Seamos una familia. Roser A. Ochoa
Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Seamos una familia - Roser A. Ochoa страница 9

Название: Seamos una familia

Автор: Roser A. Ochoa

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: eLit LGTBI

isbn: 9788413753058

isbn:

СКАЧАТЬ tú dame el teléfono de Sara y yo…

      —¡Está muerta! —exclamó Eric, dejando que ya las lágrimas descendieran por sus mejillas, sintiéndose patético y derrotado al instante—. Firma los papeles, por favor… —le imploró con la voz rota—. Por favor… —repitió.

      Había metido la pata hasta el fondo, siempre había pensado que Jonah Katsaros no quería saber nada de su hijo, ¡no que no supiera que tenía uno! ¿Qué pasaría ahora? ¿Y si él quería reclamar a Lucas?

      Eric pasó el dorso de la mano por sus ojos, arrasando lágrimas y mocos, cogió la mochila al vuelo al tiempo que salía de ese despacho corriendo como si algo estuviera a punto de matarlo, dejando los papeles que tanto ansiaba en manos de un sorprendido Jonah, que aún estaba en estado de shock.

      —¡Espera! —gritó la mujer, viéndolo salir tan apresurado del despacho de su hermano.

      Eric salió de nuevo a la lluvia, que arremetía con mucha más fuerza que al momento de llegar. Echó a correr sin saber muy bien en qué dirección lo hacía, solo corrió mientras la ropa de nuevo iba mojándose, pero al menos así, bajo la lluvia, nadie podía ver como no podía parar de llorar.

      —Maldita sea, Sara, ¿por qué me mentiste? —murmuró Eric, con la respiración agitada.

      Capítulo 6

      No podía salir de su asombro. Quiso correr tras el chico, no obstante, en ese instante era como en esas películas de la mafia, alguien había hundido sus pies en cemento y de un momento a otro lo lanzarían a un profundo lago. Sentía que se iba a ahogar, notaba cómo se encontraba anclado al suelo, sin poder moverse. Puede que no de manera literal, pero sí en todos esos pensamientos que se agolpaban en su mente uno tras otro, abriéndose paso a empellones en su cerebro.

      Primero pensó en Sara, no podía creer que esa chica tan divertida y vivaz hubiera muerto, no sabía cuándo, ni cómo o por qué… De hecho, no veía a esa chica desde que se graduaron de la universidad. De eso hacía ya… La edad que tendría el crío. Lo que le llevó a ese segundo pensamiento: ¿un hijo? ¿Él? ¡Nunca le habían gustado los niños! ¿Por ese motivo Sara no le había dicho nada? La última reflexión que lo golpeó fue para el chico que acababa de huir de allí. A pesar de que había terminado derretido en lágrimas, no podía ni imaginar el valor que había necesitado reunir para ir hasta allí a enfrentarlo cara a cara con el ánimo de entregarle esos papeles.

      —¡Después dices que yo soy dura! —se rio Ina, entrando en el despacho—. ¿Qué le has dicho al pobre crío? ¡Lo has hecho llorar! —siguió con un tono tan jocoso que Jonah se sintió ofendido.

      —Ahora no, Ina —gruñó, cogiendo los papeles de encima de la mesa—. Oye, tengo que irme, ¿te encargas tú de esto?

      —¿Q… qué? —balbuceó Ina—. Pero si siempre quieres ser tú quien elija a los…

      —Confío en ti —cortó Jonah su diatriba, saliendo del despacho.

      —¡Oye! ¡Espera! —le pidió su hermana saliendo tras él—. ¿Qué diablos pasa contigo? —preguntó, aunque su tono se asemejaba más a una exigencia—. ¿Quién era ese?

      La puerta de la calle se abrió una tercera vez y un sonriente Víctor entró, sacudiendo el paraguas antes de dejarlo en el paragüero, sin embargo, aún no había llegado a meterlo cuando Jonah lo interceptó, agarrándolo del brazo, ignorando a su hermana y saliendo a la calle de manera apresurada.

      —Eh, eh, eh, eh —decía Víctor, mientras lo arrastraban bajo la lluvia—. Pero ¿qué…?

      —Necesito una copa —aseguró Jonah.

      —Eso está muy bien, pero trabajamos en un restaurante… —empezó a balbucear.

      —Víctor —insistió Jonah, mirándolo con el semblante muy serio, mientras las gotas empezaban a mojarlo.

      —Vale, perdona… —respondió Víctor, abriendo el paraguas para cubrirlos a ambos—. Está bien… Vamos.

      La cara de Víctor cambió por completo, no era habitual que Jonah se comportara de una manera tan impulsiva y extravagante, así que eso solo podía significar que algo había pasado, esperaba que nada malo.

      Ambos amigos entraron en uno de los locales de primera línea de playa, pidieron dos cervezas y aguardaron a que se las sirvieran. Ninguno de los dos parecía dispuesto a romper ese silencio que se había creado entre ambos, pero después de que Jonah diera buena cuenta de su consumición, casi bebiéndosela de un trago, Víctor no pudo aguantar más y preguntó de forma directa qué era lo que estaba pasando, más que nada porque empezaba a preocuparse.

      Jonah empezó a hablar, sin embargo, tampoco era que pudiese explicarle mucho, y cuando su mejor amigo comenzó a hacerle preguntas, se dio cuenta de que no era capaz de responder a ninguna, pues en verdad sabía nada y menos, solo que ese tal Eric se había presentado allí y después todo estaba como brumoso.

      Víctor terminó de leer los documentos y los dejó en el centro de la mesa, justo en medio de las dos nuevas jarras de cerveza que acababan de pedir.

      —Pero tú y esa chica… —empezó a poner en duda Víctor, sin embargo, Jonah asintió—. ¿Cuándo?

      —Fue a finales de la carrera, tonteamos un poco y en una fiesta bebimos de más y terminamos en un hotel… No sé, fue todo muy impulsivo… Después de esa noche coincidimos un par de veces más, ella no parecía dispuesta a hablar del tema y a mí eso me fue de puta madre. Quedó como algo que había pasado sin más, de hecho, y si te tengo que ser sincero, hasta me había olvidado de esa historia.

      Jonah soltó un suspiro. El tema había sido así, al menos para él. Nada formal, tampoco nada de una noche, solo dos amigos tonteando y que terminaron acostándose. Sin más. Sin complicaciones ni implicaciones emocionales. ¿Por qué Sara no se había puesto en contacto con él? ¡Se conocían desde primer año de carrera! No es que fuesen amigos inseparables, pero ¿en tan mala consideración lo tenía? ¿Lo había tomado por un gilipollas que se desentendería del crío? Y justo después de ese pensamiento, otra idea cruzó la mente de Jonah, una que tomó algo más de fuerza. Puede que Sara no le hubiera dicho nada por todo lo contrario, por miedo a que él quisiera asumir su responsabilidad.

      —Sea como sea —interrumpió sus pensamientos Víctor—, no lo entiendo, ¿dónde está el problema? —añadió entonces—. Firma.

      —¿Estás loco? —exclamó Jonah, mirándolo con los ojos muy abiertos, como si acabara de decir una estupidez monumental—. Ni siquiera sé si el niño es mío.

      —Por eso —soltó Víctor, alzando los hombros, intentando dar un análisis de la situación lo más objetivo posible—. Si el muchacho hubiera venido para pedirte dinero o una manutención… Evidentemente te diría que ni loco firmaras esto sin hacerte una prueba de paternidad y, aun así, te diría que ¡a la mierda! Antes de soltar un duro que te lo ordenara un juez. Pero este chico parece que no quiere nada, solo que renuncies a algo que ni siquiera sabes si es tuyo. No le veo la complicación. Renuncia. El chico se queda tranquilo y tú sigues con tu vida como hasta ahora. Solo se trata de decir que no quieres algo que ni sabías que tenías.

      —Pero… —dudó Jonah.

      —¡Oh, СКАЧАТЬ