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СКАЧАТЬ entusiasmo y adhesión a la filosofía china fue tal, que al fin hasta pudo dudarse de su ortodoxia cristiana. En el ensayo antes mencionado se puede apreciar el respeto y la apertura de espíritu con que este gran sinólogo enfrenta el mensaje de Lao Tse aun en sus expresiones más aparentemente incompatibles con la cosmovisión occidental. Con todo, su adhesión al confucianismo le impidió ver que el filósofo taoísta Tchuang Tse, en numerosos pasajes de ficción de sus escritos, deja a Confucio en mala postura, ya sea poniendo en boca de este discursos en que aparece reconociendo la superioridad del taoísmo en una controversia, o, convertido al taoísmo, impartiendo enseñanzas que son propias de esa escuela, a lo cual se agregan no pocos pasajes irrespetuosos para el maestro y sus discípulos. Resulta pues curioso que Wilhelm, ante la evidencia de este flagrante rechazo del confucianismo que, por momentos, se vuelve violento en los escritos de Tchuang Tse, diga que este filósofo veneraba a Confucio como a un gran maestro. Este es el caso típico de error subjetivo en un gran investigador, error que cualquier lector medianamente informado podría detectar sin que para eso se requiera tener la competencia de un Wilhelm.

      Entre los católicos (León Wieger, Carmelo Elorduy) se observa que no resisten la tentación de agregar en sus interpretaciones y comentarios algunas reflexiones impertinentes, y por demás ingenuas, para advertir al lector de los peligros que implican algunos asertos de Lao Tse, exponiendo como contrapartida lo que sobre el particular enseña la “sana doctrina católica”, en circunstancias que lo que podría ser más peligroso en el taoísmo, cual es su crítica radical a la civilización como fenómeno humano, no parece inquietarlos. En este sentido, está claro también que León Wieger y otros investigadores católicos no han podido seguir al taoísmo hasta sus verdaderos extremos por razones de formación doctrinaria.

      Entre los más desprejuiciados cito aquí al notable sinólogo inglés Arthur Walley, quien, aunque libre de prejuicios en muchos aspectos, ha caído en el prejuicio mayor de calificar al taoísmo de quietista, introduciendo la confusión en lo que es la cosmovisión de Lao Tse, con toda la carga negativa y equívoca que la palabra quietista tiene para la mentalidad activista occidental. El ensayo que escribió a modo de prólogo a su traducción (histórica, según él) del Tao Te King, con todo lo iluminador que resulta desde la perspectiva histórico-cultural de los siglos posteriores a Lao Tse, y en busca de una verdad histórica (objetiva) que para los siglos anteriores no se posee, pierde el sentido de la totalidad de la cultura china, quedando el Tao Te King fuera del verdadero contexto espiritual en que se generó y proyectó. Basta constatar que él confunde el yoga taoísta con vulgares prácticas de hipnosis, reduciéndolo a un simple chamanismo tribal, para comprender que él se sitúa fuera de la perspectiva espiritual del libro, cayendo en el error común a todos los intelectuales que no ven en el hombre una totalidad (“Pienso, luego existo”).

      Igualmente fuera de la perspectiva espiritual del libro muestran hallarse James Legge y Alberto Castellani, aunque sus traducciones no pueden desestimarse.

      En lo que se refiere a Wilhelm, cabe observar también que en su excelente traducción no haya captado el verdadero sentido del Epigrama XXVII, en el cual se deja en mala postura al sabio que se erige en maestro de los hombres. De este capítulo, Wilhelm da una traducción insostenible, donde el maestro, como tipo humano, sale magnificado, lo cual disuena claramente en el contexto de las enseñanzas taoístas. Se trata también de un error subjetivo no imputable a alguna supuesta incompetencia de Wilhelm, lo que está fuera de toda duda, sino a una maniobra inconsciente destinada a evitar la violencia anticonfuciana de ese pasaje, pues la posibilidad de interpretar en otro sentido el texto lo habría enfrentado a una incompatibilidad con su predilecto (Confucio) que él no habría podido resistir dada la autoridad que él mismo le reconoce al autor del Tao Te King.

      En suma, se entiende que el taoísmo, que entre otras cosas contiene una crítica radical a la civilización, al ser enfrentado por algunos investigadores occidentales, produce en ellos una especie de conflicto existencial que no llega a explicitarse ni a enfrentarse como tal, pues es proverbial también en los occidentales una objetividad científica que extrapola al sujeto del acto de conocer, con lo que se abre un ancho cauce para que se mezclen en esa pretendida objetividad todas las subjetividades imaginables sin que el investigador se dé cuenta.

      El texto y la traducción

      La versión más antigua de que disponemos del Tao Te King data del siglo III antes de Cristo, la cual, según la cronología atribuida a Lao Tse, se ubicaría tres siglos después de su redacción original. Dicha versión transcrita por el joven filósofo Wang Pi, acompañada de un extenso comentario, presenta, no obstante, dificultades en lo que se refiere al exacto alcance de algunos términos y pasajes, y a variaciones de sentido motivadas por diversas formas de puntuación. Así, los problemas planteados por la traducción son en parte la causa de que circulen hoy en el mundo tantas versiones aparentemente distintas del Libro del Tao, pues desde el primer epigrama de este libro es preciso reconocer que nos hallamos ante un texto oscuro de difícil interpretación. Esa dificultad consiste, como se echa de ver fácilmente, en la aparente indeterminación de los referentes de la terminología empleada en el texto y en la posibilidad de ver en él varios sentidos, aunque toda esa indeterminación no se plantea solo con motivo de la traducción a las lenguas europeas, pues si oscuro es este texto para los europeos, también lo es para los chinos.

      En el desarrollo de nuestro trabajo hemos consultado las más importantes traducciones y comentarios realizados en idiomas europeos, especialmente la de Richard Wilhelm, que nuestra versión sigue pero con variantes. También hemos consultado los principales comentarios chinos, especialmente de los siglos inmediatamente posteriores a Lao Tse.

      En lo que se refiere a la traducción de Wilhelm es preciso reconocer que, a pesar de lo apropiada que ella resulta desde el punto de vista filosófico, no siempre es buena desde el punto de vista del lenguaje, y toda buena traducción lo debe ser no solo por la acertada equivalencia establecida entre las palabras de uno y otro idioma, sino también por el acertado empleo de las modalidades literarias del idioma al cual se vierte la traducción.

      El Tao Te King hoy

      El Tao Te King es el texto de sabiduría oriental más traducido en Occidente. Su difusión en la labor editorial de Europa y América sorprende por su volumen, como asimismo la de la literatura escrita sobre él por investigadores y comentaristas occidentales. Pero la razón de esta boga no se explica solo por el progreso de los estudios orientales en Occidente, pues está claro que la razón de por qué circulan por el mundo y al alcance del lector anónimo y no iniciado una cantidad tan grande de ediciones y reediciones de este libro, en un mercado que se incrementa día a día, dice relación más con las inquietudes espirituales del hombre de hoy que con el trabajo académico. En este sentido, se advierte que el Tao Te King, aunque esté lleno de pasajes oscuros y enigmáticos, en lo que es claro y directo responde de una manera original y profunda a muchas interrogantes fundamentales del hombre contemporáneo, y no parece incompatible, en lo esencial, con la tradición espiritual occidental, pues hay numerosos pasajes también en los cuales conceptos tales como humildad, amor, paz, tolerancia, resuenan con acentos conocidos para nosotros. Aun las grandes paradojas que son características del texto y que sorprenden por la insospechada perspectiva que abren al pensamiento, no sin encanto poético, no debieran sorprendernos, pues el lector occidental debiera estar ya familiarizado con cosas semejantes, porque eso de que los últimos serán los primeros, que los que pierden su vida la hallarán, que las cosas consideradas sublimes en este mundo se ven como abominables miradas desde el Cielo, eso de amar a los enemigos e imitar al Cielo que beneficia por igual a buenos y malos, todo lo cual está claramente presente en este texto de Lao Tse, hace muchos siglos que yace en el fondo de nuestra memoria y constituye una premisa capaz de motivar por esta vía nuestro interés.

      Por otra parte, y aunque uno no profundice en el pensamiento de Lao Tse y se contente con el texto tal como la edición adquirida se lo entregue, se trata en todo caso de un documento de gran belleza, en cierta medida exótico, cuyo encanto no se pierde con la traducción.

      Aclarada СКАЧАТЬ