Memorias de posguerra. Garcia Manuel Emídio
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СКАЧАТЬ Usted había publicado algún texto en la revista Hora de España.

      R.: Así es.

      P.: José Bergamín tuvo importantes iniciativas literarias en México.

      R.: Así fue. Promovió la revista España Peregrina (1940), actividades en la Casa de la Cultura Española, la Editorial Séneca, etc.

      P.: Hubo buenas relaciones entre los mexicanos y los españoles.

      P.: La solidaridad mexicana era amplia.

      R.: Claro. Nosotros estábamos para servir a todos.

      P.: Usted colaboró con Juan Rejano en la revista Romance.

      R.: Sin lugar a dudas. En la revista Romance coincidí con Manuel Altolaguirre, José Herrera Petere y Emilio Prados.

      P.: ¿Colaboró usted con el escritor Juan Larrea?

      R.: Sí. Larrea fue el director de la revista Cuadernos Americanos. Allí publiqué algún cuento. Con José Bergamín estaban Gallegos Rocafull y el filósofo García Bacca.

      P.: ¿Trabajó también en el cine mexicano?

      R.: Colaboré en el filme La ilusión viaja en tranvía (1953), de Luis Buñuel. Estaba basada en un cuento mío. Hice la adaptación cinematográfica. Altolaguirre se ocupó de la producción. Y Buñuel la dirigió.

      P.: Usted fue amigo del escritor Manuel Altolaguirre

      P.: Altolaguirre estaba casado con la escritora Concha Méndez.

      R.: Así es. Aquí vive con su hija Paloma, en la calle Tres Cruces de Coyoacán. Hace tiempo que no les veo. Tampoco a Palomita que es una buena grabadora. No hemos citado a Pla y Beltrán. Lo conocí en Valencia. Silvestre Revueltas vivió con Pla y Beltrán en Valencia durante la guerra civil española. Había otro muchacho, Bernardo Clariana que se exilió en Nueva York. Era un joven poeta muy amigo de Octavio Paz.

      P.: A José Renau lo trató en México.

      R.: A Renau lo quise mucho. Era un buen compañero. Tuve con él una relación muy cordial.

      P.: Octavio Paz apoyó mucho a los escritores españoles.

      R.: Sobre todo a Gil-Albert y a Ramón Gaya.

      P.: Hubo una crítica de Ramón Gaya en la revista Taller sobre José Guadalupe Posada que creó un cierto malestar.

      R.: No es que no haya gustado. En realidad Posada es un gran artista popular. No sé como decirle. En todas partes pasa lo mismo. Yo me pregunto ¿quién conoce a Ramón Gaya en España?

      P.: Ahora es más conocido.

      R.: En esa época el primero que hace un elogio de Posada es Diego Rivera. In illo tempore. Hace años. Y si alguien habla de Posada y de su vida –corta, por cierto– y de los 20.000 grabados que hizo y el trabajo forzado de operario, merece mucho respeto. Se puede hablar de Posada lo que quieras pero fuera del círculo de contemporáneos esa crítica no llegó al pueblo. Es una cuestión de cierto gusto. Un grabador auténticamente popular. La obra de Posada está por encima de cualquier crítica. Para hablar de Posada hay que pensar en su tiempo, cómo trabajaba, al pie de la imprenta y haciendo trabajos de encargo. Posada merece una película. A ver si un día la hacemos. Ramón Gaya personalmente, buen amigo, tenía un criterio diferente.

      P.: Ramón Gaya y José Renau tuvieron una gran polémica sobre el cartel durante la guerra española.

      R.: No lo sabía. Soy amigo de ambos. No debemos intervenir en las divergencias de opiniones de los intelectuales. Ahora bien cuando el tema tiene una repercusión popular es otra cosa. Nosotros debemos dejarles que discutan.

      P.: ¿Los escritores españoles se integraron en la cultura mexicana?

      R.: Algunos se integraron bien. Integrados realmente es difícil decirlo. Es curioso pero los que más se integraron a este país, de corazón, fueron los andaluces. ¿Se ha fijado? Manuel Altolaguirre, Emilio Prados, Juan Rejano se adaptaron bien. José Bergamín les llamaba los «garabitos».

      P.: Sin embargo creo que los artistas lo tuvieron más difícil.

      R.: Sí, fue más difícil. Aquí vinieron muchos pintores españoles: Enrique Climent, Miguel Prieto, Arturo Souto. Creo que Miguel Prieto se integró mejor como diseñador gráfico en los periódicos. Quizás, por su trabajo diario, no pudo desarrollar mejor su obra pictórica. A Rodríguez Luna le fue mejor. Compaginó bien sus clases con sus pinturas. Integrarse en otro país nunca es fácil.

      P.: ¿Qué aportó el exilio español a México?

      R.: Para la idea del mundo que yo tengo y para cambiar las cosas de historias pasadas la emigración siempre es buena. A mí gustaría que el mundo tuviera una raza única. Imagínese el cambio que habría en el mundo si los arios fueran a África y los negros a Alemania. Ese sí que sería un cambio.

      Entrevista realizada en la ciudad de México el 19 de septiembre de 1981.