El discipulado financiero. Peter J. Briscoe
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Название: El discipulado financiero

Автор: Peter J. Briscoe

Издательство: Bookwire

Жанр: Документальная литература

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isbn: 9788418961281

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СКАЧАТЬ es la vida espiritualmente más satisfactoria del mundo, se puede afirmar con la misma certidumbre que será la más recompensada en la era venidera. “Porque el Hijo del hombre ha de venir en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces recompensará a cada persona según lo que haya hecho” (Mt. 16:27).

      William Borden, que nació en el seno de una familia estadounidense acomodada, asistió al Seminario de Princeton y se licenció en Yale. A pesar de su educación de clase alta, sus viajes por todo el mundo le revelaron la necesidad de Jesucristo que tenía el mundo pagano y decidió hacer que sus decisiones apuntasen a ese objetivo. Mientras Borden se formaba para una vida de servicio al pueblo de los Kansu en China, su corazón y su esfuerzo se centraron de maneras muy prácticas en las viudas, los huérfanos y los discapacitados de los callejones de Chicago. Borden, un hombre callado pero carismático, procuró con diligencia ganar a otros jóvenes universitarios para Cristo y para su servicio.

      Su llegada a Egipto en 1913 quedó marcada, trágicamente, porque contrajo meningitis espinal. La noticia de su muerte prematura a los 25 años de edad apareció en prácticamente todos los periódicos de Estados Unidos como testimonio de Cristo. Aunque desde el punto de vista humano “desperdició” su vida, tanto esta como su muerte han sido un testimonio y un reto incluso más allá de su propia generación: “el de tener a la vista los valores eternos”.

      Por lo tanto, el hombre realmente bendecido en el tiempo y en la eternidad es aquel que puede decir, como hizo William Borden: “Señor Jesús, por lo que respecta a mi vida, aparto mis manos. Te coloco en el trono de mi corazón. Cámbiame, límpiame, úsame como desees hacerlo”.

      Dallas Willard dijo: “El coste de no discipular es muy superior al coste de discipular. El discipulado es una ganga”. En otras palabras, Jesús no está hablando de hacer un sacrificio porque sea lo correcto; está hablando de un sacrificio que en realidad se convierte en una inversión que arroja dividendos.

      Jesús nos invita a que hagamos un análisis de costes/beneficios y a que tomemos una decisión sabia. El tipo de sacrificio al que nos llama Jesús no es aquel que nos deja sin nada, sino un sacrificio que se convierte en una inversión, igual que plantar cosechas que, al final, producen rendimientos centuplicados.

      ¡Nos llama a invertir! Nos dice que lo vendamos todo, como el mercader que encontró la perla de gran precio y vendió todo lo que tenía para “comprar” el reino, ¡porque de hecho tiene un valor infinitamente superior a todo lo que tenemos ahora!

      Jim Elliot, el misionero que fue a Ecuador y que perdió la vida a manos de los mismos indios a los que estaba predicando el evangelio, dijo: “No es un necio el que entrega lo que no puede conservar para obtener lo que no puede perder”.

      Es decir, que el discipulado no consiste en el sacrificio. Al principio nos da la sensación de que es así, porque damos todo lo que tenemos para obtener el reino, pero al final la vida que recibimos es muchísimo más valiosa que cualquier sacrificio que hayamos hecho. “Apostarlo todo” al reino es un negocio fabuloso; no hay necesidad de diversificar la cartera de valores. En otras palabras, el discipulado de Jesús es la mejor oportunidad de inversión que pueda tener jamás un ser humano.

      El misionero C. T. Studd exclamó: “Si Jesucristo es Dios y murió por mí, ningún sacrificio que yo pueda hacer por él será demasiado grande”.

      ¿Puedes repetir estas palabras del maravilloso himno de Isaac Watts, “La cruz sangrienta al contemplar”?

      ¿Y qué podré yo darte a Ti

      a cambio de tan grande don?

      Todo es pobre, todo ruin.

      Toma, ¡oh Dios!, mi corazón.

      3 Los términos del discipulado

      Estos son los términos del discipulado tal como los estipuló el salvador del mundo.

      1. Arrepentirse y creer

      “Se ha cumplido el tiempo —decía—. El reino de Dios está cerca. ¡Arrepentíos y creed las buenas nuevas!” (Mc. 1:15).

      Jesús inició su ministerio público con un llamamiento muy claro al arrepentimiento. Debíamos apartarnos de nuestros viejos caminos, que eran diametralmente opuestos a los caminos del reino. Tenemos que confesar nuestros pecados, aceptar que Jesús pagó el precio por cada uno de ellos mediante su muerte y su resurrección, y creer las estupendas noticias que Jesús quiere aportar a nuestras vidas. Estas son las condiciones de acceso al nuevo reino del que somos ciudadanos.

      2. Un amor supremo por Jesucristo

      “El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí” (Mt. 10:37).

      Esto no quiere decir que debamos albergar animosidad o mala voluntad en nuestros corazones hacia otros, sino que nuestro amor por Cristo debería ser tan grande que todos los demás amores, en comparación, fueran hostiles. En realidad, la frase más difícil en este pasaje es la expresión “y a su propia vida”. El amor por uno mismo es uno de los obstáculos más recalcitrantes en el camino del discipulado.

      Hasta que no estemos dispuestos a poner nuestra vida misma por él, no estaremos en el lugar en que Dios quiere que estemos.

      3. La negación de uno mismo

      “Si alguien quiere ser mi discípulo, tiene que negarse a sí mismo, tomar su cruz y seguirme” (Mt. 16:24).

      La negación de uno mismo no es sinónimo de austeridad. Esta significa renunciar a determinados alimentos, placeres o bienes. La negación de uno mismo supone una sumisión tan completa al señorío de Cristo que el yo no tiene derechos ni autoridad alguna. Significa que el yo se baja del trono.

      Este concepto queda expresado en palabras de Henry Martyn, uno de los primeros misioneros a India y a Persia: “Señor, no me permitas tener voluntad propia, ni pensar que mi felicidad genuina depende ni en el menor grado de cualquier cosa externa que pueda suceder; sino que consiste enteramente en adaptarme a tu voluntad”.

      4. La elección deliberada de la cruz

      “Dirigiéndose a todos, declaró: Si alguien quiere ser mi discípulo, que se niegue a sí mismo, lleve su cruz cada día y me siga” (Lc. 9:23).

      La cruz no es una enfermedad física ni angustia mental; estas son cosas comunes a todos los hombres. La cruz simboliza la vergüenza, la persecución y el abuso que el mundo apiló sobre el Hijo de Dios, y que el mundo echará también sobre todos los que decidan ir contracorriente. Cualquier creyente puede eludir fácilmente la cruz al adaptarse al mundo y a sus caminos, pero esto no te permitirá seguir a Jesús. Su camino es otro distinto.

      5. Una vida dedicada a seguir a Cristo

      “Al irse de allí, Jesús vio a un hombre llamado Mateo, sentado a la mesa de recaudación de impuestos. ‘Sígueme’, le dijo. Mateo se levantó y lo siguió” (Mt. 9:9).

      Para entender lo que significa esto, solo tenemos que preguntarnos: “¿Qué caracterizó la vida del Señor Jesús?”.

      Fue una vida de obediencia a la voluntad de Dios.

      Fue una vida vivida en el poder del Espíritu Santo.

      Fue una vida de servicio altruista a otros. СКАЧАТЬ