Название: Cómo prosperar en la economía sostenible
Автор: John Thackara
Издательство: Bookwire
Жанр: Зарубежная деловая литература
Серия: Theoria
isbn: 9788418049293
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Lo que importa es el paso del tiempo, no el número de animales
Aquellos pastizales que dependen de las precipitaciones de temporada requieren una perturbación periódica para su existencia, pero que no sea ni poca ni mucha. El exceso de pastoreo depende también del tiempo, no solo del número de animales. Cuando se pisa en demasía el suelo termina convertido en polvo y aumenta la erosión provocada por el viento y el agua; y, como sucede con la mayoría de las cosas, cuando los animales están allí mucho tiempo, el estiércol y la orina se vuelven contaminantes, una lección que aprenden pronto los ganaderos que engordan animales de forma industrial. No es tan importante si hay una vaca o mil vacas, explica Savory, lo que importa es el tiempo que pasan allí. Los momentos de elevado impacto físico (pisar, defecar y orinar) se intercalan en cortos períodos frente a otros mucho más largos, para que puedan recuperarse las plantas y la vida del suelo. Como orientación, puede afirmarse a tres o menos días de pastoreo sigue un periodo de tres a nueve meses de recuperación; pero, debido a esa gestión holística, los pastores de la Operation Hope no siguen regímenes temporales abstractos. Cada pedazo de tierra y cada porción de tiempo, son únicos.
Este uso que Savory hace de la ganadería para revertir la desertificación supone un profundo desafío a los enfoques convencionales sobre el uso del suelo y el desarrollo agrícola. Aunque la Revolución Verde (53) aumente la producción mundial de alimentos de una forma llamativa, su dependencia de los fertilizantes, del riego intensivo y de la maquinaria pesada, degrada su base ecológica y los sistemas sociales asociados a ese proceso. En esa búsqueda de eficiencia y aumento de la producción, la agricultura industrial, con sus aportaciones masivas de productos petroquímicos y herbicidas, tiende a centrarse en un solo cultivo y a confinar gran número de animales en sombrías “salas de engorde”. Lo bueno, según Savory, es que todo ese daño puede revertirse con lo que él llama una “revolución marrón” basada en la regeneración de un suelo biológicamente próspero, orgánicamente rico y con la satisfacción de millones de seres humanos que vuelven a la tierra y a la producción de alimentos. “Visto de manera integral la pérdida de biodiversidad, la desertificación y el cambio climático no son cosas distintas, son lo mismo”, dice Savory. “Sin revertir la desertificación, no es posible tratar el cambio climático de manera adecuada”. Las regiones más húmedas y biológicamente productivas del mundo necesitan modelos agrícolas con pequeñas granjas biodiversas que imiten las estructuras naturales de vegetación en los distintos niveles de su entorno. Ahí será donde se cultiven muchos de los cereales, frutas, verduras y frutos secos, así como la mayoría de los productos más frecuentes y parte de la carne del futuro. El enfoque de Savory supone también grandes beneficios sociales. A nivel mundial, la producción ganadera a pequeña escala emplea a 1,3 millones de personas y constituye el medio de subsistencia de 900 millones de los más pobres del planeta, la mayoría mujeres, que tendrán un papel vital en la restauración de los suelos degradados.
Aunque Savory describe estos puntos de vista como una muestra de sentido común, lleva cincuenta años luchando para que este enfoque reciba apoyo científico. Durante la mayor parte de su vida, ha tenido que lidiar con la intensa oposición de los investigadores agrícolas decididos a “demostrar” que su planteamiento no funcionaba. La aceptación tardía, por parte de esa tendencia dominante, de las ideas de Savory representa un cambio profundo en la manera en que la ciencia entiende las transferencias de energía y nutrientes en la ecología de los ecosistemas. Lo que Savory aprendió sobre el terreno se ve confirmado por los estudios biológicos de plantas, animales terrestres y acuáticos, los ecosistemas marinos y por la forma en que interactúan entre sí. Los sistemas en su conjunto pueden tener propiedades que son inexplicables en los términos que utilizan los científicos cuando los estudian de forma aislada. El impulso para aumentar la producción de alimentos sirvió de incentivo para eludir la complejidad, pero un tipo de gestión que funciona bien en las fábricas de automóviles o de software, ha resultado contraproducente cuando se aplica a la tierra.
Pensar como un bosque
Si el mantenimiento de la fertilidad del suelo es un principio básico de la agricultura ecológica, lo es también el compromiso con plazos que no sean los de los mercados, o que vayan más allá de la esperanza de vida de cada uno de nosotros. Tenemos que pensar menos como una máquina y más como un bosque. En Windhorse Farm en Nueva Escocia, James W. Drescher es el último custodio de un experimento llamado “fertilización forestal”, en marcha desde hace cuatro generaciones, un abrir y cerrar de ojos en la vida de un bosque. Para Drescher, “Windhorse está en la vanguardia de algo muy antiguo; la riqueza, desde el punto de vista del bosque, es el material biológico”. La clave de la salud a largo plazo de un bosque lleno de biodiversidad y de carbono es la retención de la riqueza una vez creada. La conservación de esa riqueza, señala Drescher, depende de la lenta descomposición de los grandes volúmenes de madera muerta que constituyen la vida del bosque. Drescher explica que casi la mitad de los animales del bosque no solo viven en él, sino de él. Los guardas forestales que actúan como administradores de la tierra, más que como directores de una fábrica, son selectivos a la hora de decidir qué árboles hay que cosechar y cuáles hay que quitar. La mayoría de los árboles muertos o que se han caído de forma natural se quedan allí donde están. Al cosechar solamente los árboles de crecimiento más lento, se incrementa la vitalidad general del bosque. Con un espíritu similar, nunca se cortan los más altos lo que contribuye a aumentar la altura del dosel. Se mantienen las especies que se encuentran subrepresentadas en un sitio en concreto para conservar la diversidad. Los senderos en el bosque se llenan de serrín y corteza, no de hormigón; los animales y las plantas viajan y se dispersan a lo largo de estos corredores de conectividad. Cabe destacar que esta idea de poner la “salud de los bosques en primer lugar” es más viable económicamente que la tala, la tendencia principal de la silvicultura comercial. Si un área de 40 hectáreas en el Acadian Forest hubiera sido talada en 1840, y de nuevo en 1890, 1940, y 1990, explica Drescher, la cosecha total habría sido mucho más baja que la madera cosechada por métodos anuales de selección; y, por supuesto, no habría hoy madera ninguna que comercializar.
En esta cultura actual de beneficios a corto plazo no abundan ni la sabiduría ni las habilidades necesarias para maximizar el rendimiento de un bosque durante un período que abarque un siglo o más tiempo. Pero si miramos hacia adelante, el experimento de Windhorse Farm demuestra que es posible llevar algo a cabo de un modo que respete y no dañe a otras formas vivientes que intentan también sobrevivir. La materia prima es el bosque en sí mismo, no la madera que se vende. En ese sentido la silvicultura Windhorse es un conjunto de principios y no tanto un modelo que pueda replicarse a gusto de cualquiera. Es una práctica que exige el estudio diligente, la observación aguda, el análisis profundo y la generosidad en los recursos. Drescher describe como “profunda quietud” esa práctica cotidiana en la que silvicultores, propietarios de arboledas, y otros trabajadores ocupan su tiempo en el bosque. Y que consiste en estudiar, observar, reflexionar, trabajar y, como señala Drescher, en “invertir un montón de tiempo en lo más parecido a no hacer nada”. (54)
Si la gestión integral de pastizales y la inactividad forestal, parecen inhabituales, es porque de momento lo son. Sin embargo, la interdependencia respetuosa entre las personas y los sistemas vivos es una realidad cada vez más habitual. Hablaré de otros ejemplos más adelante en el libro, pero mi propósito aquí es sugerir que vincularse de nuevo a la tierra y recuperar de una manera proactiva el suelo serán las tendencias dominantes. En el Centro para la Resiliencia de Estocolmo, en Suecia, Per Olsson y sus colegas documentan cada vez más casos de grupos interesados que habitan sus tierras de forma sostenible. (55) Olsson describe estos ejemplos como “sistemas socio-ecológicos” donde a menudo diversas comunidades encuentran formas de compartir derechos, responsabilidades y poder de una forma que ponga por delante los intereses de la tierra y de sus suelos.
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