Название: El hombre de ninguna parte - Magia en la Toscana
Автор: Caroline Anderson
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Omnibus Jazmin
isbn: 9788413751740
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Ella abrió los ojos de par en par y lo miró fijamente mientras trataba de zafarse.
–¿Estupidez y orgullo? ¡Mira quién fue a hablar! No vamos a morir. No seas melodramático. No es para tanto.
Sebastian la atrajo hacia sí y observó su rostro mientras su aroma volvía a invadirle.
–¿Estás segura? –gruñó–. Porque puedo dejarte aquí para que lo compruebes si quieres. Pero no voy a dejar a tu hijo contigo. ¿Cuántos años tiene? ¿Dos? ¿Tres?
El desafío desapareció de los ojos de Georgia y fue sustituido por la preocupación.
–Dos. Tiene dos años.
Sebastian cerró los ojos un instante y tragó saliva para contener las náuseas. Él también tenía dos años cuando...
–De acuerdo –dijo con voz tirante pero pausada ahora–. Esto me gusta tan poco como a ti, pero la diferencia está en que yo me tomo en serio mis responsabilidades...
–¿Cómo te atreves? –gritó Georgia–. ¡Yo me tomo mis responsabilidades muy en serio! ¡Nada es más importante para mí que Josh!
–¡Pues demuéstralo! ¡Entra en el coche y por una vez en tu vida haz lo que te dicen antes de que todos muramos congelados!
Sebastian le soltó el brazo como si le quemara y ella volvió a entrar en el coche dando un portazo innecesario.
–¿Mami?
–No pasa nada, cariño –diablos, le temblaba la voz. Le temblaba todo el cuerpo.
–No me gusta. ¿Por qué está enfadado?
–Solo está enfadado con la nieve, Josh. Igual que yo. No pasa nada.
Una mano enguantada limpió el cristal y los limpiaparabrisas empezaron a moverse otra vez, de modo que Georgia ya podía ver el coche que tenía delante. Sebastian quitó la cuerda del remolque y se puso en marcha. Ella le siguió obedientemente mientras atravesaban las puertas de hierro. Cuando las cruzaron, vio cómo empezaban a cerrarse tras ellos, atrapándola en el interior de la propiedad.
Easton Court, el lugar de sus sueños rotos. Su próxima prisión durante quién sabía cuánto tiempo.
Tendría que haberse quedado en el atasco.
Capítulo 2
Sebastian siguió conduciendo y pasó por delante de las antiguas caballerizas que había detrás de la casa. Cuando se detuvo ya había logrado recuperar la calma. Si conseguía mantener la boca cerrada, tal vez no dijera algo de lo que pudiera arrepentirse.
Algo «más» de lo que pudiera arrepentirse. Ya era un poco tarde para las cosas que acababa de decir, y muy tarde para todo lo que dijo nueve años atrás, para la amargura y la destrucción que había llevado a su relación.
Tanto tiempo después seguía sin saber quién tenía razón y quién no, o si alguien tenía razón. Solo sabía que la echaba de menos, que no había dejado de echarla de menos a pesar de que durante todos aquellos años había tratado de ignorarlo.
Aspiró con fuerza el aire, bajó del coche y quitó la cuerda del remolque. Maldición. Si el tiempo no mejoraba se vería obligado a quedarse allí durante días con ella, con ella y con su hijo de dos años de ojos profundos capaz de romperle el corazón.
–¿Estás bien, cariño? –Georgia se giró para mirar a Josh.
El pequeño tenía una expresión de duda.
–Quiero ir con los abuelos.
–Ya lo sé, pero hoy no podemos llegar hasta allí por la nieve, así que vamos a quedarnos esta noche con Sebastian en esta casa tan bonita, ¿de acuerdo? –trató de sonreír, pero le salió una mueca falsa. Le daba miedo entrar con Sebastian en aquella casa que albergaba tantos recuerdos de su pasado.
Pero no era culpa suya que ella estuviera allí, y lo menos que podía hacer era mostrarse amable y aceptar su hospitalidad. Se dio la vuelta al verle acercarse al coche y abrirle la puerta.
–Lo siento –dijeron los dos a la vez.
Sebastian esbozó una sonrisa que le partió el corazón y se apartó para dejarla salir.
–Te ayudo a bajar las cosas –se ofreció él.
Cuando Georgia empezó a pasarle bolsas, Sebastian se preguntó cuántas cosas necesitaban una mujer y un niño pequeño para una sola noche.
–Con esto llegará por ahora –aseguró ella cuando le vio agarrar la cuna de viaje–. Tal vez tenga que volver luego a buscar algo más.
–De acuerdo –Sebastian cerró el maletero mientras ella salía del coche con su hijo.
«Su hijo», pensó él, sorprendido por la oleada de celos que le provocó que tuviera un hijo con otro hombre.
Los rumores no le habían llegado completos, porque no sabía que tenía un hijo pero sí se enteró de que su marido había muerto. De aquello hacía un año, tal vez dos. ¿Habría sido cuando estaba embarazada? Los celos fueron sustituidos por la compasión. Debió ser duro para todos.
El niño lo miró muy serio durante un instante con aquellos ojos que le atravesaban el alma y Sebastian se dio la vuelta, tragando saliva para pasar el nudo que se le había formado en la garganta, y los guio hacia el interior de la casa.
–¡Oh!
Georgia se paró en seco en el umbral y miró a su alrededor con la boca abierta. Habían entrado por la parte más antigua de la casa, a través de un vestíbulo que daba a una cocina cálida y acogedora que parecía sacada de una revista.
–Está un poco distinta, ¿verdad? –murmuró Sebastian con una sonrisa irónica.
Ella se rio sin dar crédito. La última vez que la había visto era una estancia oscura con nidos de pájaro.
Sebastian se quitó el abrigo y lo colgó en el respaldo de una silla antes de agarrar la tetera.
–¿Té?
Georgia dejó de observar los detalles de la cocina y lo miró con cierto recelo.
–Si no te importa...
Pero ya había quedado claro que sí le importaba tras sus tempestuosas palabras antes de entrar. Sebastian suspiró y se pasó una mano por el pelo. Estaba mojado por la nieve y las gotas le caían por el cuello. Seguramente a ella le pasaría lo mismo. Sacó un paño de cocina de un cajón y se lo pasó antes de agarrar otro para él.
–Toma –le dijo con un gruñido–. Tienes el pelo mojado. Ve a ponerte cerca de la estufa.
No era una disculpa, pero sí podía considerarse un gesto de paz, y así lo aceptó ella. Estaban atrapados el uno con el otro sin remisión y Josh tenía miedo y hambre. Georgia se colocó al lado de la estufa con Josh en la cadera y se secó el pelo con la mano libre mientras trataba СКАЧАТЬ