Tao Te King. Gastón Soublette
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Название: Tao Te King

Автор: Gastón Soublette

Издательство: Bookwire

Жанр: Документальная литература

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isbn: 9789561427983

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СКАЧАТЬ imperiales posteriores a él.

      Mitología e historia

      Naturalmente, como no hay pruebas de la existencia de los santos soberanos de la prehistoria, las mentalidades positivistas se detienen ante la imposibilidad científica de certificar los hechos narrados por los historiadores conforme a la tradición sobre esas edades lejanas, y dan crédito solo a la inmediatez histórica científicamente acreditada.

      No obstante, y en abono de la mitología, cabe considerar que la existencia de dichos soberanos sabios y santos es como la viga maestra de la cultura china, tanto para la escuela confuciana como para la escuela taoísta, y ante ese hecho irrecusable, cabe preguntarse: ¿qué sentido o valor puede tener que un investigador contemporáneo afirme o suponga que los grandes hombres del pasado remoto no existieron, dado que, por otra parte, bajo la influencia de esos supuestos inexistentes, los pueblos han orientado su vida por milenios?

      A este respecto, cabe observar que en la historia no se registra el caso de una gran cultura que no haya tenido su raíz en la fuerza espiritual de algún o algunos fundadores dotados de una virtud eminente absolutamente excepcional para la medida humana. Pero este dilema no se solucionará con nuevos descubrimientos arqueológicos en la esperanza de hallar algún vestigio que acredite la existencia de aquellos santos varones, aunque se produzcan en el futuro (como fue el caso de la dinastía Yin, cuya existencia quedó recientemente acreditada por la arqueología), sino en la superación de las muchas limitaciones de que adolece el paradigma científico moderno. Una cultura es un orden, un mundo en cuyo marco los pueblos realizan su destino histórico. Ahora bien, ese orden supone la operación de un principio ordenador de carácter trascendente, espiritual, creativo. Ese principio ordenador no surge espontáneamente de las costumbres del pueblo, ni de una planificación llevada a cabo por un equipo de notables. Siempre emana concentradamente de un hombre, y la cultura resultante viene a confundirse en sus orígenes con la vocación singularísima de ese o esos hombres que obraron como mediadores entre lo invisible arquetípico y lo visible contingente. Así, el fenómeno mismo de la cultura supone necesariamente la existencia de esa categoría de seres.

      Los principios

      Inserta la doctrina del Tao Te King en su verdadera problemática histórico-cultural, se establece una perfecta coherencia entre esa problemática y los principios del taoísmo primitivo tal como han sido expuestos en ese libro. Así, si la disidencia de Lao Tse con respecto a la sabiduría civilizadora de la dinastía Tchu consistió, como se dijo antes, en oponer a esa sabiduría el modelo del Imperio de las épocas aborígenes, es en referencia a dicho modelo arcaico de sociedad y de tipo humano que debemos entender lo que en este libro se quiere significar con las expresiones Tao, Virtud (Te), no-obrar, simplicidad, espontaneidad, Cielo y Tierra, Sabio, iluminación, santo soberano, Unidad, fuerza y debilidad, retorno, rigidez y flexibilidad.

      El Tao de Lao Tse es el sentido del mundo presente en toda cosa y en todo acontecimiento. El hombre primitivo capta ese sentido por intuición en una experiencia directa del entorno y de sí mismo. Tal es su única posibilidad de vida. Pero el sentido del mundo se capta en el movimiento, en las mutaciones de todo acontecer. Este movimiento, que en la naturaleza es de una variedad infinita, tiene sin embargo una estructura, una ley interna, captada la cual, puede ser discernido, entendido en su dirección y desarrollo y asumido. Esa estructura o ley interna del movimiento es de naturaleza dialéctica, vale decir, está constituida por dos principios o polos, uno oscuro y suave, y otro luminoso y fuerte, los que en tiempos de Confucio tomaron los nombres de Yin y Yang, respectivamente. La comprensión de la acción alternada de ambas polaridades en la vida es la perfección de la sabiduría. Permite entender el sentido de todo acontecer y estar siempre a la altura de cualquier situación. Tal es la esencia de toda sabiduría primitiva y la urgente necesidad de todo hombre primitivo.

      Pero este Tao de Lao Tse no es solo el sentido del mundo, sino también el principio único, el Uno, que se sitúa antes del mundo manifestado y su dinámica bipolar (la Gran Unidad de Confucio), el ser puro e inmutable, premisa de todo. De este Uno emana la vida, a modo de una virtud o poder (en chino, Te) que forma y sostiene a todos los seres, de manera que todo cuanto existe es lo que es y cumple en el conjunto la función que cumple por la acción de la virtud formadora del principio único. Y justamente el Tao, como sentido del mundo, se hace perceptible en la operación de Te, su Virtud.

      El santo o sabio es el hombre dotado de Te, el miembro de la tribu en quien se manifiesta de un modo excepcional esa Virtud del Tao. Sus altas cualidades son el trasunto espontáneo de ese poder conferido de lo alto, y no el fruto de un esfuerzo (moral) por ajustarse a los cánones de comportamiento que son propios del orden civilizado.

      Inserto en el orden nativo del mundo, el hombre tiene como supremo imperativo conocer ese orden e integrarse a él. En eso consiste el verdadero conocimiento. En ese sentido, el comportamiento sabio es lo que Lao Tse llama el no-obrar, vale decir, el no interferir, pues en el supuesto de que el orden nativo es perfecto, ningún expediente derivado de la inventiva humana puede igualarlo ni reemplazarlo, de modo que toda iniciativa de acción generada en un proyecto personal de vida independiente de toda consideración trascendente es, a la postre, una alteración del orden, y toda alteración del orden trae confusión, sufrimiento y muerte.

      La vida ejecuta su tarea sin actuar. Es como un impulso global que opera sobre una totalidad y no en referencia a seres o situaciones considerados aisladamente. El no-obrar es, en este sentido, un trasunto del comportamiento de Te en la conducta humana.

      Esta vida, que es la Virtud del Tao, forma, nutre y perfecciona a las creaturas, dándoles lo que les falta para completarlas, pero sin hacer acepción de personas. Lo hace igualmente con el bueno como con el malo. En la observación de este hecho se halla la base de una sabiduría ética natural, que no hace acepción de personas, diferente de la moral civilizada basada en la artificiosa ciencia del Bien y del Mal. Originalmente, según Lao Tse, no existen el Bien ni el Mal. El Bien racionalmente formulado es un artificio que violenta la vida. Por eso el incremento del Bien lleva siempre aparejado un incremento proporcional del Mal. Tantos más hombres de moralidad superior se destacan, tantos más ladrones y asesinos surgen. Tanto más perfectas son las leyes, tanta más confusión y degradación moral habrá.

      El Sabio se atiene a la simplicidad. Establecerse en el conocimiento verdadero del mundo, amar y servir a los hombres son su razón de existir, pero no en nombre de la moral sino por espontánea inclinación. Frente a la omnipotencia del Uno inmanifestado, su respuesta es la humildad. Todo engrandecimiento personal, toda manipulación de la vida contradice el sentido del mundo, y todo lo que contradice el sentido del mundo perece rápidamente.

      La suprema manifestación de la dialéctica universal es el par Cielo y Tierra. Entre ambos está el hombre y sobre todos está el Tao. Hay un Tao del Cielo y un Tao del hombre. El Tao del Cielo es otro modo de nombrar el sentido del mundo. El Tao del hombre tiene un sentido peyorativo, como un comportamiento no ajustado al Tao. Tal es por excelencia el comportamiento del hombre civilizado.

      Del hombre que conoce el sentido del mundo se dice que está iluminado. Tal es la condición del Sabio. Los grandes sabios nacen iluminados, pero la iluminación se puede cultivar por medio del yoga taoísta. En esencia, este yoga consiste en vaciarse de todo deseo y pretensión y asumir la simplicidad y la humildad que son inherentes al ser humano. En este vaciamiento personal, el hombre deja actuar en sí mismo a la Virtud del Tao.

      Ese estado constituye la paradójica debilidad taoísta, actitud fundamental en la vida que consiste en preferir la frágil flexibilidad de la caña a la rígida robustez de la encina. Corresponde a una conducta en la que el polo Yin materno recupera su lugar ante la avasalladora hegemonía del polo Yang, exigida por la empresa civilizadora. Ambos polos suponen una constelación de virtudes que son propias de su esfera de acción, y justamente la civilización se construye cultivando en los hombres las virtudes paternas de la creatividad, el intelecto y la acción, en tanto que la vuelta a la armonía СКАЧАТЬ