La Sombra de Anibal. Pedro Ángel Fernández de la Vega
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Название: La Sombra de Anibal

Автор: Pedro Ángel Fernández de la Vega

Издательство: Bookwire

Жанр: Документальная литература

Серия: Historia

isbn: 9788432320064

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СКАЧАТЬ cuya expedición ha quedado limitada a los senadores por la ley Claudia. En esos primeros momentos de la contienda, en los dos primeros años, hay más indicios de contestación plebeya y malestar social sobre la gestión de la guerra por la clase política, la nobilitas.

      En una situación de guerra, con Anibal ya en Italia, tras las dos batallas perdidas por los ejércitos de Roma, en Tesino primero y en Trebia en diciembre de ese mismo año 218 en que se aprueba la ley, de inmediato, a inicios del año 217 los nuevos comicios otorgan un segundo consulado a Flaminio. Y para Livio no hubo dudas de por qué fue elegido: la causa fue «el apasionamiento», el debate suscitado con motivo del plebiscito de la ley Claudia, que hizo subir el clima político, y «le granjeó a Flaminio, ponente de la ley, la enemistad de la nobleza y la simpatía de la plebe y supuso, como consecuencia, un segundo consulado» (21, 63, 4).

      Flaminio lograba así una meta quimérica en la carrera política: la iteración, un segundo consulado, sin esperar a los diez años que había estipulaba desde el año 342 la ley Genucia. La grave amenaza cartaginesa estaba abriendo una etapa en la que algo inusual se iba a tornar menos infrecuente. Los candidatos experimentados, senadores consulares, que ya habían sido cónsules, se iban a poder postular como opciones políticas recomendables ante una coyuntura crítica para Roma y, de hecho, tan solo unos meses después en ese año 217 se iba a aprobar un plebiscito para permitir esas iteraciones o repeticiones consulares (Liv. 27, 6, 1-8). La situación es grave y así lo aconseja: se acaban de perder en el norte los territorios que Marcelo y Flaminio habían conquistado pocos años antes entre los años 223 y 222 (Cassola, 1968: 295).

      El segundo consulado de Flaminio invalida la visión negativa que ofrecía Polibio acerca de su victoria contra los galos durante el primer consulado, y que no se concilia con el hecho de que el pueblo votó concederle unos honores triunfales que el senado le había negado. El pueblo de Roma en los comicios y la plebe en su asamblea renovaron sus apoyos una y otra vez a Flaminio, cuando este ya había perdido todo apoyo senatorial, si es que alguna vez lo tuvo, después de la desobediencia cuando fue cónsul y después de votar una ley plenamente adversa contra los intereses de la clase política. En distintos momentos a lo largo de los años siguientes, el clima electoral iba a alejar a la masa de electores de los derroteros por los que era conducida habitualmente por parte de la nobilitas en las consultas electorales. Pero lo ocurrido con Flaminio es especialmente relevante a la hora de debatir la calidad democrática de la República romana. Los resortes de la oligarquía para orquestar cada año unas candidaturas homologadas dentro de unas adecuadas expectativas políticas, moderadas, fueron quebrados por Flaminio de manera reiterada. Era elegido con el senado en contra.

      La decisión popular podía ser determinante, o alternativa. Podía haber garantías seudodemocráticas dentro de la constitución política romana, en el seno de sus asambleas populares y hasta de los comicios centuriados que elegían a los magistrados superiores –censores, cónsules y pretores–. Flaminio había roto el techo de cristal que supuestamente hacía que la elite rectora controlara los resultados de los comicios centuriados tras filtrar los candidatos, a través de una forma de votación timocrática, basada en la riqueza y que confería más poder de decisión, por ser más numerosas, a las centurias de las clases censitarias más ricas y acomodadas. Pero quizá esta sea la clave que explique ese triunfo: no se trataba ya de una trasnochada dialéctica entre patricios y plebeyos, sino entre nobles y plebeyos, entre nobilitas y plebs, entre la clase política integrada por patricios y familias plebeyas incorporadas a la elite dirigente del Estado, y por tanto integrantes del orden senatorial, y la masa plebeya en la que también entraba la sección del orden ecuestre que no formaba parte del senado, la plutocracia empresarial en rápido desarrollo. Es muy probable que Flaminio contara con sólidos apoyos en los niveles más altos de la sociedad (Develin, 1985: 225). En un momento concreto, crítico, los intereses dentro de la más alta clase social romana, la de los más ricos, separaron a los senadores del resto del orden ecuestre y una ley vendría a hacer cristalizar unas fuentes de ingresos y unas pautas de conducta y de honorabilidad diferenciadas. Exigían de los senadores su distanciamiento de los riesgos empresariales y de las actividades lucrativas vinculadas a lo mercantil y a las concesiones públicas de explotación de minas y de recaudación de impuestos, que en adelante se iban a regir por sociedades de publicanos.

      Por tanto, los triunfos populares de Flaminio deben valorarse con cautela. Tal vez sean fruto del populismo encendido contra la clase política, pero distan del radicalismo asambleario de un proletariado urbano revolucionario o subversivo. El populismo emana en efecto del pueblo, de los no patricios, de los plebeyos, pero no de todos, sino de la multiforme masa no integrada en la selecta nobilitas; de quienes no conforman la clase política que nutre las filas del senado. El populismo en Roma deriva de populus, un concepto social imbuido del prejuicio peyorativo con que la minoría oligárquica percibe al populacho, y que esta ley iba a contribuir a enfatizar aún más. Pero a la inversa también, el caudal electoral de Flaminio nace de una línea ideológica «democrática, antiaristocrática» (Münzer, 1999: 353), de una base popular en oposición a una nobilitas a la que ha hecho frente en sucesivos momentos de su trayectoria política.

      No queda constancia de que haya convertido esa oposición en algo programático, pero la reiterada confrontación incita a valorar que buscó un apoyo popular renovado y sostenido sobre propuestas adversas y desafiantes a la clase política, promovidas por un advenedizo. Eso es, sociológicamente, populismo (Mudde y Rovira, 2017: 73; Brubaker, 2019: 30 y ss.). En Roma la forma de hacer política de los populares que se define como una opción política con posterioridad, a partir de época de los Gracos, en la República Tardía, no desdeña un estilo populista de hacer política, de ganar popularidad y votos buscando un liderazgo relevante a partir de argumentos convincentes para las masas (Meier, 1965: 49; Robb, 2010: 12; Mouritsen, 2017: 134). Flaminio suele ser recordado como precedente de los líderes populares, dentro de un tipo de tribunos que hace frente al senado con iniciativas radicales (Mouritsen, 2017: 138). Pero su línea de actuación en ese sentido fue sostenida en el tiempo, se mantuvo después de su inicial tribunado de la plebe hasta el final de una carrera política como censor, y le permitía retomar la iniciativa electoral con éxito para la iteración.

      En las asambleas populares se votaba por tribus, las 4 urbanas masivas y las 31 territoriales, distritos rústicos en los que dejaban sentir su peso específico los terratenientes o propietarios acomodados que se podían permitir acudir a Roma a votar. Y en los comicios centuriados, cuando Flaminio optaba como candidato a las magistraturas, los procesos electorales estaban sesgados por el procedimiento, confiriendo más peso específico a las numerosas centurias de los más ricos, y menos peso a las populosas, pero escasas centurias de los más humildes. Flaminio era un novus homo, un plebeyo iniciado en política, que no olvidó su origen y que se sirvió de él y lo hizo valer en favor de los suyos. Pero los plebeyos no eran solo los desarrapados, y emergía pujante en el seno de la plebe la clase empresarial integrada en el floreciente orden ecuestre.

      Flaminio, por otro lado, era un plebeyo experimentado en la guerra y por eso ganó su segundo consulado: contaba con apoyos recientemente renovados en el cargo de censor y en el fragor del debate político desatado por el plebiscito de la ley Claudia, y había conocido las mieles del triunfo militar por decisión popular.

      EL CÓNSUL IMPÍO

      Y retornamos al inicio: el año 217 se ha iniciado con prodigios inquietantes en un contexto opresivo y amenazante, con Aníbal y su ejército en el norte, pero amenazando los cimientos del Imperio romano y Roma misma. A los prodigios se responde con expiaciones y ofrendas a los dioses. Cneo Servilio Gémino como patricio y Cayo Flaminio como plebeyo son ya cónsules designados tras vencer en los comicios, pero aún no han tomado posesión. El año político se inicia el 15 de marzo y se avecina la fecha.

      Flaminio, observando que se están reconociendo por parte de los augures incesantes prodigios, y que el senado ya ha decidido movilizar a los decenviros para que consulten los Libros Sibilinos, activando por tanto los mecanismos de reserva ante indicios graves o acuciantes de quebranto de la pax deorum, sospecha que de nuevo СКАЧАТЬ