Название: El sí de las niñas
Автор: Fernández de Moratín Leandro
Издательство: Public Domain
Жанр: Зарубежная классика
isbn:
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Gracias, mi alma.
¡Calle!… Rita.
Calamocha.
¿Qué hallazgo es este?
¿Y tu amo?
Los dos acabamos de llegar.
¿De veras?
No que es chanza. Apenas recibió la carta de Doña Paquita, yo no se adónde fué, ni con quien habló, ni como lo dispuso; solo sé decirte que aquella tarde salimos de Zaragoza. Hemos venido como dos centellas, por ese camino. Llegamos esta mañana á Guadalajara, y á las primeras diligencias nos hallamos con que los pájaros volaron ya. A caballo otra vez y vuelta á correr y á sudar y á dar chasquidos… En suma, molidos los rocines y nosotros á medio moler, hemos parado aquí con ánimo de salir mañana… Mi teniente se ha ido al colegio mayor á ver á un amigo, mientras se dispone algo que cenar.... Esta es la historia.
¿Con que le tenemos aquí?
Y enamorado mas que nunca, zeloso, amenazando vidas… Aventurado á quitar el hipo á cuantos le disputen la posesion de su Currita idolatrada.
¿Qué dices?
Ni mas ni menos.
¡Qué gusto me das!… Ahora sí se conoce que la tiene amor.
¿Amor?… ¡Friolera!.... El moro Gazul fué para él un pelele, Medoro un zascandil, y Gaiferos un chiquillo de la doctrina.
¡Ay cuando la señorita lo sepa!
Pero acabemos. ¿Cómo te hallo aquí? ¿Con quién estás? ¿Cuando llegaste? Que…
Yo te lo diré. La madre de Doña Paquita dió en escribir cartas y mas cartas, diciendo que tenia concertado su casamiento en Madrid con un caballero rico, honrado, bien quisto, en suma cabal y perfecto, que no habia mas que apetecer. Acosada la señorita con tales propuestas, y angustiada incesantemente con los sermones de aquella bendita monja, se vió en la necesidad de responder que estaba pronta á todo lo que la mandasen… Pero no te puedo ponderar cuánto lloró la pobrecita, que afligida estuvo. Ni queria comer, ni podia dormir… Y al mismo tiempo era preciso disimular para que su tia no sospechára la verdad del caso. Ello es que cuando, pasado el primer susto, hubo lugar de discurrir escapatorias y arbitrios, no hallamos otro que el de avisar á tu amo; esperando que si era su cariño tan verdadero y de buena ley como nos habia ponderado, no consentiria que su pobre Paquita pasára á manos de un desconocido, y se perdiesen para siempre tantas caricias, tantas lágrimas y tantos suspiros, estrellados en las tapias del corral. A pocos dias de haberle escrito, cata el coche de colleras y el mayoral Gasparet con sus medias azules, y la madre y el novio que vienen por ella: recogimos á toda prisa nuestros meriñaques, se atan los cofres, nos despedimos de aquellas buenas mugeres, y en dos latigazos llegamos antes de ayer á Alcalá. La detencion ha sido para que la señorita visite á otra tia monja que tiene aquí, tan arrugada y tan sorda como la que dejamos allá. Ya la ha visto, ya la han besado bastante una por una todas las religiosas, y creo que mañana temprano saldremos. Pero esta casualidad nos…
Sí. No digas mas… Pero… ¿Con que el novio está en la posada?
Ese es su cuarto, (Señalando el cuarto de D. Diego, el de Doña Irene y el de Doña Francisca.) este el de la madre, y aquel el nuestro.
¿Cómo nuestro? ¿Tuyo y mio?
No por cierto. Aquí dormiremos esta noche la señorita y yo; porque ayer, metidas las tres en ese de enfrente, ni cabíamos de pié, ni pudimos dormir un instante, ni respirar siquiera.
Bien… A Dios. (Recoge los trastos que puso sobre la mesa, en ademan de irse.)
¿Y adónde?
Yo me entiendo… Pero el novio ¿trae consigo criados, amigos ó deudos que le quiten la primera zambullida que le amenaza?
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