Название: Nadie es ilegal
Автор: Mike Davis
Издательство: Ingram
Жанр: Социология
isbn: 9781608460595
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En la historia de California, sin embargo, hay una notable diferencia entre los perfiles de clase del vigilantismo de los siglos diecinueve y veinte. Los vigilantes victorianos (con la notable excepción de los dos movimientos vigilantes de San Francisco en los años 1850) solían ser trabajadores, pequeños empresarios y pequeños agricultores que luchaban en nombre de valores jacksonianos para preservar el monopolio de los “trabajadores blancos” contra lo que ellos interpretaban como conspiraciones de élites para inundar el Estado de “culíes” y de “aliens”16.
Hacia finales de siglo, sin embargo, tal nativismo plebeyo, aunque aún existía, derivó hacia un arrebato anti-chino y antiradical conducido por los agricultores más ricos, los profesionales de clase media y las élites de comerciantes locales, que eran probablemente californianos liberales o de la vieja guardia republicana. Durante la década de 1930, el vigilantismo fue privilegiado sin precedentes, como parte de una contrarrevolución de patronos guiada por la asociación fascista Campesinos Asociados. La cultura del vigilantismo, brevemente revivida por los agricultores durante la épica huelga de Trabajadores Agrarios Unidos a finales de los sesenta y principios de los setenta, migró de los valles agrícolas a los suburbios tradicionales, donde el espectro del inmigrante “ilegal” ayudó a llenar el vacío que dejó el colapso de la conspiración comunista internacional en la imaginación de los derechistas.
1. Robert Ingalls, Urban Vigilantes in the New South: Tampa, 1882-1936 (Knoxville: University of Tennessee Press, 1988), p. xv.
2. Robert Goldstein, Political Repression in Modern America, from 1870 to 1976 (Boston: Two Continents Publishing Group, 1978), p. 3.
3. Algunas excepciones incluyen la violencia de los terratenientes en Mezzogiorno y de los asesinos pagados por los patronos en Barcelona (1917-21).
4. Goldstein, Political Repression, p. 12.
5. En el mismo período, siete negros fueron linchados en el noroeste, setenta en el medio oeste y 38 en el lejano oeste. Ver W. Fitzhugh Brundage, Lynching in the New South: Georgia and Virginia, 1880-1930 (Champaign-Urbana: University of Illinois Press, 1993), p. 8.
6. Stewart Tolnay y E. Beck, A Festival of Violence: An Analysis of Southern Lynchings, 1882-1930 (Urbana: University of Illinois Press, 1995), p. 100.
7. Ingalls, Urban Vigilantes, p. xviii.
8. Ibíd., p. xvii.
9. E. Beck y Stewart Tolnay, “The Killing Fields of the Deep South: The Market for Cotton and the Lynching of Blacks, 1882-1930”. American Sociological Review 55 (1990), pp. 526-39; y Tolnay y Beck, A Festival of Violence, p. 251.
10. Carey McWilIiams, Factories in the Field (Boston: Little, Brown and Co., 1939), p. 137.
11. Citado en Donald Fearis, “The California Farm Worker, 1930-1945” (PhD diss., UC Davis, 1971), p. 117.
12. W. Fitzhugh Brundage, “Introduction”, en Brundage, ed., Under Sentence of Death: Lynching in the South (Chapel Hill: University of North Carolina Press, 1997), p. 4.
13. Ingalls, Urban Vigilantes, p. 206.
14. Ray Abrahams, Vigilante Citizens: Vigilantism and the State (Cambridge: Polity Press, 1998), p. 158.
15. Richard Brown, Strain of Violence: Historical Studies of American Violence and Vigilantism (Nueva York: Oxford University Press, 1975), pp. 97 y 111.
16. Es importante enfatizar, sin embargo, que una variedad similar fue evidente en partes del sur, donde “los agricultures blancos con ansias de tierra adoptaron métodos terroristas para apuntalar su cada vez más vulnerable estatus económico… desplazando a los negros propietarios de tierras (por medio de los linchamientos y el terror) y obstaculizando a los granjeros blancos que les alquilaban tierras, ellos esperaban crear una escasez de trabajo obligando a los terratenientes a emplear sólo blancos” (Brundage, Lynching in the South).
Lo primero que hicieron los vigilantes fue erigir una horca improvisada y colgar a Joaquín Valenzuela ante toda la población de San Luis Obispo. El desafortunado Valenzuela era probablemente inocente de las muertes recién ocurridas.
John Boesseneker1
Las pequeñas campañas y cortas batallas en áreas de Los Ángeles y San Diego que constituyeron la guerra de conquista de California entre 1846 y 1847, fueron sólo el preludio de un prolongado y más violento saqueo por parte de pandillas inglesas, filibusteros y vigilantes que expropiaron a los trabajadores nativos durante la década de 1850. La “frontera”, en primera instancia, no fue la línea que trazaron los Cuerpos Armados de Ingenieros Topográficos como consecuencia del Tratado de Guadalupe Hidalgo, sino la violencia genocida que la democracia jacksoniana desató en el sudeste. Esta violencia en la frontera, en una época que Marx llamaría “acumulación primitiva” es el tema de la épica narración Blood Meridian de Cornac McCarthy, un alucinante y rigurosamente histórico recuento sobre la pandilla Glanton que mató y arrancó cueros cabelludos a su antojo desde Chihuahua hasta San Diego. Para salvajes blancos como Glanton, la doctrina del destino manifiesto fue una divina licencia –“un imperialismo personal”– para matar y saquear los campos y aldeas indias2.
Los indios californianos fueron las primeras víctimas de la conquista inglesa. Las sociedades improvisadas de hombres blancos formadas en la fiebre del oro tenían un insaciable apetito de objetos sexuales y trabajo doméstico servil.
La primera legislatura acomodaba esta demanda a través de leyes que, en lo esencial, esclavizaban a mujeres y niños indios a sus amos blancos. Las bandas de “squawmen” (cazadores de indias), conducidas por personajes similares a Glanton como Robert “Growling” Smith, se diseminaron por los valles de Napa y Sacramento, raptando a las indias y asesinando a cualquiera que se resistiera. “Usted puede escucharlos hablar del descuartizamiento de una mujer india ‘como si rebanaran un viejo queso’ en sus correrías en busca de bebés”, escribió el Unión de Sacramento en 1862. “Los cazadores de bebés preparaban rancherías, mataban a los varones, violaban a las indias más hermosas y se escapaban con los niños”3.
La abducción y el asesinato de indios eran subsidiados por el gobierno del Estado, que emitió bonos para pagar a compañías СКАЧАТЬ