Название: Del lamento a la revelación
Автор: John Harold Caicedo
Издательство: Bookwire
Жанр: Религия: прочее
isbn: 9781953540393
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Un simple virus ha colocado al mundo de cabeza. Una pandemia tiene temblando la economía mundial, ha cerrado los espectáculos públicos, el deporte mundial, los conciertos, las reuniones, los viajes, las grandes juntas, los negocios internacionales, las vacaciones, los cruceros y hasta los templos.
¿Hubieras imaginado algo así hace tan solo unos meses atrás?
¿Faltó la voz profética que lo anunciara? O será que El Señor viene anunciando muchas cosas y nosotros nos hemos acostumbrado a vivir una fe de un buen y tranquilo tiempo de verano, pero no una fe de tormentas o crisis.
¿Para qué sirven las tormentas en la vida? ¿Te sirve de algo pasar por alguna de ellas?
¿Servirá de algo a la humanidad lo que está sucediendo en este momento?
O simplemente cuando encuentren la vacuna, cuando ya no haya más muertes, cuando todo vuelva a la normalidad, la gente se olvidará de este tiempo y seguirán sus vidas de espaldas al Creador, hasta que llegue la próxima epidemia, o tsunami, o terremoto o huracán.
El mundo no tiene todas las respuestas. Buscamos en el mundo o en la ciencia, en el conocimiento, en los libros, en lo que dicen los expertos, en las recomendaciones de quienes tienen muchos estudios, pero siempre habrá una voz más poderosa y sabia que está por encima de la voz de expertos, eruditos, sabios de este mundo, es la voz de Nuestro Señor que conoce todo aun antes de que haya sucedido.
A veces nos metemos en grandes problemas tratando de darle sentido a todo, pero no siempre lo que hace Dios tiene sentido.
Si los guerreros que comandaba Josué hubieran tratado de darle sentido a la estrategia de caminar alrededor de Jericó, jamás hubieran usado esa estrategia.
Si Gedeón hubiera tratado de encontrarle sentido a disminuir su ejército para ir a confrontar a un enemigo numeroso y poderoso, jamás hubiera ido a la batalla.
O qué me dicen de David, tratando de encontrarle sentido a pelear contra un gigante aparentemente indestructible; o de Abraham, tratando de darle sentido a una promesa de multiplicación a su edad anciana.
No tiene sentido para la humanidad amar al enemigo.
No tiene sentido para la humanidad devolver bien por mal.
No tuvo sentido que Elías hubiera pedido que pusieran más y más agua para el holocausto en el Monte Carmelo, cuando hacía tres años que no llovía y el agua escaseaba totalmente.
Pero tampoco tiene sentido que Dios mismo se despoje de su gloria y se haga como el más humilde de los siervos para venir a este mundo a sufrir en manos de sus mismas criaturas y que al final termine colgado en una cruz, no tiene sentido para la humanidad. Pero así sucedió. Él lo hizo aunque para el mundo fuera lo más increíble posible, porque Dios no se maneja por lo que nosotros pensamos, o por lo que para nosotros tiene sentido, sino de acuerdo a sus propósitos en gloria.
Tú puedes tratar de dirigir tu vida solo por lo que tiene sentido pero muchas veces eso no te servirá, porque cuando vienen los momentos difíciles se necesita algo más que sentido común para confrontar esas situaciones. Escucha por favor lo que Dios te está diciendo.
Dios no te está llamando para que le pongas sentido a todo lo que haces, sino para que camines en fe aunque parezca la cosa más descabellada del mundo.
La Biblia no nos dice que si somos guiados por el sentido de lo que creemos, o por la estrategia que nos enseñaron, o por la corazonada que sentimos, o por las emociones, que eso nos demuestra que somos hijos de Dios; no, sino que la Biblia es clara en afirmar que todos los que son guiados ¿por quién? Por el Espíritu Santo, dice Romanos 8:14: Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. Guiados por El Espíritu Santo.
De lo contrario empezamos a caminar por vista pero no por fe.
La vida en determinados momentos puede ser como una tormenta. Lo que empezó como algo sin importancia se convierte en algo más serio, después ya nos domina y al final viene el temor y se pierde hasta la esperanza.
¿Qué hacemos entonces? ¿A quién acudimos? ¿Adónde miramos en una situación como esa?
¿Cuál es nuestra respuesta en tiempos de crisis?
Alguien tiene que hacer algo, alguien tiene que devolvernos la esperanza, alguien tiene que traer una noticia diferente.
¿Cómo reaccionas en tu vida en tiempos de crisis? ¿Quién ha conducido tu vida? ¿A quién le has entregado el mando y la dirección de lo más preciado que tienes?
En momentos así necesitas escuchar la voz de alguien que mire más allá de las tormentas, alguien que tenga la capacidad para saber lo que otros no saben, para oír lo que otros no oyen, para ver lo que otros no ven. Alguien que mire más allá de la epidemia, de la crisis, del dolor.
Una de las cosas que asegura Jesucristo es que sus ovejas escuchan su voz.
Esta es una realidad dada por El Señor en Juan 10. “Mis ovejas escuchan mi voz y me siguen.”
Pero no solo escuchan su voz en la quietud de sus lugares de oración, no solo escuchan su voz en las apacibles olas de un mar en calma, en el susurro de un viento suave, no. Los hijos de Dios escuchan su voz también en las tormentas, también cuando los mares rugen y las olas se levantan impetuosas, cuando las cosas parecen más terribles que nunca, en tiempos de pandemias, de crisis, de dolores, de angustias, de incertidumbre, también allí los hijos de Dios escuchan su voz.
¿Será que lo has reconocido cuando Él ha venido a ti en forma de dolor?
¿Reconociste su voz cuando te habló en medio de la incertidumbre, de la duda, o incluso en la oscuridad?
Cuando los vientos se trasforman en tempestades muchas veces nos quedamos escuchando la tempestad pero ignorando la voz del que nos habla a través de ella. Y no sabemos qué hacer o incluso preguntamos: Señor, ¿ya no me hablas? ¿Ya no me escuchas? Y Él nos está hablando pero no reconocemos su voz en medio de la tormenta. O solo queremos que nos conteste como nosotros lo anhelamos y no de otra manera. Dios está hablando en estos tiempos y lo está haciendo lo suficientemente fuerte y claro como para que lo ignoremos.
Pedro, por ejemplo, le dijo a Jesús en medio de la tormenta: Señor, si eres tú, manda que camine sobre las aguas.
¿No hubiera sido mejor haberle dicho: Señor, si eres tú, manda que se acabe esta tormenta ahora mismo?
Claro, Pedro es Pedro. Pero nosotros nos acercaríamos diciendo: Señor, si de verdad me amas, manda que consiga trabajo este próximo lunes sin falta.
Señor, si eres tú, manda ahora mismo que se detenga este virus.
Pero Pedro no le pregunta solo por una señal visible de poder, sino por una señal ineludible de su presencia, esto es diferente.
Dios sigue demostrando quién es Él.
¿Cómo vas a saber que Él СКАЧАТЬ