Glitter Season. Victory Storm
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Читать онлайн книгу Glitter Season - Victory Storm страница 12

Название: Glitter Season

Автор: Victory Storm

Издательство: Tektime S.r.l.s.

Жанр: Современные любовные романы

Серия:

isbn: 9788835423812

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       Y así comenzó su vida de casada: conviviendo son su propia soledad y algunas llamadas de la secretaria de Aiden que le avisaba de algún evento o fiesta a la que habrían tenido que asistir juntos, fingiendo ser la pareja más feliz del mundo.

       Por amor a su abuelo, Emma se volvió una gran actriz al lado de ese extraño que todos llamaban su marido.

      6

      “ ¿Otro café?”, preguntó Emma amablemente con su tono pacato y casi afectuoso que había aprendido a usar cuando se dirigía a su marido en público.

      “ No, gracias”, dijo Aiden avergonzado, casi sorprendido por sentir que su propia esposa le dirigía la palabra mientras lo miraba con la habitual expresión compuesta y cortés, pero que esa mañana no conseguía no sentirse molesto por su cercanía.

      “ Lamento haber venido hasta tu casa a las siete de la mañana y sin siquiera avisarte. No volverá a suceder”, le repitió antes de hundir el rostro en el periódico para quitar la mirada del escote demasiado generoso por la bata de noche de seda de su esposa.

      “ Ya te dije que no tienes que preocuparte. Ésta también es tu casa”, respondió Emma, intentado disimular la diversión que sintió cuanto vio a Aiden en su casa a la mañana temprano, con la camisa manchada de helado de fresas gracias a una niña un poco descuidada, y sin maletas por un problema en el aeropuerto cuando regresó de Chicago.

      “ No sabía dónde ir, porque en la oficina ya está tu abuelo esperándome y mi secretaria está enferma. Además, con el tráfico que hay a esta hora, me habría llevado más de una hora volver a mi casa.”

      “ Verás que dentro de un rato Carmen volverá con una camiseta adecuada para la reunión de ésta mañana, para que puedas volver a la oficina sin dar la impresión de haber sido víctima de un helado de fresa”, le aseguró Emma, refiriéndose a su ama de llaves.

      “ Gracias y de todas formas me iré apenas vuelva Carmen, así podrás volver a dormir.”

      “ Hoy yo también tengo que salir temprano. Tengo una cita”, le informó Emma, apartando la mirada y permaneciendo vaga, a pesar de que quería contarle todo sobre Abigail y su mudanza a una casa propia. Esa decisión fue el resultado de los problemas que tuvo con su madre, con quien no había hablado durante dos meses, y de su deseo de intentar arreglárselas por su cuenta, ya que ahora podía permitirse pagar un alquiler gracias su ascenso como editora por la serie de cuentos de Rachel en la Carter House.

       Sin embargo, ese nombramiento era parte de la vida que se había labrado en esa soledad y era lo único feliz que tenía. No tenía intención de permitir que Aiden se entrometiera en eso también, a riesgo de arruinarlo todo.

      “ Recuerda que esta noche tenemos una cena de beneficencia a la que asistir”, se irritó de repente Aiden, aunque mantuvo un tono de voz neutro para enmascarar su molestia frente a la vaguedad de esa información.

      “ Estaré allí. ¿Otro café?”, preguntó nuevamente Emma.

      “ No, gracias”, respondió parco Aiden, que continuaba a mirar fijamente los artículos de economía del periódico, pero por más que se esforzara no conseguía leer siquiera una línea por la agitación que le provocaba la cercanía de Emma. Tenía el cabello suelto y algo despeinado que le caía vaporoso por los hombros y la espalda como olas de fuego, su rostro desprovisto del maquillaje que normalmente cubría las pecas que siempre había adorado y soñado besar una a una, sus ojos algo adormecidos, pero siempre temerosos e incapaces de mantener la mirada fija sobre él, como si ella le temiera o él le disgustara. Siempre tenía esa expresión de complacencia y cortesía reverencial hacia él. Incluso esa voz tranquila y gentil sólo intensificaba su sensación de frustración.

       Hubiera querido hacerle perder el control, escucharla gritar, gemir con sus besos, susurrar lánguidamente su nombre… pero por el contrario se encontraba frente a esa maravillosa estatua de Afrodita, con ese comportamiento que siempre le recordaba que Emma era suya, pero que no podía tocarla ni tenerla.

      “” El nuestro es un matrimonio por conveniencia y Emma se ha casado conmigo sólo porque ama a su abuelo, no a mí””, se repetía siempre cuando sentía crecer el deseo y las ganas de cumplir con su rol de esposo.

       Habían pasado dos años desde que se casaron y todavía creía que estaba unido con la única mujer que había amado en su vida, pero todavía no había conseguido hacer caer ese muro que había entre ellos desde el primer encuentro después de doce años de distanciamiento. Un muro que se llamaba Cesare Marconi y que tenía el control total de los sentimientos de la nieta, tanto como para obligarla también a ella a desaprobarlo y a despreciarlo, en su opinión.

       Había querido encontrar a esa muchachita de doce años que había dejado, pero no hizo falta mucho para alejarla. Primero con su negativa a reunirse con él en su decimotercer cumpleaños, a pesar de la promesa que le había hecho el año anterior, y luego con ese encuentro tres años antes en la oficina de Cesare.

       Lo había sorprendido lo hermosa que se había vuelto pero, por otro lado, había perdido toda la audacia que tenía de niña, prefiriendo retroceder y esconderse detrás de su abuelo que controlaba todo, llegando incluso a casarse con un hombre cuya vista ni siquiera podía soportar.

       Los únicos momentos de aparente intimidad eran los relacionados con las cenas de su abuelo o los eventos públicos, en los que tomaba su brazo y caminaban juntos, con el rostro relajado y sonriente, precisamente como la gente espera de la que siempre había sido definida como la pareja perfecta. ¡Pero no había nada perfecto en su unión!

       Todo era falso y tenía como objetivo satisfacer los deseos de Cesare, que quería que todos creyeran en su amor.

       Aiden a menudo había tenido que contener su impaciencia, especialmente frente a esa encantadora esposa llena de gracia en todo lo que hacía y decía, pero siempre se había reprimido.

       Eran sólo negocios, se repetía, pensando en la fusión entre la Marconi Construcciones & Inmobiliarias.

       Pero la realidad era otra: no conseguía separarse de Emma.

      “ Aquí está su camisa, señor Marconi”, dijo Carmen, la empleada doméstica.

       Aiden miró la hora. Era tardísimo y por primera vez en su vida corría el riesgo de llegar tarde a una reunión.

       De inmediato, agradeció a la mujer y se cambió rápidamente la ropa, quedándose con el torso desnudo.

       Estaba tan ocupado vistiéndose que no se dio cuenta de la mirada sorprendida de su esposa que lo veía por primera vez sin camisa.

      “ Yo también voy a cambiarme o llegaré tarde”, murmuró a disgusto Emma, corriendo a la habitación para escapar de los pensamientos excitantes que le nublaban la mente.

       Tenía el corazón que le latía fuertísimo y el deseo de tocarlo y acariciarlo, como siempre había soñado, se había hecho tan fuerte como para asustarla y hacerle perder la cabeza.

       Cuando volvió a la sala, Aiden ya se había ido.

      “ Al menos podría haber saludado.”

      “ Si me lo permite, creo que se ofendió por su fuga a su habitación”, le dijo Carmen. СКАЧАТЬ