Название: El fin de la religión
Автор: Bruxy Cavey
Издательство: Bookwire
Жанр: Религия: прочее
isbn: 9781951539573
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El Jesús descrito en la Biblia nunca usa la palabra religión para referirse a lo que vino a establecer, ni invita a las personas a unirse a una institución u organización en particular. Cuando habla de la “iglesia” se refiere a las personas que se reúnen en su nombre, no a la estructura en que se encuentran o a la organización a la que pertenecen (ver Mateo 18: 15-20). Y cuando habla de conectarse con Dios, no siempre habla de religión sino de “fe” (Lucas 7: 50; Juan 3: 14-16). Jesús nunca ordena a sus seguidores que adopten credos o códigos de conducta detallados, y nunca instruye a sus seguidores a participar de rituales religiosos exhaustivos. El trabajo de su vida fue deshacer los nudos que unían a las personas a la tradición ritual y vacía.
Al mismo tiempo, Jesús nunca enseñó que las personas podrían experimentar la verdadera espiritualidad si simplemente cortaran con esos mismos rituales religiosos. Te invito, por favor, a que entiendas (y esto es importante) que convertirse en un desertor de la religión no es más espiritual en sí. Jesús enseñó que el secreto era un cambio de corazón, no un cambio de expresión religiosa. No solo quería que la gente dejara de lamer la copa, ¡quería que bebieran su contenido!
He conocido a muchas personas que se llaman a sí mismas espirituales como una manera de decir que ya no les importa ir a la iglesia, la sinagoga, la mezquita o el templo. Sin embargo, ser espiritual no se trata de lo que no haces. Sí, por supuesto, caminar por el bosque puede ser una experiencia espiritual, pero también puede ser solo un paseo por el bosque. Del mismo modo, ir a la iglesia puede ser una experiencia espiritual o puede ser una simple tradición religiosa. El meollo del asunto es el corazón humano.
Hay una diferencia, una supremamente importante, entre relacionarse con Dios a través de sistemas de doctrinas, códigos de conducta, tradiciones heredadas o instituciones de poder, y hacerlo de forma directa, de alma a alma, de mente a mente, de corazón a corazón. Jesús enseñó esta distinción, vivió este mensaje y fue asesinado debido a sus implicaciones.
En una escena escandalosa registrada en Juan 4, Jesús inicia una conversación con una mujer samaritana con una reputación vergonzosa. El hecho de que él tenga esta conversación desafía múltiples fronteras religiosas. En primer lugar, habla con una persona samaritana (enemigos étnicos y religiosos de los judíos del siglo I). En segundo lugar, conversa con una mujer (en una época en que los líderes religiosos enseñaron que un hombre nunca debía hablar con una mujer en público, ¡ni siquiera con su propia esposa!). En tercer lugar, interactúa con una “pecadora” conocida, una mujer sexualmente quebrantada, de mala fama. A esta persona poco probable Jesús le revela el plan de Dios para la humanidad: inaugurar una nueva forma de comunicarse directamente con él.
En su conversación, la mujer plantea el tema de un debate religioso en curso entre judíos y samaritanos: ¿en qué monte sagrado se debe adorar a Dios? Es un debate que aún se discute en la actitud mi-religión-es-mejor-que-la-tuya de tantas personas religiosas. Jesús responde con palabras sobresaturadas de connotaciones irreligiosas:
—Créeme, mujer, que se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adorarán ustedes al Padre... Pero se acerca la hora, y ha llegado ya, en que los verdaderos adoradores rendirán culto al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren. Dios es Espíritu, y quienes lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad” (Juan 4: 21, 23-24).
Este tiempo de conexión espiritual pura con lo Divino no está solo “por venir”, sino que está “aquí y ahora”, dice Jesús. La presencia misma de Jesús cambia el concepto mesiánico judío de anticipación del reino de Dios en la tierra a una disposición de realización presente. ¿Y qué se va a realizar ahora? ¿Qué dice Jesús que está inaugurando con su venida? Una espiritualidad que trasciende cualquier sistema religioso.
La espiritualidad, la fe, que Jesús vino a traer no depende del lugar o del procedimiento, sino de una relación interna con Dios. Dios está más allá de cualquier templo o etnia, y aquellos que lo adoren aceptando ese rasgo de irreligiosidad deben abrazar esa realidad (más sobre este concepto en la parte 2). La clave para superar las barreras religiosas que impiden la unidad es eliminar la religión como nuestra principal fuente de identidad. Las formas externas pierden sentido cuando abrazamos y cultivamos una relación interna de amor padre-hijos entre Dios y nosotros. Dios no es solo el Gobernante de un cosmos; él es el padre de una familia. Jesús desafió a esta mujer a cruzar las fronteras de su religión enfocada físicamente en su familia espiritual. Creo que hoy nos ofrece la misma invitación.
Pocas cosas requieren más coraje y humildad que repensar nuestra propia cosmovisión. En la medida en que hayamos establecido nuestra identidad en un marco específico, puede sentir que estamos perdiendo nuestro sentido del yo al cuestionarlo. Quizás es por esto que Jesús le habló de la necesidad de “nacer de nuevo” a un hombre religioso arraigado en su propia cosmovisión (ver Juan 3: 18).4 Sí, podemos lamentar la pérdida de nuestra antigua identidad, pero hay una nueva vida al otro lado de ese proceso de muerte y resurrección personal.
Soy una de las personas de un sector cada vez más numeroso cuya vida fue tocada por la espiritualidad irreligiosa del rabino de Nazaret. Al mismo tiempo, me entristece profundamente —y, a veces, me enoja— la variedad de formas en que una religión que lleva su nombre ha codificado su enseñanza y conceptualizado e institucionalizado su ejemplo, por lo que a menudo pierde su mensaje.
Estoy convencido de que, correctamente entendido y plenamente abrazado, el mensaje de Jesús puede transformar nuestras vidas de una manera que ninguna religión jamás podría. Entonces, cuando alguien me dice: “Soy espiritual pero no religioso”, imagino que Jesús suspira de alivio.
Al mismo tiempo, convertirse en una persona espiritual o de fe nunca debe ser un fin en sí mismo. Nuestro objetivo no debe ser simplemente “tener fe” ni “ser espiritual” como si valiera la pena perseguir esos ideales por sí mismos. La fe y la espiritualidad son conceptos que conectan, que describen la conexión que podemos tener con algo o alguien más allá y dentro de nosotros mismos. Nuestro mundo está lleno de personas que dicen “soy espiritual”, como si la espiritualidad fuera su objetivo; eso que han estado buscando toda su vida. Son como las personas que se describen a sí mismas como “románticas” en los sitios de citas por Internet, pero que nunca tienen a nadie en la vida con quienes ser románticas. Su “romance” es solo un ideal vacío sin una relación dentro de la cual lo puedan expresar. El hecho de que lloremos cuando vemos películas o leemos novelas no significa que seamos románticos; eso solo significa que somos sentimentales. Al mismo tiempo, que no nos guste la religión no significa que seamos espirituales. La pregunta es ¿con quién eres espiritual?
De la misma manera, la fe se trata de dos personas involucradas en una relación basada en la confianza. La fe funciona en una vida humana como una ventana funciona en un hogar. Una ventana no es algo que se cuelga en una pared para que se vea como una imagen, sino que es un espacio para mirar a través de él la belleza exterior. Una ventana no es hermosa en sí misma, y mirarla sin observar lo que se contempla gracias a ella cancela el sentido que tiene. Del mismo modo, la fe en sí misma nunca es la meta final. No me considero una “persona de fe”, sino un seguidor de Cristo, y ese acto requiere fe.
Abraham Joshua Heschel refleja este sentimiento cuando escribe:
El tema de la oración no es la oración;
El tema de la oración es Dios.5
La fe, como la oración, debe ser una forma de conectar con Dios. He hablado con muchas personas que buscan espiritualmente y СКАЧАТЬ