Zahorí 1 El legado. Camila Valenzuela
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Название: Zahorí 1 El legado

Автор: Camila Valenzuela

Издательство: Bookwire

Жанр: Книги для детей: прочее

Серия: Zahorí

isbn: 9789563634020

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СКАЧАТЬ multitud se congregaba en el corazón del bosque. Como era costumbre en cada luna llena, los cuatro clanes se encontraban reunidos alrededor del fuego. No obstante, podían sentir un aire desventurado, como si un presagio oscuro rondara el ambiente. La luna estaba oculta entre nubes negras y densas; la humedad de la tierra, el fuerte viento escarchado y la lluvia constante no permitían que el fuego lograra sostenerse. Algo hacía menguar su fuerza.

      Frente a los cuatro clanes y detrás del fogón había tres figuras femeninas: la primera llevaba una capa larga y verde; la segunda, una de color blanco, y la tercera, otra de tonalidades azules. Despacio, la mujer de capa verde les habló a las demás:

      —¿Dónde está Ciara?

      —Lo desconozco, Aïne —respondió la de capa blanca.

      —No podemos iniciar el ritual sin ella —replicó la de capa verde—. Necesitamos el fuego creador.

      —Es muy cierto —señaló la de capa azul—. La fuerza del fuego ya casi se extingue.

      De pronto, apareció entre los árboles un jinete sobre su caballo. La multitud observó atónita mientras el inesperado invitado se colaba al galope entre esta, hasta llegar frente a las tres mujeres. Una vez ahí se quitó la capucha que dejó al descubierto sus ojos de niña:

      —Tenemos problemas —sentenció Cayla sin bajar del caballo.

      —Ciara nos llama —señaló de súbito la mujer de capa azul con la mirada clavada en el vacío—. Ciara nos necesita.

      —Eso es muy cierto, lady Máira —volvió a hablar la niña—. Es menester que vengan conmigo.

      —¿Qué haremos con el rito? —preguntó Síle, la mujer de capa blanca.

      —Debemos partir ahora —ordenó Cayla—. Ciara reclama vuestra presencia.

      Aïne, la mujer de capa verde, dio un paso hacia delante y habló a la multitud con su tono de voz fuerte y equilibrado:

      —Querida familia, pronto volveremos junto a ustedes. La señora del Fuego regresará con nosotras para celebrar el rito a la luna llena.

      Una ráfaga de viento helado surgió desde las profundidades del bosque y un trueno retumbó en los oídos de todos los presentes. Cayla dio un grito al mismo tiempo que agitaba las riendas de su caballo. Las otras mujeres subieron a sus monturas y se perdieron en la oscuridad.

      El sonido de los cascos se ahogaba en la lluvia. Las mujeres llevaban un buen rato montando y el sudor cálido de los animales se traspasaba hacia las jinetes. Las ramas de los árboles se sacudían de un lado a otro y ráfagas de viento helado se colaban entre sus capas. Entonces, cuando ya empezaban a sentir dolor en las piernas, Cayla se detuvo y descendió de su caballo frente a la entrada de la caverna.

      —Síganme —les pidió a las tres mujeres.

      Entraron por el mismo pasillo angosto y oscuro que la niña había transitado horas antes. Al fondo era posible vislumbrar una luz tenue en la penumbra. Sus paredes estaban caladas por la humedad y por ellas se deslizaban gotas que replicaban su sonido como un canto solitario. Era lo único que escuchaban. Traspasaron el camino rodeado de piedra hasta llegar a una gruta. Su centro estaba iluminado por un círculo de velas. Una mujer alta, delgada y de cabellos oscuros les dio la bienvenida:

      —Las estaba esperando. Fáilte.3

      —¿Qué haces aquí, Ciara? —dijo Aïne, sin corresponder el saludo—. Nuestra familia nos espera.

      —Las hermanas de sangre deben primar en circunstancias como estas. El resto tendrá que esperar.

      Luego, con su voz fría y pausada, Ciara se dirigió a la niña:

      —Cayla, ¿podrías hacernos el favor de cuidar los caballos? No queremos que se extravíen entre las sombras. Esta noche tenemos un rito importante que celebrar con nuestro pueblo.

      —Por supuesto, con su permiso.

      La figura de Cayla se perdió por el túnel y las cuatro mujeres quedaron solas.

      —Sentí que nos llamabas, Ciara —afirmó Máira.

      —Tus visiones nunca fallan —contestó y un extraño brillo centelleó en sus ojos verdes.

      Instintivamente, Máira llevó ambas manos al centro de su pecho.

      —¿Qué sucede? —preguntó Aïne.

      —Algo dentro de mí... una sombra —comentó Máira, entre jadeos.

      Luego, levantó sus ojos hacia Ciara.

      —¿Quién eres? —le preguntó.

      La aludida esbozó una sonrisa carente de emoción.

      —Soy tu hermana, claro —respondió y luego se dirigió a las otras mujeres—. Quizás nuestra pequeña Máira necesite descansar.

      —¿Te encuentras bien? —le preguntó Síle, la mujer de capa blanca.

      —Lleva la oscuridad dentro de ella —contestó Máira con la vista clavada en Ciara.

      Un silencio sepulcral se instauró entre ellas hasta que Ciara decidió hablar.

      —Hoy las he invitado a mi guarida para celebrar el origen de una nueva era, una en la cual nuestra raza podrá contar con un verdadero reino.

      —Nosotros no necesitamos un reino. Nosotros somos una familia —sentenció Aïne.

      —Te equivocas, formamos parte de un linaje único. Somos las primeras, las originales. Somos las señoras de estos bosques. Nosotras no tenemos familia, tenemos un pueblo y, como tal, debe ser gobernado.

      Las tres mujeres se miraron espantadas.

      —Quiere ser reina —comentó horrorizada Máira—. Nuestra hermana murió el día en que se cansó de ser la señora del Fuego. Ahora, esta extraña lo quiere todo.

      Ciara no escuchó más palabras. Levantó ambos brazos y llevó su cabeza hacia atrás. Instantáneamente, el fuego de las velas aumentó en grandes y largas llamaradas, las cuales encerraron a las tres mujeres dentro de un círculo rojo. El calor ardía alrededor de ellas. Entonces, Ciara comenzó a recitar, una y otra vez, las mismas palabras:

      —Draíochta dorcha, beatha an tine go mbaineann a thabhairt duit.4

      Cuando las llamas ya alcanzaban lo más alto de la caverna, Ciara interrumpió su canto y arrojó sobre sus hermanas el líquido rojo que había fabricado Cayla. Pocos segundos después, un resplandor verde emergió desde Aïne; luego, uno de color blanco salió desde Síle y, por último, uno azul surgió de Máira. Fatigadas, las tres hermanas cayeron de rodillas. Los rayos de colores se unieron a las llamas de fuego, formando una sola luz que ingresó al cuerpo de Ciara, envolviéndola con un brillo cegador. Al cabo de unos instantes, el resplandor se apagó y Ciara volvió a abrir sus ojos: nada quedaba del verde que siempre los había caracterizado, un negro azabache y vacío los inundaba por completo.

      —He aquí a СКАЧАТЬ