En el paraíso con su enemigo. Annie West
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Название: En el paraíso con su enemigo

Автор: Annie West

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Bianca

isbn: 9788413752129

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СКАЧАТЬ y que necesitara estar a solas.

      Vio un sendero que partía de la villa y, recogiéndose el vestido, lo siguió hasta que el rumor del festejo se acalló. Había llegado a lo alto de un acantilado a cuyos pies había una playa de arena blanca. En la brisa flotaba el olor a cipreses y a mar, y Steph la aspiró profundamente.

      Solo necesitaba calmar su mente y recuperar algo de energía.

      –¿No lo estás pasando bien?

      La voz era como chocolate denso y Steph descubrió, aterrada, que algo se relajaba en su interior… como si hubiera estado esperando aquel momento.

      Habría reconocido la voz de Damen Nicolaides en cualquier parte porque todavía la oía en sueños.

      Apretó los dientes y se cuadró de hombros.

      –Quería respirar y estar sola.

      Al contrario de lo que había pretendido, oyó los pasos de Damen aproximarse.

      –Tan directa como siempre, Stephanie.

      Steph se mordió el labio, irritada por la facilidad con la que aquella voz activaba sus hormonas femeninas. Que Damen fuera la única persona que la llamaba por su nombre completo, sonaba como una invitación al pecado.

      –Así entenderás la indirecta y te marcharás.

      La respuesta de Damen fue una risa seca. En lugar de irse, se detuvo detrás de ella. Steph no podía verlo, pero sí percibirlo.

      –Te he traído una rama de olivo.

      Una mano cetrina de dedos largos y uñas perfectas apareció ante Steph. Sujetaba una copa de champán. Antes de que pudiera rechazarla, Damen continuó:

      –Brindemos por la feliz pareja.

      Siempre tan astuto. Sabía que era una sugerencia a la que no podía negarse.

      Tomó la copa evitando tocarle los dedos. La alzó y dijo:

      –Por los novios.

      Bebió y, al volverse, bebió de nuevo para calmar la súbita sed que sintió.

      De cerca, Damen no parecía la serpiente que era. Estaba tan guapo como siempre. Pómulos marcados, mentón firme; nariz larga, unos labios sensuales y unos ojos verdes como un bosque en el que brillara la luz del atardecer. Todo ello coronado por un cabello oscuro que ella sabía lo suave que era.

      –Por Emma y Christo –dijo él–. Y por que sean felices el resto de sus vidas.

      Bebió y Steph miró fascinada el movimiento de su nuez. Entonces él la miró y ella sintió una sacudida.

      «No, no, no. No es atracción. Eso queda en el pasado. Lo rechazas, lo desprecias».

      –Gracias por la copa –dijo, esforzándose por tratarlo como a un desconocido–. Será mejor que vuelva junto a Emma.

      –Está rodeada de familia y amigos. Puede prescindir de ti un rato.

      –Aun así, quiero volver.

      –Pensaba que podríamos hablar.

      –No tenemos nada de que hablar –dijo Steph con firmeza.

      La mirada de Damen se ensombreció y súbitamente Steph intuyó que pasaba algo.

      –De Melbourne.

      –No hay nada que decir. Forma parte del pasado.

      –No lo parece. Me miras con hostilidad, Stephanie.

      Ella asió el pie de la copa para reprimir el impulso de tirarle a la cara lo que quedaba de champán.

      –¿Te sorprende? –preguntó.

      –Me disculpé.

      –¿Crees que eso basta? –Steph describió un círculo con la mano y derramó el champán.

      –Hice lo necesario para ayudar a un amigo.

      –¡Me raptaste! –Steph clavó un dedo en el pecho de Damen.

      –Brevemente. Christo estaba desesperado por saber dónde se escondía su novia el día de la boda.

      –Eso no es excusa. Emma mandó un mensaje diciendo que estaba bien. Además, no puedes culparla por marcharse cuando descubrió la verdadera razón por la que Christo se casaba con ella.

      Damen sacudió la cabeza lentamente.

      –Han hecho las paces. Pero aquella semana Christo estaba loco de preocupación. Tenía que ayudarlo a encontrarla. Y tú –Damen le atrapó la mano y se la cerró sobre el pecho– sabías dónde estaba.

      –Asumiste que lo sabía –dijo ella, manteniendo la vista fija en su rostro.

      –Era evidente que alguien la había ayudado a desaparecer, Stephanie, y tú solo contestabas con evasivas. Por eso pensé que si te tenía a solas podría persuadirte de…

      Steph se ruborizó violentamente y liberó su mano de golpe al tiempo que retrocedía.

      –¿A eso lo llamas persuadir? –preguntó con la respiración agitada.

      Aunque Damen palideció, Steph no sintió ninguna satisfacción en incomodarlo porque estaba demasiado ocupada recordando que ella había dado el primer paso aquella noche.

      Exhausta tras una intensa semana de trabajo, no había encontrado ninguna excusa cuando Damen había aparecido diciendo que creía tener una pista sobre dónde estaba Emma. Le había pedido que lo acompañara para convencerla de que volviera junto a Christo. Ella sabía que estaba en Corfú, pero no podía admitirlo, así que había accedido a acompañarlo, y se había quedado dormida durante el viaje fuera de la ciudad.

      Al despertar, el coche estaba parado y Damen se inclinaba sobre ella. Adormecida, ella había reaccionado instintivamente, alzando una mano a su rostro. Él se había quedado parado y ella había sentido cómo el aire se cargaba de electricidad. Entonces Damen la había rodeado con sus brazos y la había besado con una intensidad que le había hecho descubrir más sobre el deseo que lo que había sabido hasta entonces. Sus dedos le habían acariciado el cabello con un ansia que evidenció la atracción que había intentado disimular. Durante toda la semana había visto como el guapo y considerado Damen se preocupaba por los amigos y la familia de Emma mientras la buscaba sin descanso.

      Solo cuando dejaron el coche y fueron a la aislada casa de la playa, había descubierto la verdad y la burbuja estalló. Damen le dijo que la retendría allí hasta que le dijera dónde estaba Emma. Aun así ella no le creyó y pensó que bromeaba. Hasta que fue a tomar su móvil y Damen le dijo que se lo había quitado. Eso era lo que estaba haciendo cuando ella había despertado en el coche, no robarle un beso. Solo se había aprovechado de su reacción instintiva, asumiendo que seducirla le facilitaría la tarea.

      Steph cerró los ojos para bloquear el recuerdo y la humillación de aquella noche.

      –¿Stephanie, estás bien? –preguntó СКАЧАТЬ