Lengua materna. Suzette Haden Elgin
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Название: Lengua materna

Автор: Suzette Haden Elgin

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Lengua materna

isbn: 9788418431036

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СКАЧАТЬ sugirió que, si de verdad estaban insatisfechos con el trabajo de Nazareth y Aquina, podían sentirse libres para contratar a un equipo diferente de intérprete/traductor para su siguiente contacto con los jeelods.

      No había otro equipo, por supuesto, ya que Nazareth Joanna Chornyak era la única terrestre viva que hablaba el idioma jeelod con la mínima fluidez. Dos niños Chornyak lo aprendían de ella, por supuesto, así que habría alguien que la sucedería más adelante y serviría como apoyo formal. Uno de ellos tenía nueve meses y el otro iba a cumplir dos; no se podían esperar grandes habilidades negociadoras de ninguno en algún tiempo. Los incompetentes lo sabían, y los lingüistas sabían que lo sabían, y todo resultaba tan absurdo como los rituales de ausencia de los jeelods. Y pareció durar lo mismo.

      —Dieciocho minutos once segundos —murmuró Aquina a la cansada niña que esperaba a su lado a que terminaran; Nazareth soltó una risita y dijo algo verdaderamente obsceno en francés barriobajero. No subieron a la furgoneta hasta casi las once, e incluso a esa hora el tráfico de Washington era tan denso que tardaron otros veinte minutos en subir al volador. Nazareth tendría que levantarse a las cinco y media para la rutina del día siguiente, como siempre, y volver a otra cabina de interpretación a las ocho en punto. ¡Era muy divertido ser una niña de las líneas!

      Igual que ser una mujer de las líneas, claro. Había muchas mujeres aún despiertas en la casa Estéril a medianoche, y estaban lo suficientemente ocupadas —y cansadas— para agradecer una interrupción y escuchar lo que Aquina tenía que contar. Empezó con un público reducido y dudoso: ella misma, Nile, Susannah y una nueva residente llamada Thyrsis a quien no conocía bien y que había decidido, por alguna razón todavía inexplicada, que prefería estar aquí que en la casa Estéril Shawnessey. Sin duda, ya lo contaría a su debido tiempo. Aquina comenzó con esas cuatro y, a medida que hablaba, su público aumentó de manera considerable.

      —No comprendo —intervino Thyrsis Shawnessey la primera vez que Aquina hizo una pausa.

      —Eso es porque Aquina está excitada. Nunca habla con claridad cuando lo está; por suerte, siempre se aburre en las negociaciones, o quién sabe qué clase de cosas nos habría contado ya.

      —¿Cómo puedes estar excitada a estas horas de la noche, Aquina?

      —Porque es excitante —insistió Aquina.

      —Cuéntanoslo de nuevo.

      Aquina se lo contó e intentó no sonar precipitada. Ellas escucharon y asintieron, y Susannah se levantó, preparó té y lo sirvió.

      Cuando se aseguró de que todo el mundo tenía en su poder las humeantes tazas, pidió a Aquina que parase.

      —Permíteme comprobar si lo he entendido bien, sin todos los toques exóticos —dijo—. Lo que dices es que esa niña, por sí misma, ha escrito Codificaciones y creado palabras para ellas en langlés. Sin ninguna ayuda ni instrucción por parte de nadie. Ni ninguna información sobre el langlés, excepto los fragmentos que las niñas pequeñas aprenden aquí y en la casa principal, lo que nos ven hacer con los ordenadores y demás. ¿Lo he entendido bien, Aquina?

      —Bueno, se trataba de un langlés lamentable, Susannah, era de esperar.

      —Por supuesto.

      —Pero lo has entendido bien. Si se considera con lo que tiene que trabajar, lo ha hecho muy bien. Al menos, podría decirse que se pretendía que las formas fueran en langlés. Y, aun así, eso no es lo importante, sino la semántica, maldita sea. Y tuve la oportunidad de preguntarle un par de cosas mientras esperábamos a que los hombres acabaran con sus juegos de dominación y nos dejaran volver a casa. Dice que lleva haciéndolo bastante tiempo.

      —A su edad, eso significará un mes o dos.

      —Tal vez sí, tal vez no. Afirma que tiene más páginas en casa. Lo anota en un cuaderno, como yo escribo en un diario. ¡Lo que daría por echarle un vistazo!

      —Crees que esto es importante, ¿verdad, Aquina? No es solo el juego de una niña pequeña, sino algo de gran importancia.

      —Bueno, ¿tú no?

      —Aquina, no estuvimos allí, no vimos lo que escribió. Y tú no lo recuerdas muy bien. ¿Cómo podemos juzgar con tan pocos datos?

      —Copié una Codificación.

      —Sin pedirle permiso.

      —Sí. Sin pedirle permiso. —Aquina estaba acostumbrada a meterse en líos con las otras habitantes de la casa y a encontrarse en el extremo equivocado de sus líneas éticas; no se molestó en mostrarse desafiante—. Pensé que importaba, y todavía lo pienso. Tomad, por favor, mirad esto. —Y les tendió una muestra de lo que había en el cuadernillo de Nazareth.

      Abstenerse de preguntar con malas intenciones; en especial cuando está claro que alguien quiere con fervor que se le pregunte: por ejemplo, cuando alguien desea que se le pregunte por su estado mental o de salud y es evidente que quiere hablar sobre el tema

      —¿Y bien? —preguntó después de que lo hubieran mirado el tiempo suficiente para comprenderlo—. ¡Decid algo!

      —¿Y le ha dado a esto una lexicalización como una palabra en langlés?

      —¡Por todos los demonios, mujer, Nazareth no conoce la existencia de ningún otro idioma femenino además del langlés! Como es natural, eso es lo que ha intentado hacer. ¿No lo ves? ¡Si puede formular conceptos semánticos como estos, nosotras sabemos qué hacer con ellos!

      —Pero Aquina —objetó Susannah—, entonces la niña esperaría que apareciesen en los ordenadores de los programas de langlés. Y eso significaría que los hombres tendrían acceso. No podemos permitirlo, y lo sabes.

      Hubo un coro de asentimiento, y Aquina agitó la cabeza con fiereza y gritó:

      —¡En ningún momento he dicho…! —Entonces, bajó la voz y empezó de nuevo. Estaba demasiado cansada para chillar, aunque fuera lo apropiado—. ¡En ningún momento he dicho que le dijéramos a Nazareth que estamos usándolos, no soy completamente estúpida!

      —Pero, entonces, ¿cómo los conseguiríamos?

      —Yo me encargaré —dijo Aquina—. Soy el apoyo informal de Nazareth en todas las negociaciones con los jeelods, y estos vuelven con alguna queja estúpida cada dos semanas. Pasaré ociosa bastante tiempo con ella como para averiguar dónde guarda el cuaderno. No en el dormitorio de las niñas, eso está claro; yo no lo haría jamás. Pero nunca ha tenido la oportunidad de llevarlo muy lejos de esta casa o de la casa grande; estará dentro de un árbol, en un agujero o en algún otro sitio parecido. Y ella me lo dirá.

      —¿Y entonces?

      —Entonces, yo, con sumo cuidado para que no lo sepa nunca, iré cada semana y copiaré lo que haya añadido.

      En ese momento, todas se sorprendieron. Sabían que para hacer una tortilla era necesario romper los huevos, pero no les sirvió de mucho consuelo; tenían tanto sentido político como Nazareth, aunque se las pusiera a todas juntas.

      —No puedes hacer eso —intervino Nile, y se cubrió con su chal cuando una súbita ráfaga de aguanieve golpeó la ventana junto a ellas.

      —¿Por qué no?

      —¿Cómo te habrías СКАЧАТЬ