Una emigrante bajo la Torre Eiffel. Sectiva Lozano Aguilera
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Название: Una emigrante bajo la Torre Eiffel

Автор: Sectiva Lozano Aguilera

Издательство: Bookwire

Жанр: Зарубежная психология

Серия:

isbn: 9788417845322

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СКАЧАТЬ un buen restaurante. —Y yo con mis malas ideas pensaba: «Voy a pedir lo más caro que haya en la carta y seguro que no llevará mucho dinero encima, tendrá que quedarse a lavar los platos del restaurante y yo me largaré en el autobús dejándole plantado allí». Pero yo, con mi maldad, qué equivocada estaba. Cuando entramos al restaurante, como ya he dicho, pedí lo más caro: dos entrecots, después dos postres de helado, más café. Víctor pagó sin rechistar. Yo pensaba: «¡O sea, que también maneja dinero el tipo este!». Paseamos un rato por Torremolinos cogiditos de la mano y en ningún momento se propasó conmigo en nada. Se le veía feliz y yo estaba de más en más confundida. De pronto me preguntó:

      —Secti, ¿por qué en el descampado te quitaste los zapatos?

      —Pues, mira, te lo voy a decir, ya que te has portado bien conmigo todo el día: porque no me fiaba de ti, así que, si intentabas algo, te equivocabas porque yo sin zapatos corro como una cabra montesa.

      —¡Por Dios! ¿Pero qué te habías imaginado? ¡O sea, que toda la tarde has estado pensando cosas malas de mí!

      —Pues sí, para que te enteres, porque ha llegado a los oídos de Pepe Luis que vienes a reírte de mí. Ahora ya sabes por qué he estado más tiesa que un junco toda la tarde.

      —¡Madre del amor hermoso! ¡Pero qué mala es la gente! ¿Quién diablos le ha metido eso en la cabeza a Pepe Luis? El lunes tendré que hablar con él.

      Cuando llegué a mi casa eran casi las doce de la noche. Pepe Luis y Mari no se habían acostado, me estaban esperando.

      —¿Qué ha pasado Consuelito, mi niña?

      —Nada, Pepe Luis, no ha pasado nada y deja ya de tratarme como a tu bebé, ¡que tengo veinticuatro años ya pasados! Y en cuanto a lo que tú pensabas de este chico, estás muy equivocado. Hasta la carne se la he tenido que cortar yo de lo nervioso que estaba. Para mí es dulce e inofensivo como un corderito, así que no escuches más los comadreos de la gente, que yo sé guardarme sola.

      —Perdona, Consuelito, pero es que yo quiero que el día de mañana, cuando tú te cases, llevarte al altar pura y virgen, como tu padre que soy.

      —¡Que sí, papá, que ya lo sé! —Sin embargo, me siento muy culpable de haber pensado tan mal de él, el pobre ni siquiera me cogió la mano en toda la tarde. ¡Yo sí se la cogí prometiéndome a mí misma que nunca más dudaría de su honestidad! Este chico me quiere de verdad, se ha enamorado de mí, como yo de él; yo, que nunca he sido chica de novios, me siento feliz a su lado.

      A partir de ese momento ya no habrá más dudas entre nosotros. A pesar de que solo llevamos dos meses saliendo, ya estamos pensando en ahorrar para dar la entrada de un piso para el día de mañana. Yo gano poco, solo ochocientas pesetas al mes, no sé cuánto ganará él en su cafetería Monteblanco, pero supongo que mucho más que yo, porque empieza a hacerme regalos de ajuar. Un día lo veo venir por el fondo de mi calle, con una caja que le arrastraba por el suelo.

      —¡Pero, Víctor!, ¿qué traes en esa caja?

      —Esto es una manta de matrimonio, para que veas que voy formal contigo, porque, aunque tú no lo digas, yo sé que desconfías de mí de la cabeza a los pies.

      Además de buena persona, es psicólogo; tendré que vigilar más mi comportamiento hacia él. Aún me estoy reprochando: «¿Cómo he podido ser tan mala con la carita de ángel que tiene? Mea culpa y prometo enmendarme, y no pensar tanto en catalán».

      Llega Navidad y me regala una máquina de coser Singer (sabe que me gusta la costura).

      —Secti, esta máquina es para que empieces a preparar «nuestro» ajuar.

      —¡Pero, Víctor, esto es un regalo muy importante, te ha tenido que costar un ojo de la cara!

      —Es que hoy es nuestro aniver-mesario.

      —¿Aniver-mesario?

      —Pues sí, hoy hace cuatro meses desde que nos conocimos y que yo me enamoré de ti. Bueno, a decir verdad, primero me enamoré de tus piernas.

      —¿De mis piernas?

      —Así es. ¿No te acuerdas del día que fuiste a la entrevista de trabajo del Solymar? Estuviste esperando a Pepe Luis enfrente del bar donde yo trabajo en la calle Carretería y tú dabas paseo para arriba, paseo para abajo… Pues yo estaba justo en el bar de enfrente y por la ventana yo veía tus piernas, pero cuando vi el resto me gustó aún más.

      —¿Y cómo sabías tú que yo estaba esperando al cartero?

      —Pues porque tu cuñado también es mi cartero.

      —¡Claro, ahora comprendo muchas cosas! Porque a pesar de todas las maldades que he tenido para contigo, tú siempre jugabas con ventaja…

      —Así es, cuando a uno le interesa algo pregunta, y el fin justifica los medios.

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      Esta es la foto que enamoró a mi rubio. Y yo, que en esa época me creía fea…

      Desde ese día salimos muchas veces con Mari y Pepe Luis y vamos al cine y de excursiones. En septiembre próximo hará un año desde que nos conocimos. En ese momento, me regalará la vajilla y decidiremos que nos casaremos en la próxima primavera, allá por marzo o abril, pero de pronto me dice:

      —¿Sabes, Sety? Mi hermano Manolo no está de acuerdo con nuestra boda, dice que el primero en casarse es él, que lleva ocho años con su novia Paquita.

      —¿Esa foca gorda y rechoncha que se sienta en dos sillas porque en una no cabe? —Está visto que estoy muy enfadada porque digo cosas horribles sobre esa Paquita gorda y fea— ¿Que viene a arruinar nuestros planes de boda? ¡Víctor! ¿No te das cuenta de que tu hermano no quiere a esta mujer? Si no, ¿por qué llevaría ocho años dorando la perdiz?

      —Lo sé, Secti. Y tienes razón, pero él es mayor que yo y para la familia tiene preferencia para celebrar su boda antes que la nuestra.

      —¿Pero cómo se va a casar antes que nosotros si no está enamorado de ella? ¿No ves que la mira como a un sapo viejo?

      —¡Mira que eres mala, pobre chica!

      —Pero si es dos veces más grande que él y pesa ciento veinte kilos! —Víctor se pega una carcajada y dice:

      —Por eso yo te he escogido a ti, que eres chiquitita como yo. ¿No te has fijado que somos de la misma altura?

      —Víctor, no me cambies el tema porque, como yo me enfríe, no hay casorio.

      —¡Secti, te juro que va en serio, nunca había visto a mi hermano Manolo hablar así! Y según mi padre es verdad que primero le toca a él.

      Esa noche llego a casa un poco cabizbaja. Pepe Luis me abre la puerta:

      —¿Qué te pasa Consuelito? ¡Mari, a la niña le pasa algo!

      —¡Que no, que no me pasa nada!

      —Mira, Consuelito, te conozco como si te hubiera parido y a ti te pasa algo.

      —Bueno, СКАЧАТЬ