Glitter Season. Victory Storm
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Читать онлайн книгу Glitter Season - Victory Storm страница 14

Название: Glitter Season

Автор: Victory Storm

Издательство: Tektime S.r.l.s.

Жанр: Современные любовные романы

Серия:

isbn: 9788835423812

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СКАЧАТЬ estaba faltando el respeto… algo muy frecuente, lamentablemente ya que, aunque tenía veinticuatro años, en realidad casi nadie le daba más de diecisiete.

      “ ¡Tú te equivocas!”, se molestó. “Y ahora ve a fumar a otra parte, ¡sucio!”, dijo indicando toda la suciedad que había invadido el ingreso.

      “ ¡Ni siquiera lo pienso! Yo me quedo aquí. Tengo una cita. Tú, además, ¿no deberías estar en la escuela a esta hora?”

       Abigail resopló indignada. ¿Pero con quién creía que hablaba?

      “ Tengo veinticuatro años. Hace mucho tiempo que terminé la escuela”, murmuró molesta, dejándolo helado.

      “ Oh, disculpa. Creía que tenías dieciséis años... pareces tan pequeña.”

      ““ ¡Exagerado! ¡Sólo porque mido un metro cincuenta, no significa que sea una adolescente!””

      “ Ves, por lo que parece, ¡quien se equivoca eres tú! Y ahora, saca esos zapatos sucios de mi ingreso y ve a esperar a tu cita a otra parte.”

      “ Esta casa es mía así que ahora vete, pequeña”, respondió el muchacho, volviendo a apoyarse en la puerta y echándole en la cara el humo del nuevo cigarrillo, que Abigail describió de inmediato como “cancerígeno”.

      “ ¡¿Irme?!”, se enfureció todavía más. “¡Tú debes irte! ¡Esta casa pronto será mía, por lo que no te permito tener ese comportamiento conmigo y matarme de cáncer de pulmón o de contaminar las paredes de este edificio!”

      “ ¡Oh, demonios! Tenía que tocarme una de esas locas ambientalistas y fanáticas de la salud”, murmuró entre dientes el muchacho, inundándola de humo y haciéndola toser.

      “” Tendré que tomar al menos un litro de té desintoxicante esta noche, para deshacerme de todo este desperdicio””, reflexionó Abigail, ya angustiada al pensar en sus pulmones ennegrecidos y enfermos.

      “ Yo no estoy loca. Yo amo y respeto al prójimo y al planeta. Claro que no se puede decir lo mismo de ti”, dijo ofendida, arrepintiéndose de haber pensado por un instante que ese tipo fuera guapo. En realidad, era un monstruo de vicios y mala educación. “Y ahora te pediría amablemente que te vayas. Pronto llegará la propietaria de la casa para firmar el contrato de alquiler y preferiría que no estuvieras. No quisiera que me relacionara contigo, como para que arruines mi reputación”, continuó.

      “ ¡¿Qué cosa?!”, gritó el muchacho furibundo, yendo hacia ella como un animal feroz.

      “ Dije que te fueras”, repitió decidida a no dejarme intimidar.

      “ ¡Olvídalo! Esta es mi casa. Ya me puse de acuerdo con la vieja”, se preocupó él, enojado.

       ¿Un competidor? Pero ¿cómo era posible?

      “ ¿La señora Rosemary?”, preguntó dudosa.

      “ Sí, ella. Vine a ver el apartamento hace cinco días. Le dije de inmediato que me lo quedaba, ya que trabajo en el pub aquí enfrente y ella aceptó de inmediato mi propuesta.”

       Abigail había visto la casa hacía cuatro días, pero decidió no decirlo, ya que temía perder el negocio por haber llegado después. Además, adoraba esa casa y estaba en una ubicación estratégica, además de ser muy espaciosa como para tener lugar incluso para Otelo y los demás.

      “ ¡Este apartamento es mío!”, se preocupó enojada y angustiada por la idea de tener que pasar otro mes buscando casa.

      “ Eres una boba, si crees que te dejaré esta casa”, la atacó él a su vez.

       Los dos contrincantes estaban por comenzar una sanguinaria batalla de insultos, cuando de repente se abrió la puerta delantera.

       Una frágil y delicada señora sobre los ochenta años salió y, ayudada por su bastón, vino hacia ellos.

      “ ¿Los señores Camperg?”, preguntó con un tono de duda.

      “ ¡Camberg! ¡Abigail Camberg!”, la corrigió Abigail, levantando la voz todavía furiosa por esa discusión.

      “ Sí, soy yo. Ethan Campert”, respondió al mismo tiempo el tipo a su lado, levantando la voz.

       Ni siquiera su leve sonrisa de triunfo se le escapó mientras avanzaba hacia la dama.

      “ Buenos días. Soy Teresa, la hermana de Rosemary Dowson. Lamentablemente mi hermana tuvo que internarse, pero me ha dejado las llaves del apartamento, diciéndome que se las entregue hoy. Más tarde llegará también mi sobrina con el contrato”, les informó, dándoles un manojo de llaves a cada uno, con las manos temblorosas y volviendo hacia la puerta.

      “ Señora, ¿el apartamento para quién es?”, le preguntó nervioso Ethan.

      “ Para ustedes.”

      “ Nadie me había hablado de un compañero de departamento”, intervino la muchacha, pero la mujer no dio señales de haberla escuchado.

      “” ¡Sorda como la hermana!””, pensó irritada.

      “ Espere, la casa no puede ser para ambos. Esta muchacha está loca”, se entrometió el joven, haciéndola poner más nerviosa, pero la viejita les sonrió comprensiva.

      “ Escúchenme. Tomen las llaves y entren en la casa. No está bien que esposa y marido discutan sus problemas personales en el corredor”, los regañó.

      “ Nosotros no estamos casados”, aclaró Abigail inmediatamente, mientras intentaba detener las ganas de golpear la cabeza contra la pared para despertarse de esa pesadilla.

      “ Tiene razón. Ni siquiera nos conocemos”, respondió el muchacho.

      “ Tendrían que haberlo pensado antes de casarse”, dijo la viejita antes de encerrarse en su casa.

      “ ¿Pero entendió lo que le dijimos?”, preguntó Abigail desmoralizada, dirigiéndose a Ethan.

      “ Creo que es sorda”, murmuró él, mirando la puerta de la señora.

       Ese día Abigail se prometió agregar también la sordera a su lista de “Enfermedades a no contraer por ningún motivo.”

       Después de un momento de desorientación y dudas, Ethan abrió la puerta de la casa.

       El interior era precisamente como se lo recordaba la muchacha: un pequeño saloncito sólo con un diván de tres cuerpos y un pequeño soporte de TV de color blanco como la mesita frente al diván, al que habría agregado un par de estantes para poner sus DVD y cursos de Pilates. Además, Emma había prometido ayudarla con la decoración.

       La cocina daba a la sala de estar con la mesa del comedor colocada para que se pudiera ver la televisión mientras comía... Lo que nunca sucedería en esa casa, mientras ella viviera allí.

       La cocina blanca, simple y ligeramente deteriorada por los años era funcional pero discreta.

       Una cosa que había adorado desde el comienzo era la СКАЧАТЬ