Los conquistadores españoles. Frederick A. Kirkpatrick
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Название: Los conquistadores españoles

Автор: Frederick A. Kirkpatrick

Издательство: Bookwire

Жанр: Документальная литература

Серия: Historia

isbn: 9788432153808

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СКАЧАТЬ un par de años angustiosos y llenos de contratiempos, zarpó Colón con seis barcos. En el momento del embarque el virrey-almirante derribó y dio de puntapiés a un oficial que le había irritado, incidente que no fue del todo trivial, pues contribuyó, según Las Casas, a que Colón cayera en desgracia dos años después.

      El almirante, tras enviar la mitad de su flota directamente a la Española, tomó un rumbo más meridional que la vez anterior, y, alcanzando el objetivo que se proponía, entró entre la isla denominada por él Trinidad y el Continente, a través de los estrechos que llamó Boca de la Serpiente y Boca del Dragón, asombrándose del contraste entre el agua salada y el enorme caudal de agua dulce que manaba de las bocas del Orinoco. Pensó, muy acertadamente, que un río tan ancho debía de correr por un gran Continente que se extendiese hacia el Sur, pero añade que dicho río mana del Paraíso terrenal. Explica que la Tierra no es por completo esférica, sino que tiene forma de pera, y que una proyección representando la cola de la pera se eleva al cielo partiendo del Ecuador, y el Paraíso está en lo alto de esta proyección. Sostiene haber hallado «el fin de Oriente», pero añade, en lo cierto: «Vuestras Altezas tienen acá otro mundo de adonde puede ser acrecentada nuestra santa fe, y de donde se podrán sacar tantos provechos.» Había, en efecto, algo fantástico en esta tierra, cuyos oscuros habitantes llevaban por todo vestido ristras de perlas. Los españoles habían descubierto las pesquerías de perlas de Paria y adquirían perlas al peso, ya por nada, ya cambiándolas por abalorios de vidrio.

      Los lugartenientes del almirante cortaron ramas de los árboles en señal de toma de posesión, pues Colón, postrado por una enfermedad y temporalmente ciego, no pudo desembarcar en el Continente recién descubierto por él (agosto de 1498). Tampoco pudo continuar el viaje rumbo al Oeste -lo que hubiera resuelto sus incertidumbres geográficas-, pues las provisiones tan necesarias en la Española se estaban deteriorando por el clima tropical.

      Las noticias que llegaban a España obligaron a los soberanos a enviar un visitador con plenos poderes, Bobadilla, caballero de la Orden de Alcántara y hombre de buena fama. Bobadilla llegó en agosto de 1500, ocupó la casa de Colón, se posesionó de sus bienes y documentos, encarceló a los tres hermanos —el almirante se sometió con serena dignidad— y, después de haber oído las acusaciones y retenido los tesoros debidos a la corona, los envió a España.

      «—Vallejo, ¿dónde me lleváis? —preguntó el almirante al oficial que fue a la cárcel para conducirle a bordo.

      »—Señor, al navío va vuestra Señoría a se embarcar —respondió Vallejo.

      »—Vallejo, ¿es verdad? —preguntó el almirante.

      »—Por la vida de vuestra Señoría, que es verdad que se va a embarcar —respondió Vallejo, que era un noble hidalgo, con la cual palabra se conhortó, y cuasi de muerte a vida resucitó.»

      Se negó a que le quitaran los grilletes y llegó a Cádiz encadenado. Los reyes, al enterarse de ello, ordenaron su libertad, le enviaron una respetable cantidad de dinero, le recibieron en Granada en una emocionante entrevista y decretaron la devolución de sus bienes en la Española. Reemplazaron a Bobadilla —cuya conducta en este asunto desaprobaron— por Ovando, el cual ocupaba un alto puesto en la Orden de Alcántara, hombre prudente, justo, digno y noble, en opinión de Las Casas. Gómara dice de él: «Ovando pacificó la provincia de Xaragua con quemar 40 indios principales y ahorcar al cacique Guayorocuya y a su tía Anacuona, hembra absoluta y disoluta en aquella isla.»

      En realidad, la corona se preocupaba ya de la administración de los nuevos territorios: un Ministerio colonial iba configurándose, que luego se concretó en el famoso «Consejo de Indias» con Juan de Fonseca, más tarde obispo de Burgos, hombre público de prudencia y capacidad probadas, y la Casa de Contratación, que se ocupaba del comercio de ultramar, establecida en Sevilla poco después de marchar Colón en su segundo viaje. La animosidad obstaculizadora que Fonseca mostraba hacia Colón se debía en parte, opina Las Casas, al modo de ser independiente del almirante y a la indiscreta impaciencia de éste ante los fastidiosos trámites oficiales. Esta animadversión fue exagerada probablemente por los amigos de Colón; pero las actuaciones posteriores de Fonseca, sobre todo su antagonismo con Balboa y Cortés, le presentan como un burócrata carente de entusiasmo idealista y de espíritu acogedor. Sin embargo, hay que admitir que no eran los conquistadores personas muy fáciles de tratar.

      Lepe, piloto de Palos, llegó aún más al sur de la costa brasileña. Pero la aventura más rica en consecuencias fue la de Peralonso Niño, que se embarcó para la costa de las Perlas en un barco de 50 toneladas con 33 hombres y, al regresar al cabo de once meses, causó la admiración de todos mostrando perlas de gran tamaño, además de oro y valioso palo de Campeche. Se sospechó que la tripulación se había guardado muchas perlas, aparte de las que satisficieron los impuestos reales. De otros viajes quedaron algunas vagas referencias. El almirante protestó contra la concesión de licencias sin su intervención, así corno contra las crueldades de algunos aventureros que desacreditaban a la raza blanca y que iban en detrimento de posteriores empresas.

      Hasta entonces la corona había obtenido poco provecho de estos descubrimientos СКАЧАТЬ