En el paraíso con su enemigo. Annie West
Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу En el paraíso con su enemigo - Annie West страница 4

Название: En el paraíso con su enemigo

Автор: Annie West

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Bianca

isbn: 9788413752129

isbn:

СКАЧАТЬ de un ciprés. Se irguió y miró fijamente a Damen. Era un gran actor. El año anterior, en Australia, le había hecho creer que se sentía atraído por ella.

      Lo peor era que para él solo había sido un «breve rapto», puesto que Christo había llamado al poco tiempo anunciando que había localizado a Emma. Entonces su secuestrador se había disculpado por tomar medidas extremas y la había devuelto amablemente a su casa.

      Steph se había sentido tan ninguneada como en todas las ocasiones en las que su padre había incumplido la promesa de ir a verla, porque siempre tenía cosas más importantes que hacer que estar con su hija.

      –Quería disculparme –repitió Damen con aparente sinceridad. Pero Steph nunca creería en su palabra.

      –Ya lo has hecho.

      –Se ve que no ha funcionado –dijo él, alzando un hombro. Al ver la mirada inquisitiva de Steph, añadió–: No me has perdonado.

      Steph apartó la mirada. No estaba dispuesta a absolverlo para que se sintiera mejor.

      –No puedes tenerlo todo.

      –Sin embargo, no le has contado a Emma lo que pasó.

      –No ha valido la pena –Steph se encogió de hombros–. Después de todo, eres el mejor amigo de su esposo. ¿Para qué iba a hacer que le cayeras mal si iba a tener que verte a menudo?

      –¿Es eso lo que sientes? ¿Te caigo mal?

      Una vez más, Steph creyó percibir algo parecido al sentimiento de culpabilidad en su tono, pero supuso que se trataba más bien de curiosidad. Dada su fortuna y encanto, debía resultarle extraño que alguien lo rechazara.

      Tomó aire.

      –Me enseñaron a ser educada, Nicolaides, pero está claro que no quieres entenderlo. La respuesta es que sí: me caes mal.

      Steph lamentó que no pareciera afectarle en lo más mínimo. Alzó la barbilla y añadió:

      –Espero no tener que volver a verte ni a hablarte.

      Solo entonces percibió una leve tensión en sus facciones, un temblor en los labios y un brillo transitorio de sorpresa en sus ojos. En una fracción de segundo, todo ello desapareció y Damen volvió a recuperar la expresión de quien no tenía ninguna preocupación en la vida

      –Es una lástima –dijo, desplegando una encantadora sonrisa–, porque confiaba en que pudiéramos pasar un tiempo juntos.

      Steph lo miró atónita.

      –¿Bromeas? No pasaría tiempo contigo ni aunque me ofrecieras un millón de dólares.

      Se produjo un silencio que Steph aprovechó para empezar a caminar hacia a casa, hasta que la voz de Damen la detuvo:

      –¿Y por dos millones de dólares?

      Capítulo 2

      DAMEN había hecho la propuesta impulsivamente, pero le satisfizo ver que por fin Stephanie lo miraba con una expresión que no era puro desdén. Y se dijo que quizá su intuición había sido una genialidad.

      Necesitaba temporalmente una mujer soltera, atractiva e inteligente. Stephanie reunía todas las condiciones. Que sintiera animosidad por él era aún más perfecto, a pesar de que sentirse tratado como si fuera venenoso le causara una mezcla de culpabilidad y de indignación.

      Sabía que merecía su enfado y comprendía que la había herido, pero qué otra cosa podía haber hecho cuando su amigo estaba loco de preocupación y Stephanie Logan tenía las clave que necesitaba.

      Había hecho todo lo posible para que le diera la información, pero finalmente había tenido que recurrir a tomar medidas drásticas. Su motivación había sido loable: que Christo resolviera sus problemas con su esposa.

      Pero también era verdad que nunca se había esforzado en ver las cosas desde la perspectiva de Stephanie hasta que lo había mirado con sus enormes ojos marrones llenos de dolor. Ni siquiera que luego reaccionara con ira había borrado el recuerdo de aquella primera intuición. Damen había sentido emociones que no había experimentado desde la fatídica noche con su padre

      Posteriormente, había intentado verla para disculparse, pero una crisis en el trabajo había exigido su atención y había tenido que marcharse.

      «O tal vez te resultó más fácil no enfrentarte a lo que te hacía sentir».

      –Si es una broma, no tiene gracia.

      Stephanie siguió caminando y su cabello negro se balanceó al ritmo de su paso decidido. Era una mujer vibrante, el aire crepitaba con su energía y con una fuerza interior que iluminaba sus facciones, bien estuviera triste, contenta o furiosa.

      Y cuando besaba…

      –No es ninguna broma.

      Eso hizo que se detuviera y se volviera a mirarlo con una ceja arqueada.

      Damen la prefería así. Sabía manejar mejor su ira que su dolor.

      –¿Cómo vas a pagar dos millones de dólares para…?

      –¿Pasar tiempo contigo? –Damen dio un paso hacia ella–. Lo digo en serio.

      Ella sacudió la cabeza.

      –¿Cuánto has bebido?

      Damen sonrió.

      –Estoy completamente sobrio –en lugar de sentirse insultado, le gustaba que fuera tan directa. Solo su familia y Christo lo trataban así.

      –No puede ser una frase para ligar conmigo, porque sé que no tienes el menor interés en mí.

      Aunque lo dijo con frialdad, sus mejillas enrojecieron, traicionándola. Damen recordó al instante la noche en Melbourne, la deliciosa sensación de tenerla en sus brazos…

      –Así que, ¿qué pretendes? ¿Quieres reírte otra vez de mí? –preguntó ella, cruzándose de brazos y mirándolo airada.

      Damen sintió la pulsión del deseo. Con un vestido verde que se pegaba a su cuerpo, parecía una sirena. Se obligó a concentrarse.

      –Vamos, Stephanie. No soy así. Sabes por qué actué como lo hice –ya estaba harto. Podía admitir que la hubiera herido involuntariamente, pero no era el sádico que ella pintaba–. Me he disculpado. Haré lo que quieras para que me perdones.

      –Muy bien. Déjame en paz. Eso es lo que quiero.

      Stephanie dio media vuelta y la falda del vestido se arremolinó en torno a sus piernas, marcando su estrecha cintura.

      –¿No quieres que te cuente lo de los dos millones de dólares? –dijo él incitador.

      En su experiencia, nadie despreciaría una oferta así. Al ver que Stephanie se detenía, se dijo que no le desilusionaba que fuera como todo el mundo. Después de todo, la necesitaba.

      –Sigo СКАЧАТЬ