Lengua materna. Suzette Haden Elgin
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Название: Lengua materna

Автор: Suzette Haden Elgin

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Lengua materna

isbn: 9788418431036

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СКАЧАТЬ lo reemplazó por una falsa y empalagosa amabilidad acorde a lo que iba a decir a continuación. No era, en absoluto, una competición justa: por un lado, estaba el pobre Kenneth, salido directamente del populacho y conducido a la casa Chornyak, sin ningún dominio de las habilidades lingüísticas; y, por otro, Aaron William Adiness, hijo de la casa Adiness, la segunda de las dinastías lingüísticas, solo por detrás de la línea Chornyak. Kenneth era un pato en un barril, y Aaron disfrutaba demasiado de la caza como para dejar escapar la ocasión.

      —Hay veces, Kenneth —contestó con tono compasivo—, en que resulta obvio en extremo que no naciste lingüista. No aprendes nunca, ¿verdad?

      Kenneth se ruborizó, y Thomas sintió lástima por él, pero no interfirió. En cierto sentido, Aaron tenía razón: Kenneth no aprendía. Por ejemplo, todavía no había aprendido que seguir el juego a Aaron solo servía para alimentar su gigantesco ego y era, por tanto, una pérdida de tiempo. Kenneth siempre picaba.

      —No es la mujer —agregó Aaron con amabilidad— la que añade los lenguajes alienígenas a los haberes de la casa. Es el hombre. Es este el que se toma la molestia de fecundar a la mujer, a la que se mima y se trata con indulgencia enfermiza para asegurar el bienestar de su hijo. Atribuir crédito alguno a la mujer, que desempeña el papel de un simple receptáculo, es romanticismo primitivo, Kenneth, y completamente acientífico. Relee tus textos de biología.

      Releer. Presuponía que Kenneth ya los había leído y que no había aprendido nada de la experiencia. Magnífico. Y típico de Aaron Adiness.

      Kenneth farfulló y enrojeció todavía más.

      —Maldita sea, Aaron…

      Aaron navegó en la corriente de la conversación; Kenneth apenas estaba presente, excepto como objetivo de su misericordiosa instrucción.

      —Y harías bien en recordar que, si no fuera por la intervención de los hombres, solo nacerían mujeres. La raza humana degeneraría en una especie compuesta enteramente por organismos inferiores a nivel genético. Tal vez quieras reflexionar sobre ello, Kenneth. No estaría mal que tuvieras en mente esos hechos básicos, como antídoto para las tendencias sentimentales.

      Entonces, se reclinó hacia atrás, exhaló una bocanada de anillos de humo hacia el techo, sonrió y dijo:

      —No confundamos el continente con el contenido, querido hermano.

      En la otra pata de la mesa, Jason se rio en respuesta al viejo chiste. Thomas se sintió decepcionado. Más tarde, le diría unas palabras a su hijo por aplaudir al que utilizaba un arma cuando el blanco era un pato en un barril. Se sintió más satisfecho con lo que sucedió a continuación, cuando la reprimenda llegó de la pantalla del comset donde el rostro de James Nathan parpadeaba y ondeaba contra las fluctuaciones de los suministros de energía de la casa.

      —Maldición, Adiness —intervino este otro hijo más capaz—, la única razón por la que no hemos terminado con esto para pasar a esos plazos de entrega por los que estabas tan preocupado hace cinco minutos, y la única razón por la que no estoy de vuelta en la cama, donde, sin duda, debería estar, es por lo mucho que te gusta hablar. Ninguno de nosotros, y eso incluye a Kenneth, a quien pido disculpas por tus malos modales, necesita que recites información que todos los seres humanos conocen desde los tres años de edad. Ahora, daré por hecho que has terminado, Aaron, y te sugiero que así sea.

      Aaron asintió con cortesía y aplomo, y sonrió con tranquilidad, y Thomas supo que este consideraba que la reprimenda merecía el placer de haber jugado con Kenneth, Williams de apellido de soltero. Aaron consideraba que el hecho de que Kenneth aportara genes nuevos no justificaba su presencia. Desde el principio, se había opuesto a que entrara en la casa como esposo de Mary Sarah, y nunca ocultó que su opinión no había cambiado, a pesar de los siete años que habían transcurrido. Le gustaba recalcar que Kenneth era «sin duda, afeminado». No delante de él, por supuesto, pero siempre allí donde el insulto llegara a su cuñado al poco tiempo.

      —Nazareth ya no puede dar a luz —comentó Jason, consciente de que había sido el único en reírse con el ataque de Aaron, y ansioso por demostrar que en él había algo digno de consideración—. Tiene casi cuarenta años, y ni siquiera de joven fue una gran belleza. ¿Para qué demonios necesita pechos? Es absurdo. Es un tema que no merece ni cinco minutos, y mucho menos una reunión. Estoy de acuerdo con Aaron; propongo que terminemos esta discusión, votemos y levantemos la sesión.

      —¿Y hagamos qué? ¿Dejarla morir?

      Paul John carraspeó, y los miembros veteranos miraron al techo con educación. Estaba claro que tendrían que pasar más tiempo con Kenneth. Tal vez deberían comentárselo a Mary Sarah…

      —¡Por Dios, Kenneth, qué tontería acabas de decir! —exclamó Jason, dándose importancia—. Hay dinero de sobra en la Cuenta Individual Médica de las mujeres para cubrir el tratamiento que Nazareth necesita. ¿Quién habla de dejarla morir? No dejamos morir a las mujeres, idiota. ¿Todavía te crees todo lo que lees en las noticias sobre los lingüistas?

      Entonces, Thomas suspiró, lo bastante alto para que lo oyesen, y notó la aguda mirada de Aaron. Tal vez pensara que estaba cansado. Cansado y, para un observador bien entrenado, a punto de desmoronarse. Aaron opinaría que ya era hora de que Thomas dimitiera y cediera el mando de la casa a alguien más joven y capaz, preferiblemente a Thomas Blair II, porque Aaron sabía que lo manipularía con facilidad. Thomas sonrió a Aaron en reconocimiento de la idea y dejó que sus ojos hablaran por él: «Pasarán muchos años antes de que entregue la casa Chornyak a nadie, bastardo engreído», y, entonces, alzó una mano para dar por zanjada la discusión entre Kenneth y Jason.

      —Mira… —empezó a decir Kenneth antes de que Thomas lo interrumpiera.

      —Los lingüistas no dicen «mira», Kenneth. Tampoco dicen «oye» ni «escucha». Por favor, exprésate con mayor formalidad. —Thomas era un hombre paciente, y seguiría intentándolo con este joven testarudo e impetuoso. Había visto diamantes más toscos en su época, y los cuatro hijos que Kenneth había engendrado hasta ahora eran especímenes soberbios.

      Kenneth, evidentemente, no comprendía qué diferencia creaba su elección de predicados sensoriales en las entrañas de la gran casa, a kilómetros de cualquier miembro del público que se contaminara de sus defectos de expresión, pero tenía los suficientes modales como para guardarse sus opiniones. (No pudo borrarlas de su rostro, por supuesto, pero eso no lo sabía, y los demás no tenían motivos para decírselo). Pidió disculpas con un gesto y empezó de nuevo.

      —Entiende esto —comentó con cuidado—. Hay dinero suficiente en la CIM de las mujeres para pagar la regeneración de los pechos. Yo llevo las cuentas, ¿recuerdas? Estoy en posición de saber para qué hay dinero y para qué no. Es una suma insignificante; solo hay que implantar una célula o dos y aplicar un poco de estimulación rudimentaria para iniciar la regeneración de las glándulas. ¡Eso es biología y contabilidad elemental! En realidad, cuesta lo mismo que un ordenador de muñeca, y este año hemos comprado cuarenta. ¿Cómo explicamos que no estamos dispuestos a autorizar que se emplee una cantidad tan reducida en beneficio de alguien que ha sido tan eficiente, tenaz y productiva como «receptáculo»? Soy consciente de que no nací lingüista, aun sin los constantes recordatorios de Aaron, pero ahora soy miembro de esta casa, tengo derecho a ser escuchado, no soy ignorante y os digo que me siento incómodo con esta decisión.

      —Kenneth —intervino Thomas, y la simpatía de su voz era auténtica—, valoramos la compasión y la empatía que nos transmites. Quiero que lo sepas. Necesitamos tu opinión, sin duda. Pasamos tanto tiempo compartiendo las visiones del mundo de seres que no son humanos que, a veces, nosotros tampoco СКАЧАТЬ