Mi perversión. Angy Skay
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Название: Mi perversión

Автор: Angy Skay

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Mi obsesión

isbn: 9788418390227

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СКАЧАТЬ mejor en tu casa, arreglando esa tartana de coche lleno de grasa hasta las cejas. Me parece increíble que te hayas vuelto así. —Rio con fuerza.

      Pedí un whisky, le di un sorbo y volví mi atención a ella, que me contemplaba expectante.

      —Es un Mustang del 64, no una tartana. Y no me he vuelto así; siempre lo fui.

      Puso los ojos en blanco y se llevó su copa de champán a los labios con mucha delicadeza, más de la habitual, y supe que mi comentario le había dado de lleno. Porque eso solo quería decir que, durante todo el tiempo que habíamos compartido, no se había molestado en conocerme ni en prestarme la suficiente atención para averiguar esos detalles. No hurgó en el asunto, siendo consciente de dónde acabaría la conversación. Otra cosa no, pero Morgana era experta en desviar temas que no le interesaban o que no era capaz de afrontar porque no podía rebatirlos.

      —Con todo el dinero que tienes, podrías comprarte el coche que quisieras sin tener que mancharte las manos de grasa. Y, por supuesto, de una época moderna.

      Negué con la cabeza y me marché de allí en dirección a Luke, dejándola con una sonrisa en la boca y, seguramente, con un suspiro de tranquilidad. Intentaba alejarme lo suficiente de Morgana. No quería que malinterpretásemos nuestra situación. No quería que se confundiese. Y sus ojos, desde hacía unos meses, me decían todo lo que pensaba.

      A medida que avanzaba, fui saludando a la mayoría de los invitados. Habíamos cerrado un acuerdo con la cadena de Luke y la fiesta se había organizado por todo lo alto. Luke había conseguido subir a la cima y mantenerse allí y me alegraba, aunque no me apeteciese permanecer en aquella fiesta. Solo esperaba que, con el tiempo, no se diese un golpetazo.

      Al verme, Luke le sonrió a la mujer con la que hablaba y se despidió de ella con un breve apretón en su brazo. Encaminó sus pasos hacia mí y yo le di otro trago a mi bebida.

      —Creo que alguien está haciéndote ojitos —le dije con picardía y una sonrisa.

      —¿Te refieres a los mismos ojitos que lleva haciéndote meses tu exmujer? —malmetió.

      —Eso es trampa. —Lo señalé—. Eres un rastrero.

      —Un rastrero al que le gustan los hombres y que, por supuesto, tiene razón. ¿Has pensado que casarte conmigo sería una buena opción?

      Lo miré muy mal y me bebí el whisky de un trago. Solté el vaso en la bandeja de uno de los camareros que avanzaba por mi derecha y me reajusté la chaqueta de mi traje negro.

      —Que te jodan, Luke.

      Levantó las manos en son de paz y rio con mucha fuerza.

      —Es verdad —comenzó con voz de orangután—, soy muy macho para tan poco hombre. —Cambió el tono a uno más afeminado, nada que ver con el suyo habitual, y lo acompañó de un aleteo de pestañas—: Cari, ¿subes conmigo al escenario?

      Me reí y le propiné un golpe con el puño en el hombro.

      —Eres un gilipollas.

      —Un gilipollas que te encanta. Venga, no me jodas, seríamos la pareja perfecta. Es que no lo entiendo. Solo pones impedimentos para que nuestra relación funcione. Si luego quieres acostarte con mujeres, lo entenderé, y me dará igual quién sea. No seré un celoso de mierda. Te lo juro.

      Lo examiné durante unos segundos, y supe que arrugaría el rostro en cuanto escuchara mis siguientes palabras:

      —Dime dónde está Enma y me caso contigo.

      Una sonrisa afloró en mis labios al ver su mueca de desagrado. En el fondo, no pretendía estar repitiéndoselo constantemente, pues era consciente de que él sufría en muchas ocasiones.

      —Sabes que no lo sé —añadió, sin despegar sus ojos de mí; esa vez, con mucha seriedad.

      Lo ignoré y caminé con decisión hasta el dichoso escenario, al que no me apetecía subir para nada. Dejé que Luke tomara la palabra e inspeccioné a las personas que nos contemplaban mientras escuchaban la verborrea que mi amigo soltaba. Sin embargo, pocos minutos después, apreté los dientes al fijarme en una figura situada bajo uno de los árboles que había al final del jardín. Supe que mi rostro se había transformado, pues no estaba escuchando a Luke, que me observaba con la mano extendida; seguramente, para darme paso en la conversación que debíamos llevar los dos entre risas y estupideces. Pero mis ojos no se apartaban de aquella figura.

      —¿Edgar? —me llamó Luke, y fui consciente de que todo el mundo me miraba.

      Giré sobre mis talones y anduve en dirección al árbol, no sin antes pedir unas simples disculpas ante la cara de asombro de Luke. La gente me escudriñaba, aunque a mí no me importaba. Seguí caminando; cada vez más rápido, cada vez más frenético. Hasta que mi cuerpo se perdió en la oscuridad de la noche al acecho de unos ojos verdes que destellaban en exceso sin dejar de observar mis pasos.

      —Warren.

      —Campbell.

      Nos desafiamos con la mirada durante muchos minutos. No supe cuántos, pero los ojos me escocían y los dientes rechinaban dentro de mi boca. Tenía mis motivos para hacerlo. Las amenazas volaban de un lado a otro.

      Al ver que no pronunciaba ni una sola palabra, decidí intervenir:

      —Márchate de aquí. No eres bienvenido.

      Abrió los labios, como si tuviese la intención de pronunciar algo, y después los cerró. A continuación, se juntó mucho a mi rostro y me dijo:

      —Lark está vivo.

      Arrugué el entrecejo, sin querer entender lo que acababa de decirme. Di un paso adelante, acercándome más a él.

      —¿Qué has dicho?

      —Que Lark está vivo. Hasta el momento, creo que hablo a la perfección. Pensaba que eras un tipo listo, pero ya veo que me equivocaba.

      —Déjate de soplapolleces —gruñí.

      Lo vi dudar, sin embargo, terminó diciendo:

      —Eso quiere decir que, si no damos con él, Oliver saldrá de la cárcel y tendremos que poner a Enma en…

      —A Enma no tienes que ponerle nada —escupí con malas formas, sin dejarlo acabar.

      —¿Acaso sabes algo de ella después de cinco meses? —me preguntó con inquina. En sus ojos pude ver el reflejo de la victoria, lo que me dio a entender que él sí sabía dónde estaba.

      —Si lo sé, no pienso decírtelo.

      Sonrió con superioridad y me dieron ganas de borrarle la sonrisa a puñetazos.

      Tenía que encontrarla.

      Y debía hacerlo antes que él.

      ENMA

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