Название: Hotel California
Автор: Barney Hoskyns
Издательство: Bookwire
Жанр: Изобразительное искусство, фотография
isbn: 9788418282447
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Clark estaba en plena crisis y se desahogaba y sinceraba con Butchie. Le dijo que tenía que irse de gira con los Byrds al día siguiente. «No puedo hacerlo», no paraba de repetir. «No me veo mañana subido a ese avión.» Butchie le dijo que nadie abandonaba un grupo con éxito. «Me importa una mierda», insistía Gene. «No me gusta lo que le está haciendo a mi cerebro.» Clark sí que se presentó en el aeropuerto de Los Ángeles, pero empezó a gritar en cuanto el avión se dirigía a la pista de despegue. Los Byrds viajaron a Nueva York como cuarteto y en julio se anunció oficialmente que Clark dejaba el grupo.
La partida de Clark no hizo más que agudizar la tensión entre McGuinn y Crosby, incluso en un momento en que los Byrds llevaban el folk rock a un nuevo terreno psicodélico con Fifth Dimension. Para cuando llegó el verano de 1967, la relación entre ambos era muy tensa. McGuinn afrontaba la música de los Byrds con lo que Derek Taylor describió como «una actitud de señorita Rottenmeier». Crosby, enamorado de la nueva escena transgresora que había aparecido en San Francisco, tenía la impresión de que los Byrds se habían quedado anticuados. Quería formar parte de una banda dinámica, como los Buffalo Springfield o los Jefferson Airplane. Veía cada vez más a menudo a Stephen Stills, cuyo apetito voraz para tocar y hacer jams lo tenía entusiasmado. «Recuerdo haber escuchado un montón de historias terribles sobre lo capullo y arrogante que era David», comentaba Stills, al que a menudo acusaban de lo mismo. «Pero cuando lo conocí, me di cuenta de que era básicamente igual de tímido que yo y de que compensaba aquella timidez con grandes dosis de comportamiento agresivo.» Crosby tenía otros intereses además de la música. Uno consistía en alternar con habituales de la escena musical, como Cass Elliott. El otro, a pesar de la vergüenza que le producía su físico rollizo, acostarse con cualquier nínfula atractiva que se le ofreciera. «David era encantador con las chicas», afirma Nurit Wilde, que vivía a la vuelta de la esquina de la casa de Crosby en Laurel Canyon. «Pero llevaba un rollo como de puerta giratoria: una chica entra y otra sale. Y si alguna se quedaba preñada, era cruel con ella y la dejaba.» Para el verano de 1967 Crosby se había vuelto tan insoportable que McGuinn y Hillman ya no lo aguantaban. Después de que aprovechara la actuación de los Byrds en el Monterey Pop Festival para soltar una diatriba contra el Informe Warren sobre el asesinato de Kennedy —con el añadido de su aparición en el escenario junto a Buffalo Springfield—, decidieron echarlo del grupo.
En octubre, McGuinn y Hillman se dirigieron en sus Porsches a la nueva casa de Crosby en Lisbon Lane, en Beverly Glen. «Vinieron a verme», contó Crosby en una entrevista radiofónica de 1971, «y me dijeron que era malísimo, que estaba loco y que era poco sociable; que era un mal compositor y un pésimo cantante, y que hacía canciones horrorosas y que les iría mucho mejor sin mí.» Se quedó impresionado, pero fue un alivio que le echaran. Después de aceptar un finiquito de diez mil dólares de los Byrds, estaba preparado para marcharse y tomarse un tiempo. Su obsesión por la navegación le llevó a plantearse el tema de los barcos. Se juntaba con Mama Cass, que ahora congregaba a sus admiradores en su nueva morada a la última en Summit Ridge, al lado de Mulholland Drive. Cass era una atrevida exploradora del mundo de los estupefacientes, que incluso tonteaba con la heroína y otros fármacos opiáceos, algo que estaba muy mal visto entre la comunidad del LSD y la marihuana de aquella época. «[El jaco] siempre fue la droga mal vista», escribiría Crosby. «Dejó de ser algo tan secreto en la época en que Cass y yo nos chutábamos, pero no era algo que fueras contando por ahí.»
Crosby era el nexo de una escena musical naciente, como una araña superguay colocada en el centro de una telaraña de nuevas relaciones. «Para mí era el principal referente cultural», afirma Jackson Browne, que por aquel entonces luchaba por hacerse un hueco en la escena de las hoots. «Tenía un microbús Volkswagen legendario, con un motor de Porsche, que lo resumía a la perfección: ¡un hippie con garra!» Para Ron Stone, nacido en el Bronx y propietario de una boutique hippie de Santa Monica Boulevard que Crosby solía frecuentar, el exByrd era la escena. «Los Byrds eran la banda californiana del momento», comenta, «y ahí estaba Crosby, el rebelde del grupo al que habían echado a la puta calle. No había duda alguna de que todo giraba en torno a él y a Cass.»
Si bien Crosby utilizó el Monterey Pop Festival para sabotear su papel en los Byrds, fue una figura clave de aquel fin de semana tan influyente de junio de 1967. David salvó el abismo —a veces insalvable— existente entre la facción de Los Ángeles responsable del evento y las bandas de Haight-Ashbury que tenían una mayor presencia en él, y se codeaba con todo el mundo, desde el irritable Paul Kantner hasta el sereno Brian Jones. De todas las estrellas de Los Ángeles, fue el más rápido en responder a lo que estaba pasando en el Área de la Bahía de San Francisco.
Monterey Pop, obra de Lou Adler y John Phillips —que se habían forrado con los éxitos de The Mamas and the Papas—, era en realidad una feria comercial disfrazada de love-in6. Al arrebatarle el control del festival a Alan Pariser, heredero de la fortuna de una gran empresa de vasos de papel con sede en L.A., Adler y Phillips lo transformaron en un terremoto musical donde embutieron —entre amigos y contactos— a tantas superestrellas como pudieron en aquel fin de semana largo. También estuvieron presentes en el evento los ejecutivos de la industria del rock más importantes del momento: Clive Davis, de Columbia; Ahmet Ertegun, de Atlantic; y Mo Ostin y Joe Smith, de Warner/Reprise. Una vez Mo se hubo agenciado a Jimi Hendrix, Joe fichó a los Grateful Dead, el grupo de Haight-Ashbury por excelencia. Clive Davis, por su parte, acababa de hacerse con Big Brother and the Holding Company, que contaba con Janis Joplin como cantante principal.
Country Joe McDonald describió el festival de Monterey como «una auténtica traición ética a todo lo que habíamos soñado», y puede que así fuera, pero también fue el momento inevitable en que lo underground se volvió comercial. «A los grupos de San Francisco ese giro hacia lo comercial que había dado Los Ángeles les había dejado muy mal sabor de boca», reconocería Adler décadas más tarde. «Y es cierto que éramos una industria comercial. No era ningún hobby.»
Desde el punto de vista de Haight-Ashbury, L.A. era una anticomunidad apolítica, una expansión de barrios residenciales centrada meramente en la mentira del entretenimiento de masas. Los grupos de Haight-Ashbury hubieran estado de acuerdo con el avinagrado cantautor folkie Phil Ochs, quien describió Los Ángeles, su ciudad adoptiva, como «La Ciudad Muerte… el no va más de la exacerbación del materialismo que es Norteamérica». Sin embargo, fue esa misma tensión entre Los Ángeles y San Francisco lo que hizo que Monterey resultara tan fascinante. «Allí vi cómo cambió todo», afirma Judy James, la esposa de Billy James. «Era como si todo el mundo dijera asombrado: “¡Qué fuerte! Hemos dejado de predicar a los conversos”. Llegaban a aquella tienda de drogas y sexo y veían que la gente aceptaba aquella música como banda sonora de todo aquel fenómeno.»
«La industria cambió de manera radical después de Monterey», opina Tom Wilkes, diseñador del famoso póster del festival. «El festival era básicamente una protesta pacífica contra la guerra de Vietnam, el racismo y todo lo que estaba sucediendo. Después, hubo una apertura de miras generalizada.»
Un año después del Monterey Pop, el poeta underground inglés Jeff Nuttall reflexionaba desilusionado sobre el verano del amor. «El mercado se percató de que se podía meter a aquellos revolucionarios en un corralito seguro y darles sus bienes de consumo», escribió. «Lo que no calculamos bien fue el poder y la complejidad de los medios de comunicación, que dieron al traste con todo. Se hicieron con todo el negocio. Y aquello ocurrió en 1967, justo cuando parecía que habíamos ganado.»
2. Back to
the garden Las reuniones campestres
Enciende la lámpara y el fuego, suave esencia de cabaña