Название: Cartas de un humanista (II)
Автор: Santo Tomás Moro
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
Серия: Esenciales
isbn: 9788432151927
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7. Por tanto te ruego, querido Peter, que te pongas en contacto con Hythlodeo, si buenamente puedes en persona —y si no está ahí, por carta— y te asegures de que no hay en mi libro nada falso o que omita la verdad. Y no sé si no sería mejor enseñarle el libro, pues no hay nadie más a propósito para corregir algún error que haya en él, aunque no podrá hacerlo si no lee con cuidado lo que he escrito. Además, de ese modo será posible que descubras si acoge con gusto o lleva mal que haya escrito yo esta obra. Pues si él ha pensado hacer su propia narración, quizá no quiera que la haga yo, y ciertamente no desearía arrebatar la flor y gracia de una historia novedosa al dar a conocer yo la república de los utopienses.
8. Con todo, para ser sincero, ni siquiera he decidido aún si voy a publicar esto o no. Pues, en efecto, tan variados son los gustos de los mortales, tan enfadadizos los temperamentos de algunos, tan ingratas sus disposiciones, tan absurdos sus juicios, que parece que se entienden mejor con quienes, alegres y bulliciosos, se dejan llevar por sus inclinaciones naturales que con quienes se aplican con verdaderos esfuerzos a publicar algo que pueda ser útil o placentero a gente despreciativa e ingrata. Saben poco de letras; muchos las desprecian. El bárbaro rechaza como trabajoso lo que no es completamente bárbaro. Los pedantes desprecian como trivial lo que no está plagado de palabras desusadas. A algunos solo les agrada lo antiguo, a muchos únicamente lo que ellos escriben. Uno es tan sombrío que no admite un chiste, aquel otro tan insulso que no soporta una broma. Algunos son tan chatos que rehúyen la sátira como el perro rabioso el agua. Hasta tal punto son volubles algunos que aprueban una cosa cuando están sentados y otra distinta cuando están en pie[16].
9. Estos se sientan en las tabernas y entre copa y copa hacen juicios sobre el talento de los escritores, y los condenan llenos de autoridad, por más que lo hacen a capricho, pellizcando en sus obras como si de un pelo se tratara, mientras que ellos permanecen seguros, y como suele decirse, fuera de tiro[17]. La verdad es que esos buenos hombres están tan afeitados y rapados[18] que no tienen un pelo por donde se les pueda coger.
10. Hay además algunos tan ingratos que, aunque les agrade mucho una obra, sin embargo no aprecian a su autor en absoluto. No se diferencian mucho de los convidados rudos que una vez que han sido espléndidamente agasajados con un opíparo banquete, abandonan finalmente la casa sin dar siquiera las gracias a quienes los han invitado. ¡Ponte tú a preparar ahora un banquete a tus expensas para gente de paladar tan delicado, de gusto tan variado, de espíritu tan poco olvidadizo y agradecido![19].
11. Sin embargo, querido Peter, trata lo que te dije con Hythlodeo. Después, podré pensar de nuevo sobre todo este proyecto. Aunque se llevará a cabo si él da su aprobación —por más que como he acabado la redacción del libro, creo que ahora es tarde para eso—, en todo lo demás seguiré el consejo de mis amigos, y sobre todo el tuyo. Que estés bien, queridísimo Peter Giles, junto con tu excelente esposa[20]; que tu afecto hacía mí sea como el de siempre, pues mi cariño hacia ti es mayor cada día.
[1] Como se indicaba en la introducción general, excepto cuando se indique lo contrario, se opta por no castellanizar los nombres propios que aparecen en el texto de las cartas que aquí se traducen, sobre todo si con ello se ofrece una denominación de los personajes menos familiar. En el caso del destinatario de esta carta (Pieter Gillis), la forma inglesa es realmente la más conocida.
[2] Sobre los problemas que plantea esta cronología, cf. Surtz & Hexter (1993: ad loc.), Logan et al. (2006: xx-xxii).
[3] Se hace referencia a tres partes y momentos fundamentales de la práctica de la retórica clásica, recogida por muchos escritores posteriores: la inuentio, la dispositio y la elocutio.
[4] sc. Rafael Hythlodeo; el nombre propio —aquí castellanizado— puede estar queriendo aludir a la figura angélica, a la que se atribuye un papel de guía y sanador; cf. Logan et al. (2006: 31). Sobre el apellido, cf. Wilson (1992: 33); se trata de un nombre parlante que podría tener su origen en el gr. ὓθλος (“charla insustancial”) y δαίνυμι (“distribuir”) o δάῖος, en su acepción poco frecuente de “traficante/vendedor”, y querer así significar “experto en decir tonterías” o “vendedor de tonterías”: cf. Logan et al. (2006: 35). Asimismo, δάϊος puede significar “destructor” y querer dar a entender aquí que Hythlodeo era “contrario a las tonterías”: cf. Romero (2018: 171).
[5] Hythlodeo es un filósofo y a los tales, Quintiliano (inst. 11,1,33-34) aconseja evitar plerique orationis ornatu, i.e., mucha parte del ornato propio de la oratoria. Sobre posibles implicaciones de esta afirmación, cf. Romero (2018: 175).
[6] El conocimiento del griego, escaso aún en algunos humanistas, se consideraba por lo general una nota de gran prestigio. Moro trata sobre la utilidad del manejo del griego de distintas formas, p.e, en las cartas a Martin van Dorp (21 de enero de 1515) y a la Universidad de Oxford (29 de marzo de 1518): cf. Cabrillana (2018: 86-87, 89-90, 96-102, 119-130).
[7] Consta que Moro no dormía más de cinco o seis horas, según el testimonio de Stapleton (1966 [1588]: 28), biógrafo casi contemporáneo de Moro.
[8] A este respecto, resulta ilustrativo el dato que el propio Moro da a conocer al final de la carta que escribe a Martin van Dorp —la más larga de cuantas se conservan del humanista inglés y quizá también la más complicada— para que el destinatario disculpe la posible rudeza de su texto: la carta, que es casi un ensayo con numerosas alusiones y citas de diversos autores, fue escrita durante una estancia en Brujas en la que Moro no tuvo acceso prácticamente a ningún libro; cf. Cabrillana (2018: 114-115).
[9] John Clement (†1572) fue tutor de los hijos de Moro —especialmente de su hija Margaret— sobre todo en las lenguas griega y latina a partir probablemente de 1514. Profesor de Oxford muy joven, se casó con Margaret Giggs, hija adoptiva de Moro. Se dedicó especialmente al estudio de la medicina, campo en el que destacó. Como Tomás Moro, se negó a prestar juramento al Acta de Supremacía de Enrique VIII; después de la muerte de Moro, se retiró a los Paises Bajos.
[10] El infrecuente verbo traducido —euiresco— parece a todas luces un compuesto de uiresco “verdear, florecer”, que probalemente procede a su vez de uireo. En latín clásico, el significado es más bien el de “palidecer”, pero, como apunta Surtz (1993: ad loc.) en Surtz & Hexter, el contexto parece requerir el sentido de “hacerse verde”.
[11] Del griego ἀμαυρός (“oscuro”); se prefiere aquí, como en otros nombres propios de la isla, la forma castellanizada del nombre propio.
[12] Del griego ἄνιδρος (“sin agua”); cf nota anterior.
[13] Según el trabajo de Nagel (1973: 176), Moro está en lo correcto.