Название: El fin de la religión
Автор: Bruxy Cavey
Издательство: Bookwire
Жанр: Религия: прочее
isbn: 9781951539573
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El martes siguiente, exactamente a las seis y media de la tarde, sonó el timbre de la puerta: ¡Ding, dong! Efectivamente, era nuevamente la joven Maureen Tupperman. Sue se sorprendió otra vez, especialmente cuando supo que el señor Prunebottom había vuelto a hacer los arreglos. “¡Dos semanas seguidas!” pensó Sue. “¿Qué tal si me acostumbro a esto?”.
Le pareció extraño que Bob le pidiera que se pusiera el mismo vestido rojo que había usado la semana anterior, pero se preparó de muy buena gana para otra noche juntos. Cuando se detuvieron en el estacionamiento del mismo restaurante italiano, Sue pensó para sí misma que, esta vez, Bob podría no haber sido tan creativo, pero una noche especial era una noche especial, y ella estaría feliz con su velada juntos. Sue se conmovió nuevamente cuando encontró una tarjeta esperándola en la misma mesa en el rincón discreto y acogedor del restaurante. Pero su deleite se convirtió en decepción cuando vio que Bob había escrito casi exactamente las mismas palabras en el interior. Ahora, la noche empezaba a sentirse menos romántica y más extraña. Sin embargo, decidió disfrutar de la noche. No se permitió, entonces, reparar en la falta de creatividad de Bob. Él pidió exactamente la misma comida que la semana anterior y, a medida que avanzaba la noche, Sue se dio cuenta de cómo él manipulaba la conversación para que girara en torno a básicamente el mismo territorio de la semana anterior. A esas alturas, Sue casi que podía escuchar la banda sonora de Crepúsculo en la trastienda de su mente. Cada vez que intentaba llevar la conversación en una nueva dirección, Bob parecía encontrar una manera de volver a los mismos temas, las mismas preguntas, incluso los mismos chistes que se habían contado el martes anterior. Para Sue, la noche ya pasaba de extraña a sofocante. Una parte de ella quería huir, otra, quería darle a Bob todos los beneficios de la duda. Quizás, el chiste acabaría pronto. No fue una sorpresa que, al llegar el postre, Bob buscara debajo de la mesa y sacara... ¡ajá! Adivinaste. Una-rosa-azul. Sue la recibió con gratitud cortés, pero, en esta ocasión, las lágrimas que brotaron de sus ojos fueron por una razón diferente.
Bob y Sue disfrutaron de una relación cordial pero ligeramente distante esa semana, hasta el martes por la noche, a las seis y media de la tarde, cuando Sue escuchó ¡ding, dong! Una vez más, Bob manipuló a Sue a través del guion de una noche de supuesto romance. No hubo muchas diferencias en relación con los dos martes anteriores. Sue cayó en el más completo desánimo. Las escenas de Bill Murray en El día de la marmota no hacían más que atiborrar su mente. Efectivamente, el martes siguiente a las seis y media de la tarde, ¡ding, dong! Y una semana después, ¡ding, dong! Y así sucesivamente, y, una vez más, martes tras martes, rosa azul tras rosa azul.
Si hoy le preguntaras a Bob cómo está su matrimonio, probablemente sonría con un sentido de satisfacción y diga: “Soy religiosamente romántico con mi esposa”. Hasta es posible que presuma haber encontrado el secreto para una relación exitosa y te invite a seguir su sistema para un matrimonio saludable.
Si le preguntaras a Sue cómo van las cosas, ya sabes que puedes obtener una opinión diferente. Lo más probable es que ella se eche a llorar y luego te diga que se siente atrapada, encarcelada en una relación sin amor por alguien que tiene buenas intenciones, pero que no tiene ni idea de qué se trata la relación. Yo me pregunto si así es como se siente Dios a veces.
Bob confundió la forma con la sustancia. Convirtió su relación en una especie de religión. Perdió el corazón de su conexión con su esposa. El hecho es que, después de meses de la rutina de la cena de Bob, Sue bien podría cenar con cualquiera que hubiera memorizado su tradición de salidas románticas. El amor era innecesario. El sistema que Bob creó le permitía funcionar en piloto automático.
Esto ilustra por qué Jesús siempre, SIEMPRE, pone el énfasis de su enseñanza en los problemas del corazón, no en las rutinas de comportamiento. Si el corazón es correcto, las acciones de amor lo serán en consecuencia.
Por ejemplo, Jesús no está contento con las personas que siguen el mandamiento “No matarás”. Él, en cambio, señala que una persona podría pasarse toda su vida evitando el asesinato y aun así tener un corazón lleno de odio en lugar de amor. “Atiendan el problema del corazón, y no solo las personas no se matarán entre sí, sino que se amarán unas a otras (ver Mateo 5: 17-48). La meta de Jesús para sus seguidores nunca es solo una vida sin pecado, sino una vida llena de amor.
Rutinas rituales. Costumbres. Tradiciones. Esos trámites se pueden seguir para realzar o matar la intimidad. Con el tiempo, la reflexión intencional se puede perder, ya que las rutinas pueden pensar por nosotros. Nos quedamos con algo que se ve bien en el exterior, pero que está lleno de nada más que los huesos de una relación que falleció tiempo atrás. Eso es cierto para cualquier relación romántica, incluida nuestra relación con Dios. Jesús criticó a los líderes religiosos de su época por eso: “¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos, hipócritas, que son como sepulcros blanqueados! Por fuera lucen hermosos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de podredumbre” (Mateo 23: 27).
¡Ay, ay! Duele. Eso va a dejar una cicatriz.
No me malinterpretes. Muchas parejas tejen una maravillosa rutina romántica en el ritmo de su relación, y así disfrutan una regularidad que, en el caso de Bob y Sue, se había convertido en una rutina de muerte. Otra pareja podría comer en el mismo restaurante con regularidad porque se conocieron allí por primera vez y el ambiente les recuerda su historia romántica. Para ellos, la regularidad mejora su intimidad, la forma complementa la sustancia de su relación. No hay nada intrínsecamente incorrecto con el patrón. Pero cuando el patrón es todo lo que les queda, el amor se va. Lo mismo ocurre con toda tradición religiosa.
Debemos recordar que el enemigo no es la tradición en sí, sino la dependencia total de ella y de la rutina hasta el punto en que nos desconectamos de la intimidad pensada, decidida e intencional. Dios detesta que eso suceda. Más de una vez en la Biblia, cuando Israel insistía en sus tradiciones religiosas, pero olvidaba el corazón de todo, se lo dijo:
“Yo aborrezco sus fiestas religiosas;
no me agradan sus cultos solemnes.
Aunque me traigan holocaustos y ofrendas de cereal,
no los aceptaré...
Aleja de mí el bullicio de tus canciones:
no quiero oír la música de tus cítaras.
¡Pero que fluya el derecho como las aguas,
y la justicia como arroyo inagotable!” (Amós 5: 21-24; ver también Isaías 1: 10-18).
Seguramente, estas palabras son igualmente aplicables a la iglesia cristiana. En el capítulo 4 echaremos un vistazo a la fealdad de la historia de la iglesia cuando los cristianos cometen el mismo error, siguiendo los movimientos religiosos, pero olvidando el corazón de Cristo. Y, como música de fondo, es posible que escuchemos el eco de la voz de Dios en el pasaje anterior: Yo aborrezco sus fiestas religiosas cuando ustedes no viven su fe con la totalidad de sus vidas.
¿Eh? y R
1. ¿Cuáles son tus reacciones a la “parábola” en este capítulo? ¿Te ves en la historia? ¿Ves a Dios?
2. Si vemos a una pareja en el mismo restaurante cada semana, ¿podemos juzgarlos por haber perdido el amor en su relación? Del mismo modo, si conocemos personas que participan en rutinas o tradiciones diarias o semanales para mejorar su vida espiritual, ¿podemos juzgarlas por ser demasiado religiosas?
3. ¿Cómo crees que las tradiciones y las rutinas СКАЧАТЬ