El discipulado financiero. Peter J. Briscoe
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Название: El discipulado financiero

Автор: Peter J. Briscoe

Издательство: Bookwire

Жанр: Документальная литература

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isbn: 9788418961281

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СКАЧАТЬ una vida de celo, de autocontrol, de mansedumbre, de amor, de fidelidad y de devoción (Gl. 5:22, 23).

      Para ser sus discípulos, debemos andar como él anduvo.

      6. Un amor ferviente por todos los que son de Cristo

      “De este modo todos sabrán que sois mis discípulos, si os amáis unos a otros” (Jn. 13:35).

      Este es el amor que considera a los demás mejor que uno mismo. Es el amor que cubre multitud de pecados. Es el amor sufriente y amable. No se jacta, no se envanece.

      “El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad, sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta” (1 Co. 13:4-7).

      Sin este amor, el discipulado sería un ascetismo frío y legalista.

      7. La perseverancia constante en su Palabra

      “Si os mantenéis fieles a mis enseñanzas, seréis realmente mis discípulos” (Jn. 8:31).

      Un discípulo debe perseverar y continuar en el viaje durante toda su vida. Es bastante fácil comenzar bien, pero la prueba consiste en perseverar hasta el final. “Nadie que mire atrás después de poner la mano en el arado es apto para el reino de Dios” (Lc. 9:62).

      No basta con obedecer las Escrituras de vez en cuando. Seguir a Cristo conlleva una obediencia constante e incuestionable.

      8. La renuncia a todo para seguirle

      “De la misma manera, cualquiera de vosotros que no renuncie a todos sus bienes no puede ser mi discípulo” (Lc. 14:33).

      Esta es quizás la condición más impopular de las que pone Cristo para el discipulado y bien podría ser que fuera el versículo más impopular de toda la Biblia. Los agudos teólogos te darán mil razones para sostener que no quiere decir lo que dice, pero los discípulos sencillos la aceptan con alegría, dando por hecho que el Señor Jesús sabía lo que estaba diciendo.

      ¿Qué quiere decir renunciar a todo? Significa el abandono de todos los bienes materiales que no sean absolutamente esenciales y que pudieran usarse para la extensión del evangelio.

      Aquel que renuncia a todo no se vuelve perezoso; trabaja duro para cubrir las necesidades habituales de su familia. Pero dado que la pasión de su vida es promover la causa de Cristo, invierte en la obra del Señor todo lo que no requieran las necesidades comunes, y deja su futuro en sus manos. Al buscar primero el reino de Dios y su justicia, cree que nunca le faltará nada para satisfacer sus necesidades cotidianas.

      No puede, en toda conciencia, aferrarse a un dinero extra cuando hay almas que mueren por falta del evangelio. No quiere desperdiciar su vida acumulando riquezas que caerán en manos del diablo cuando Cristo regrese a por sus santos.

      Quiere obedecer el mandato del Señor de no acumular tesoros en el mundo.

      Uno de los versos del himno de Frances Havergal dice: “Que mis bienes dedicar yo los quiera a ti, Señor”. En 1878, cuatro años después de haber escrito este himno, la señorita Havergal escribió a una amiga: “El Señor me ha mostrado otro pequeño paso y, claro está, lo he dado con extremo deleite. Ahora ‘que mis bienes dedicar yo los quiera a ti, Señor’ significa enviar todos mis adornos a la Church Missionary House, incluyendo un mueble joyero que es digno de una condesa, donde los aceptarán y dispondrán de ellos por mí… Han empaquetado casi cincuenta artículos. No creo que nunca haya empaquetado algo con tanto placer”.

      Los obstáculos para el discipulado

      En su libro El verdadero discipulado, William MacDonald describe tres tipos de personas que buscan rutas de escape para el llamamiento, extremadamente desafiante, del discipulado.

      Esto queda representado en la historia que contó Jesús sobre tres candidatos a discípulos que permitieron que otras prioridades pesaran más que el seguimiento de Cristo. “Iban por el camino cuando alguien le dijo: ‘Te seguiré a dondequiera que vayas’. ‘Las zorras tienen madrigueras y las aves tienen nidos’, le respondió Jesús, ‘pero el Hijo del hombre no tiene dónde recostar la cabeza’.

      A otro le dijo: ‘Sígueme’. ‘Señor’, le contestó, ‘primero déjame ir a enterrar a mi padre’. ‘Deja que los muertos entierren a sus propios muertos, pero tú ve y proclama el reino de Dios’, le replicó Jesús.

      Otro afirmó: ‘Te seguiré, Señor; pero primero déjame despedirme de mi familia’. Jesús le respondió: ‘Nadie que mire atrás después de poner la mano en el arado es apto para el reino de Dios’” (Lc. 9:57-62).

      Vemos a tres individuos diferentes que están cara a cara con Jesucristo y sienten la compulsión interior de seguirle. Sin embargo, permitieron que otra cosa se interpusiera entre sus almas y la dedicación completa a él.

      Don Prisas

      Al primer hombre podríamos llamarle don Prisas. Se presenta voluntario con gran entusiasmo para seguir al Señor adonde sea. “Te seguiré a dondequiera que vayas”. Ningún precio sería demasiado alto; ningún camino demasiado arduo.

      Jesús le dijo: “Las zorras tienen madrigueras y las aves tienen nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde recostar la cabeza”. Es como si Jesús estuviera diciendo: “Ese hombre afirmaba que me seguiría a todas partes, pero, ¿estaba dispuesto a sacrificar las comodidades materiales de la vida? Las zorras viven más cómodamente que yo. Los pájaros tienen un nido que pueden considerar propio”. ¿Estaba aquel hombre dispuesto a sacrificar la seguridad y las comodidades de un hogar para seguir a Jesús?

      Según parece, ¡los bienes materiales eran más importantes para él que su dedicación a Cristo!

      Don Pausado

      Al segundo hombre podemos llamarle don Pausado.

      No es que mostrase un desinterés absoluto por el Señor o se negara a seguirle. Es que había algo que quería hacer antes. Puso sus propias exigencias por encima de las de Cristo.

      Fíjate en su respuesta: “Primero déjame ir a enterrar a mi padre”. Un hijo debe honrar a sus padres y, si un progenitor ha muerto, sin duda que es correcto que el hijo le proporcione un sepelio digno.

      Parece ser que aquel hombre no se dio cuenta de que después de escuchar el llamamiento de Jesús no debería haber pronunciado las palabras “Señor, primero…”. Si Cristo es Señor, debe ocupar el primer lugar. La tarea primordial de su vida debía ser propagar la misión de Cristo en la tierra.

      Según parece, ese era un precio demasiado alto para don Pausado.

      Si don Prisas ejemplificaba las comodidades materiales como un obstáculo para el discipulado, don Pausado nos puede hablar de un empleo o de una ocupación que toman precedencia sobre el motivo principal para la existencia de un cristiano. Sin duda que el empleo secular no tiene nada de malo. Dios quiere que trabajemos para cubrir nuestras necesidades y las de nuestra familia. Sin embargo, cuando llega el llamamiento debemos estar dispuestos a poner en primer lugar la misión de Cristo.

      Don Facilón

      Al tercer hombre podríamos llamarle don Facilón. Como el primero, se ofreció voluntario para seguir al Señor, СКАЧАТЬ