Memorias de posguerra. Garcia Manuel Emídio
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      R.: No soy el mejor testigo de esa experiencia. Desde luego el comisario y encargado de nuestra delegación fue José Mancisidor. Con nosotros venían el músico Silvestre Revueltas y Fernando Gamboa que era el editor y director de la revista histórica Frente a Frente. Era un gran organizador. Asistió asimismo el escritor Octavio Paz, como invitado. No sabría decirle cómo lo invitaron. Él ha escrito que estaba en el Sureste de México y que recibió la invitación a través de una carta. También venían el escritor Juan de la Cabada y María Luisa Vera, una profesora que pertenecía a la sección de Pedagogía de la Liga. Porque esta organización en un momento dado se abrió también a recibir a los maestros.

      R.: Pero Carlos Pellicer no era miembro de la Liga. Él fue invitado porque era un gran poeta. No nos acompañó en el viaje. Viajó aparte. Carlos Pellicer era un poeta católico pero con sentimientos antifascistas completos.

      P.: Como José Bergamín.

      R.: Sí, seguramente. Octavio Paz tampoco era miembro de la Liga.

      P.: Pero Octavio Paz era entonces de izquierdas.

      R.: Mire, yo no conocía a Octavio Paz. Puedo decir que nunca conocí bien a Octavio Paz. Solo lo conocí hasta que lo traté en Valencia. Por entonces había escrito un par de libros: Bajo tu clara sombra (1937) y La raíz del hombre (1937). Era además un joven apolíneo. Recién casado con Elena Garro, su primera mujer que lo acompañó a España, como Fernando Gamboa también recién casado con Susana Stell, una norteamericana muy bella y de gran corazón. Fue una colaboradora imprescindible de la actividad de Fernando Gamboa en esos años. Olga y yo sentimos un gran aprecio a ambos.

      P.: ¿Cómo fue el viaje de México a España?

      R.: Fui invitado como miembro de la Liga. Creo que fue José Mancisidor quien promovió mi invitación. Porque veníamos casi juntos de Xalapa y un día nos encontramos con Fernando Gamboa en la sección de Artes Plásticas de la Liga de la que yo había sido el jefe al principio del Gobierno de Lázaro Cárdenas (1934-40). Puesto que había dejado para dedicarme a pintar. Fernando Gamboa y yo teníamos una buena amistad. Él era un hombre capitalino con conocimiento del mundo del arte. A Fernando Gamboa se le ocurrió la exposición de Cien Años de Grabado Político Mexicano. Allí empezó, por nuestra parte, el destripadero de libros con grabados. En la biblioteca de mi familia había un ejemplar de Los mexicanos pintados por ellos mismos, con litografías del siglo XIX. Un rarísimo ejemplar con una descripción de los personajes de la época. De allí arrancamos las páginas que hicieron falta para la exposición. Fernando, por su parte, consiguió asimismo muchas estampas de la prensa mexicana y periódicos políticos del siglo XIX. Grandes litógrafos que tuvimos en el siglo pasado como Evodio Escalante y Picheta, seudónimo de Gabriel Vicente Gahona.

      P.: ¿Gabriel Gahona entre ellos?

      R.: En ese tiempo Gahona no era tan conocido. Picheta el grabador yucateco era más conocido. Pero teníamos las revistas del XIX como La Orquesta, El Ahuizote, El hijo del Ahuizote Don Bullebulle, etc. Toda esa herencia de gráfica política que nos dejó el liberalismo mexicano del siglo XIX. Por esas fechas existían, asimismo, grandes grabadores contemporáneos como Leopoldo Méndez, Alfredo Zalce, Pablo O’Higgins, etc. Con la audacia propia de Fernando Gamboa arramblamos con todo para España y como teníamos el apoyo de la Secretaría de Educación Pública (SEP) nos lanzamos en automóvil –un antiguo Ford negro– y cruzamos la frontera mexicana y nos fuimos a Nueva York. Un largo viaje. Tenía una fotografía –que le regalé al escritor José Revueltas y la perdí– en la que aparecía el músico Silvestre Revueltas con una cachucha de chófer de visera, sentado en Monterrey. Así hicimos todo el viaje. Y así nos hicimos grandes amigos gentes que apenas nos conocíamos.

      P.: ¿Quiénes iban en ese viaje?

      R.: Todos los escritores y artistas citados menos Carlos Pellicer.9 Hicimos la ruta con diversas paradas. Al llegar a Nueva York nos embarcamos. No recuerdo el nombre del barco. Hicimos una travesía plena de alegría. Al llegar a París nos encontramos al Coronel Adalberto Tejeda que era el embajador de México en Francia (1935-37). Antes había sido Gobernador de Veracruz. Un radical de izquierdas. Una izquierda no partidista. Con Garrido Canavas y Garrido Puerto había formado un triunvirato de gobernadores que habían constituido el Partido Socialista del Sureste. Que era de un radicalismo casi anarquista. El Coronel Adalberto Tejeda nos recibió en París. Era un hombre apasionado por la música. Un personaje interesante. Sólo conocía a José Mancisidor pues ambos eran de Veracruz. Y así estuvimos hasta cruzar la frontera.

      P.: ¿Cómo fue el viaje a España?

      R.: Tengo vagos recuerdos del viaje. España me embargaba. Veía tantas cosas… Sí que recuerdo cuando llegamos a Valencia y la Embajada de México nos mandó a alojarnos en una Residencia que tenía por el Puerto de Valencia. En el Grao. Allí empezamos a distribuirnos. Los que íbamos sin mujer éramos Juan de la Cabada y yo. Nos alojamos en una terraza con un techo de cristal. Así cuando pasaban los bombardeos salíamos corriendo y veíamos pasar los aviones italianos y los fogonazos de las baterías antiaéreas. Estábamos extasiados viendo aquello.

      P.: ¿Qué recuerdos tiene de Valencia?

      R.: Mire, no era el tiempo para fijarnos en la ciudad. Sí recuerdo, sin embargo una portada barroca excelente de un museo.

      P.: ¿El Palacio del Marqués de Dos Aguas?

      R.: Sí, ese mismo. En fin… los recuerdos se pierden al paso de los años. Había tal excitación en la calle. Veías a los jóvenes milicianos que regresaban heridos del frente. Veías a la gente con esos monos que llevaba todo el mundo. Creo que eran de color verde. Bueno, los primeros días no vimos prácticamente nada, pues estuvimos ocupados en montar la exposición en el Ateneo Popular de Valencia. Fue entonces cuando apareció José Renau. Entre todos montamos la muestra de Cien Años de Grabado Político Mexicano. Creo que llevamos como cincuenta o sesenta grabados. Unos antiguos y otros contemporáneos. Quizás Fernando Gamboa se acuerde. Él había encontrado un grabado político alusivo a la guerra de la independencia. Un grabado del siglo XVIII. Presentamos la exposición frente a la Plaza de Emilio Castelar. Por allí, más o menos. Recuerdo un gran calor de amistad de los valencianos.

      P.: ¿Tiene alguna anécdota de aquella estancia?

      R.: Pues sí. De la residencia donde estábamos. La casa tenía un baño común. Allí me encontré a un señor muy educado que salía del baño con las manos temblando. Como si tuviera el mal de Parkinson. Luego me enteré que era el que les había cosido la boca a los mineros rebeldes de Asturias con alambre. Había falangistas y monárquicos españoles refugiados en la Embajada de México. Nunca se les veía. Muchos franquistas habían recurrido al refugio de la Embajada de México porque era de las más seguras. Creo que todas las Embajadas eran seguras pues la República española no había violado el espacio de ninguna embajada extranjera.

      P.: ¿Quién era el embajador de México en España?

      R.: El embajador de México en España don Ramón de Negri. Era un mexicano que había sido distinguido durante la Revolución mexicana, tenía como hijastro con una dama argentina a Carlos de Negri un periodista notorio en México porque era nefasto. Lo vimos en Barcelona. Llevaba el brazalete de las Juventudes Socialistas Unificadas de Cataluña haciendo cosas que denigraron a su pobre padre.

      P.: ¿A quién conoció en España?

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