Название: Persona, pastor y mártir
Автор: José María Baena Acebal
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
isbn: 9788417131999
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Algo he aprendido a través de todos estos años: en primer lugar, de la misma palabra de Dios y, especialmente, del ministerio del apóstol Pablo, al que continuamente me veré obligado a referirme, pues, aunque apóstol, ejerció necesariamente de pastor para atender las comunidades cristianas (iglesias locales) que abrió en sus viajes misioneros. Su manera de actuar, explícita en el Libro de los Hechos, escrito por su compañero de ministerio, el médico Lucas, y lo expuesto en sus cartas, alumbran nuestro camino. En segundo lugar, del propio Espíritu Santo, que es quien dirige, siendo el encargado de que la obra de Dios se lleve a efecto. Nuestros maestros y mentores que nos precedieron nos transmitieron la visión, y no pocos conocimientos y experiencias personales que, sin duda, también han moldeado nuestro ministerio, así como nuestros feligreses, nuestros colaboradores y nuestros colegas, han aportado mucho a lo que hoy somos. Y, por supuesto de los errores cometidos y los éxitos alcanzados. De los primeros me considero único responsable; de los segundos tengo que dar la gloria a Dios, porque nada podríamos hacer si él no lo hace. Si hemos tenido capacidad para aprender y mantenemos la mente y el corazón abiertos a seguir aprendiendo, mucho habremos añadido y seguiremos añadiendo a cuanto hoy sabemos y somos, en tanto que ministros del evangelio de Jesucristo.
Tengo un profundo respeto por el ministerio pastoral, pues refleja la acción de Dios a favor de sus criaturas, a las que tan profundamente ama, al punto de haber dado a su hijo Jesucristo por su rescate. Tomo en cuenta el consejo del escritor del Libro de Proverbios, el rey Salomón, sabedor de la necesidad de liderar convenientemente a todo un pueblo puesto bajo su custodia y dirección, cuando escribe, “Sé diligente en conocer el estado de tus ovejas y mira con cuidado por tus rebaños, porque las riquezas no duran para siempre, ni una corona es para generaciones perpetuas” (Pr 27:23-24). El tiempo pasa erosionándolo todo sin excepción, nuestra vida y ministerio incluidos. Nada dura para siempre en esta vida. Por eso hemos de situarnos en el tiempo y en la historia, con la correcta perspectiva. Nadie mejor que Dios mismo para hacerlo por medio de su Espíritu, siempre y cuando nosotros sepamos ser obedientes y fieles a su visión y propósito.
Deseo, pues, dedicar este libro a cuantos han consagrado su vida a este tipo de ministerio, pagando un precio elevado por ello, y a sus familias. Al hacerlo, honro también a los míos, mi esposa y mis hijos, porque no es fácil ser esposa, hijo o hija de pastor. Todos ellos forman parte de este ministerio tan extraordinario, verdadero privilegio que disfrutamos quienes, llamados por Dios, lo ejercemos a pesar de nuestras limitaciones e imperfecciones.
A Dios sea la gloria por siempre.
José Mª Baena
Sevilla, diciembre de 2019
INTRODUCCIÓN
Explicación del título.
Un oficio ejercido en soledad.
El título de este libro parece estar sobrecargado de dramatismo, sobre todo por el término final de mártir, pero les aseguro que, siendo ya de por sí dramática la vida, y mucho más la de un pastor o una pastora, el uso de esa palabra tiene su porqué, no siendo mi objetivo al emplearlo el de dramatizar en exceso. En primer lugar, mártir significa en su origen griego testigo, y posteriormente, debido a las persecuciones cruentas que sufrieron los cristianos —testigos de la fe de Cristo— adquirió el significado que hoy tiene, referido a alguien que da su vida por una causa cualquiera, no necesariamente de carácter religioso. Aquí, en este título, tiene mucho de su significado original y bastante del segundo, pues quien se dedica al ministerio pastoral, como quien se dedica a otros ministerios cristianos, ofrece su vida al servicio de las almas, de sus feligreses, de su iglesia, como si fuera al Señor; al menos así debe ser.
Aunque la historia nos ofrece multitud de casos en los que ese ofrecimiento fue total, en el sentido que, debido a su condición de dirigentes y responsables de sus iglesias, muchos pastores pagaron literalmente con su vida frente a la persecución de las autoridades civiles —y en ocasiones, también religiosas— de los países en los que desempeñaban sus ministerios. No está tan lejana la persecución sufrida en los países comunistas, ni tampoco la sufrida en España durante y después de la guerra civil. En la actualidad esa persecución se vive en determinados países islámicos y en otros donde la libertad de pensamiento, y por ende la religiosa, no existen. Con todo, el objetivo de este libro es subrayar la entrega y el precio que los llamados al ministerio pastoral y sus familias han de pagar por cumplir el propósito de sus vidas, que no es otro que servir a su Señor, a la vez que sirven a sus prójimos, sean estos miembros de sus iglesias o no. Jesús declaró a sus discípulos cuál era el propósito de su vida: “Porque el Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por todos”. (Mr 10:45). Y así es también con quienes hemos escogido dedicarnos al ministerio cristiano. En el caso de Jesús, debido a su naturaleza divina perfectamente entroncada con la humana, su sacrificio servía para rescatar a la raza humana de su condición pecadora y deshacer la ruptura entre el ser humano y Dios. Nosotros somos llamados a dar la vida, quizá no en forma cruenta, pero sí en entrega total y sacrificada a favor de las almas —entiéndase personas en el sentido integral. De ahí la palabra mártir, porque tal dedicación requiere pagar un alto precio, tema que iremos desgranando a lo largo del libro. Recordemos, no obstante, el testimonio personal del mismo apóstol Pablo, quien escribía a los corintios en su segunda carta, acerca de su ministerio apostólico-pastoral:
En trabajos, más abundante; en azotes, sin número; en cárceles, más; en peligros de muerte, muchas veces. De los judíos cinco veces he recibido cuarenta azotes menos uno. Tres veces he sido azotado con varas; una vez apedreado; tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he sido náufrago en alta mar; en caminos, muchas veces; en peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi nación, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos; en trabajo y fatiga, en muchos desvelos, en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y desnudez. Y además de otras cosas, lo que sobre mí se añade cada día: la preocupación por todas las iglesias. ¿Quién enferma y yo no enfermo? ¿A quién se le hace tropezar y yo no me indigno? (2 Co 11.23–29).
He enfatizado las palabras que ponen de manifiesto las dificultades que el propio Pablo tuvo que enfrentar para llevar adelante su ministerio siendo apóstol y pastor. Bien se diría por las veces que repite la palabra peligros, que el ministerio pastoral es un oficio peligroso. Creo, pues, que el calificativo del título está plenamente justificado, siendo verdad que busco con él un cierto efecto en el lector. Pero sigamos adelante.
En la antigüedad clásica, el oficio de pastor gozaba de cierto aura de prestigio o añoranza «romántica»1, dando lugar a un tipo de literatura, sobre todo lírica, llamada pastoril o bucólica, Una muestra de esa literatura es el gran poeta latino Virgilio y sus Églogas. La cuarta es para algunos cristianos, especialmente en el campo católico romano, una profecía del Mesías:
Tú, al ahora naciente niño, por quien la vieja raza de hierro
termina y surge en todo el mundo la nueva dorada,
se propicia ¡oh casta Lucina!: pues ya reina tu Apolos.
Por ti, cónsul, comenzará esta edad gloriosa,
¡oh Polión!, e iniciarán СКАЧАТЬ