El 68 en el cine mexicano. Olga Rodríguez Cruz
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Название: El 68 en el cine mexicano

Автор: Olga Rodríguez Cruz

Издательство: Bookwire

Жанр: Документальная литература

Серия:

isbn: 9786079465322

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СКАЧАТЬ la teoría del boicot de las Olimpiadas con el movimiento. El 68 es de jóvenes rebeldes, no satisfechos con la injusticia que se ve. El movimiento del 68 no floreció, lo callaron, hubo cambios sociales, culturales y políticos, pero no suficientes, de tal manera que seguimos observando a gente muy rica y al pobre no se le aleja de la ignorancia, el vicio y la rapiña. Ese no era el espíritu de la Constitución de 1917, que tenía como principio que se moderara la opulencia y la indigencia; eso no sea conseguido en nuestro país.

       Ramón Aupart

      Me enteré de que el 2 de octubre Leobardo había sido detenido en el Campo Militar número 1. Yo trabajaba en los Laboratorios Cinematográficos México. Ahí se sabía que él había participado en el movimiento estudiantil; pasaron ocho días para que nosotros supiéramos. Recuerdo bien que su esposa, Geraldine Novelo, le llevaba de comer al campo militar. Esto lo supe porque Leobardo iba a editar sus trabajos a los laboratorios.

      Cuando lo dejaron libre llegó al laboratorio, y curiosamente estaba ahí Demetrio Bilbatúa,9 quien hacía documentales para la presidencia. Bilbatúa le dijo: «Oiga, Leobardo, sé que ha filmado el material del movimiento, me gustaría conocer lo que ha hecho ¿por qué no me enseña?, lo invito a mi casa». Él vivía en el pedregal de San Ángel, tenía una sala con 60 butacas, era un cinito profesional; parece que tenía un equipo de 16 y 35 mm, es decir, no se andaba con cuentos. Entonces Leobardo comentó: «Le llevo el material, pero si los granaderos llegan no respondo». Entonces Bilbatúa le contestó: «No, no quiero saber nada, a mí no me interesa verlo, no quiero que me comprometan, que me investiguen».

      En ese momento le comenté a Leobardo que, si tenía la película, se la editaba gratis; que sería un mes de trabajo constante… pero no fue así, nos tardamos un año.

      López Arretche comentaba que Demetrio Bilbatúa había filmado desde el helicóptero las manifestaciones.

      Los estudiantes no le podían hacer nada, lo único que alcanzaban a observar era que los estaban fotografiando, y en respuesta los alumnos detuvieron la marcha y se acostaron en la avenida y escribieron la palabra «Puto» para que los vieran. Los fotógrafos oficiales eran abucheados o golpeados, no se acercaban si no era por aire y desde lugares clave, desde los que se podía filmar la manifestación.

      El grito fue una gran labor, la escuela de cine tenía un equipo muy viejo, a pesar de que se había fundado en 1963. El grito se editó en una consola muy grandota, de la época de la Segunda Guerra Mundial. Por otro lado, el adelanto del sonido magnético que se le dio fue con unas pastillas hechas a mano; no era profesional. En este proceso de sonido, la cabeza tiene que caer en el área de reproducción correcta, tocar solamente la película, no presionarla, en fin, cuestiones de técnica cinematográfica.

      Leobardo tenía ya un orden cronológico y había seleccionado lo mejor de los discursos de ese día, durante esa semana o de ese mes. El grito fue hecho en 16 mm en formato pequeño, de 32 x 2. Fue difícil hacer el seguimiento, la calidad de la película no era tan buena como lo es ahora, no se podía fotografiar a 24 por segundo, sino que se tomaba a una velocidad menor pero no se perdía la sincronía. A pesar de eso, yo creo que la película tiene una enorme carga emotiva y ha permitido que tenga aceptación en los lugares donde se proyecta.

      Se reubicaron tomas, teníamos aproximadamente nueve o diez horas filmadas, y éstas se redujeron a 1:40, pero no fue eliminado material valioso. Lo que sí se omitieron fueron todas aquellas imágenes que había que explicar o no se veían claramente, no por otra cuestión; al contrario, ejercíamos nuestro propio derecho de libertad de expresión.

      En el trabajo de filmación participó mucha gente capaz e incapaz, algunas imágenes se perdieron por la falta de conocimiento de los muchachos; el ponerla siempre fija y echar andar la cámara, había demasiados elementos que estaban fuera de foco, no se podía visualizar lo que sucedía, teníamos que platicarlo, los soldados salían de Palacio Nacional, se veía el Palacio pero no a los soldados, que estaban fuera de foco.

      Un dato muy importante en El grito es la participación de Roberto Sánchez Martínez, al lado de Leobardo, ellos fueron los alumnos más asiduos de la escuela de cine.

      En este documental los espectadores son protagonistas, los protagonistas ahora son espectadores de un material que incluso estuvo censurado. La película se terminó de editar entre diciembre de 1969 y principios de 1970. Nos llevó un año; editábamos desde las siete hasta las diez de la mañana, y posteriormente yo tenía que trabajar profesionalmente para ganar la subsistencia, luego retomábamos a las nueve de la noche y hasta la una o dos de la mañana. Recuerdo que enfrente del CUEC había unas patrullas; no existía en esa calle otro centro universitario, nos vigilaban, pero de nada servía porque llegábamos antes que ellos y salíamos después de las nueve de la noche.

      En ese año era posible pensar todo, en tiempo reciente habían baleado a un agente de la policía y era probable que estuvieran supervisando la zona, pero también existía la idea de que esos señores tenían orden de parar inmediatamente cualquier manifestación que se diera. Poco antes de terminar la edición de El grito hubo un evento grave. Estaba dormido en mi casa, en la calle de Campesinos en la colonia Esmeralda de Ermita Iztapalapa; escuché el timbre y mi mujer salió. Era Leobardo. Yo vivía en el primer piso, me levanté no vi ningún desorden. Leobardo me dijo: «No te vayas a presentar mañana, porque acaban de asaltar la escuela, golpearon al de la casa, abrieron la bodega donde guardábamos el equipo, se robaron la grabadora, se llevaron la cámara de foto fija». Le pregunté por El grito. Él me contestó: «Eso era lo que andaban buscando, pero no lo encontraron».

      Habíamos puesto las bandas de imagen, música, diálogo y narraciones, todo estaba preparado para ir a la regrabación, nos hacía falta el último rollo que encontramos, sacamos la película y González Casanova, el director de la escuela de Cine, le llevó el material a una señora. Ya estaba a salvo, pues preveíamos esta situación del robo y decidimos trabajar con un duplicado, mientras que el negativo original lo teníamos protegido. Pero repetir un año de trabajo no es nada fácil.

      Desde 1970 hasta un año antes de que saliera Luis Echeverría, el documental estuvo oculto. No fue por voluntad de la dirección del Centro, ni de las autoridades universitarias que se exhibió, pudo mostrarse gracias a que Guillermo Díaz Palafox, amigo de Leobardo, consiguió una copia a través de la Embajada de Cuba.

      Antes de morir, Leobardo López regaló unas copias a sus más íntimos amigos; personas en las que verdaderamente podía confiar, para que tarde o temprano El grito dejara de estar enlatado y viera la luz. Uno de estos personajes es Paul Leduc, aunque no fue él quien lo proporcionó. Guillermo se enteró de que Leobardo le había otorgado un duplicado al que era el encargado cultural de la Embajada de Cuba en ese momento y este funcionario se la dio.

      Díaz Palafox exhibió por primera vez El grito de manera clandestina, sin autorización de la escuela, en el Instituto Politécnico Nacional (IPN) y posteriormente en la Facultad de Ciencias. Estuve en esta última. No sabía que no la controlaba el CUEC. Yo no había visto la película con auditorio. La gente la tomó muy dolorosamente, de pronto se escuchaban unos sonidos que asentaban una queja, se veían afectados por lo que veían. Guillermo Díaz Palafox fue el primer alumno expulsado de la Escuela de Cine por este hecho.

      Al observar aquella proyección, pude constatar que había dos imágenes que habíamos omitido y que no se habían respetado. En la primera se veía claramente a un estudiante que era perseguido por unos soldados, después un militar y se escuchaba un quejido; esta escena era interpretada como que el soldado había sido el agresor, enseguida se observaban alumnos ensangrentados ya sin sus libros. Me sorprendí aún más al observar la segunda toma, porque aparecía la intervención СКАЧАТЬ