      En un momento en que la poesía de Occidente –y probablemente la del mundo entero pierde literalmente la cara, no sólo en el sentido corriente de la expresión sino en el espiritual: el que pierde la cara pierde el ánimo y la ánima, pierde el alma– tu libro es un acto de valor y una reconquista: le da la cara al mundo y así recobra el alma. Poesía contra la historia pero en la historia. Gracias.

      Mi silencio ha sido imperdonable (te pido, no obstante, perdón) e inexplicable (aunque trato de explicártelo: los quehaceres de cada día, los desplazamientos de ciudades, el dejar para mañana lo que debe hacerse hoy hasta que esa pequeña falta se convierte en una omisión del tamaño de una montaña y resignarnos a pensar en nuestro amigo sin poder escribirle…)

       Tal vez nos decidamos a visitar París el año próximo. ¿Estarán ustedes allí?

      Un gran abrazo doble, a los dos, de Marie Jo y de Octavio

      P.D. Envíanos de cuando en cuando algo –pienso en crónicas de arte y literatura– para Plural. ¿Recibes la revista?

      Otro gran abrazo fraternal,

      IX

      Jean-Clarence Lambert acompañó a Paz mucho tiempo, formó parte de la familia de amigos que rodeaban al poeta mexicano a finales de los años 50 y que evoca en Destiempos de Blanca Varela, fechado en París el 10 de agosto de 1959, cuando acaba de regresar a París:

      Algunos no se resignaron. Los más tercos, los más valientes. Quizá los más inocentes. Unos se entregaron a la filosofía. Otros a la política. Unos cuantos cerraron los ojos y recordaron: allá, del otro lado, en el “otro tiempo”, nacía el sol cada mañana, había árboles y agua, noches y montañas, insectos, pájaros, fieras. Pero los muros eran impenetrables. Rechazados, buscábamos otra salida, no hacia afuera, sino hacia adentro. Tampoco adentro había nadie: sólo la mirada, sólo el desierto de la mirada. Nos íbamos a las calles, a los cafés, a los bares, al gas neón y las conversaciones ruidosas. Guiados por el azar –y también por un instinto que no hay más remedio que llamar electivo– a veces reconocíamos en un desconocido a uno de los nuestros. Se formaban así, lentamente, pequeños grupos abiertos. Nada nos unía, excepto la búsqueda, el tedio, la desesperación, el deseo. En el Hôtel des États-Unis oíamos jazz, bebíamos vino blanco y ron, bailábamos. “El Alquimista” leía poemas de Artaud o de Michaux. Caminábamos mucho. Un muro nos detenía: sus manchas nos entregaban revelaciones más ricas que los cuadros de los museos. (Fue entonces cuando, en verdad, descubrimos la pintura.) “En este hotel vivió César Vallejo”, me decía Szyszlo. (La poesía de Vallejo también era un muro, tatuado por el hambre, el deseo y la cólera.) En una casa de la avenida Victor Hugo los hispanoamericanos soñaban en voz alta con sus volcanes, sus pueblos de adobe y cal y el gran sol, inmóvil sobre un muladar inmenso como un inmenso toro destripado. En invierno Kostas se sacaba del pecho todas las islas griegas, inventaba falansterios sobre rocas y colinas y a Nausica saliendo a nuestro encuentro. En esos días llegó Carlos Martínez Rivas con una guitarra y muchos poemas en los bolsillos. Más tarde llegó Rufino, con otra guitarra y con Olga como un planeta de jade. Elena, Sergio, Benjamín, Jacques, Gabrielle y Ricardo, André, Elisa, Jean Clarence, Lena, Monique, Georges, Brigitte y ustedes [Blanca Varela y Fernando de Szyslo], vistas, entrevistas, verdades corpóreas, sombras.

      Gertrude, Dorothy, Mary, Claire, Alberta,

      Charlotte, Dorothy, Ruth, Catherine, Emma,

      Louise, Margaret, Ferral, Harriet, Sara,

      Florence toute nue, Margaret, Toots, Thelma,

      Belles-de-nuit, belles-de-feu, belles-de-pluie,

      Le coeur tremblant, les mains cachées, les yeux au vent,

      Vous me montrez les mouvements de la lumière,

      Vous échangez un regard clair pour le printemps,

      Le tour de votre taille pour un tour de fleur,

      L’audace et le danger pour votre chair sans ombre,

      Vous échangez l’amour pour des frissons d’épées,

      Des rires inconscients pour des promesses d’aube,

      Vos danses sont le gouffre effrayant de mes songes

      Et je tombe et ma chute éternise ma vie,

      L’espace sous vos pieds est de plus en plus vaste,

      X

      Recuerda Jean-Clarence:

      XI

      Praxis de la poesía es un libro de madurez que recoge en una sola madeja los espacios y referencias que han modelado y encauzado el itinerario del poeta. Yo lo conocí relativamente tarde gracias a Malva Flores, quien me llamó la atención sobre su contenido. Lo conseguí gracias a los buenos oficios primero de Isaura Contreras, que me lo envió por correo electrónico y luego de Gladis Yurkievich, que me consiguió un ejemplar. Desde que lo empecé a leer establecí con el libro una relación singular de apego, cosa que –debo confesarlo– no me había sucedido antes con ningún otro libro del autor.

      Conocí a Lambert primero en Estocolmo, entre los fastos del Premio Nobel (me tomó una fotografía en la que aparezco con Helena Paz Garro y su ex esposa en un restaurante); luego en el homenaje a Roger Caillois que se organizó en el I.F.A.L. de la Ciudad de México hacia 1992, en la cual fui invitado a participar. El nombre de Caillois es una referencia cabal para situar de algún modo a Lambert en el paisaje de la poesía contemporánea, ya que ambos firmaron la memorable y precursora antología Trésor СКАЧАТЬ