Asfixia. Álex Mírez
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Название: Asfixia

Автор: Álex Mírez

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Inmunidad

isbn: 9788416942473

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СКАЧАТЬ claro que no. Bueno, ¿qué más da? —aceptó Ligre, encogiéndose de hombros.

      La mujer pelirroja se movió lentamente, y solo dejó el lugar junto a Ligre después de mirarme con suspicacia. Julian, por su parte, se alejó a paso rápido sin objetar algo.

      Después de escuchar el sonido de la puerta cerrarse, hablé:

      —Oí todo lo que dijeron.

      Levi formó una fina línea con sus labios.

      —No era la manera, lo lamento —se excusó.

      Exhalé un suspiro y negué.

      —No, de hecho, creo que era la mejor manera —confesé. Estaba haciendo un gran esfuerzo por no tropezar las palabras y salir corriendo—. Escucha, yo... quiero irme a casa.

      Mientras esperaba su respuesta alcé la mirada y lo vi fruncir ligeramente el ceño. No me lo había imaginado así. Su rostro era agradable, sencillo pero interesante. Debido a la cercanía también pude notar que había una pequeña mancha blanca en el iris de su ojo derecho.

      —¿A casa? Bueno, no creo que sea posible —dijo con simpleza.

      —Sé que puedo soportar el gas —le recordé.

      —Soportar el gas sí, pero no ese entorno. No puedes estar sola por más tiempo, quién sabe qué pasaría contigo.

      —Nada pasaría conmigo; sé mantenerme allá arriba —me limité a decir.

      Se cruzó de brazos y alzó la barbilla en un gesto desafiante.

      —Ah, ¿sí? Entonces, ¿quieres decir que estabas muy cómoda con la soledad? ¿Podrías describirlo como un paraíso? —preguntó, entornando los ojos.

      Pude haber dicho que sí, pero no tenía intenciones de mentir. De hecho, debía admitir que estuve tan desesperada por encontrar compañía que con mucha facilidad había dejado que su diario influyera en mí.

      —No del todo cómoda, pero era mejor que esto —murmuré, desviando la mirada, posándola sobre la pared vacía.

      Él supo a lo que me refería, porque cuando volví a verlo identifiqué el pesar en su rostro.

      —Lamento mucho lo que pasó con Carter. Yo no lo habría permitido. Si te hace sentir mejor, no lo pasé por alto.

      Se hizo un momento de silencio. Miré mis pies descalzos y me di cuenta de que tenía las uñas rotas, rasgadas e hinchadas. Lo había causado la fricción contra el suelo, justo cuando me ataron de pie en la sala de torturas.

      —Gracias, supongo —murmuré, para no soltar que el hecho de que él lo lamentara no era suficiente.

      —Creo que deberías quedarte —dijo con voz afable—. Nadie va a lastimarte más. Te ayudaremos, y cuando estés bien, Julian te hará las pruebas necesarias si decides que quieres someterte a eso. No haremos nada en contra de tu voluntad.

      —Lo dices porque al parecer me necesitas —respondí, y soné más seca y malhumorada de lo esperado.

      —Todos nos necesitamos —alegó él, sin sorprenderle mi tono—. Podría ser un trato si quieres verlo así.

      —¿Qué necesitaría yo de ustedes? —pregunté, aún algo desconfiada de la situación.

      Levi caminó hasta el fondo de la sala, ahí en donde una ancha cortina azul cubría lo que debía ser una pared. Sostuvo los bordes en los que la tela se unía y me llamó antes de hacer otro movimiento.

      —Acércate y verás.

      Me acerqué a paso inseguro y entonces él desplegó las cortinas para mostrarme lo que se ocultaba tras ellas: no era una pared, sino un enorme ventanal que daba vista a una ciudad.

      Edificios de alturas moderadas, agrupaciones de cabañas, terrenos, calles de tierra y una multitud de personas andando de un lado a otro. Reconocí mujeres cargando cestos llenos de algo, niños corriendo, adolescentes trotando y camiones blindados trasladándose por las vías.

      —Esta es La RAI —habló. Sus ojos se mantuvieron fijos admirando el panorama—. Iba a ser una ciudad secreta. Pertenecía a tres de las antiguas potencias mundiales. Inició como una vía de escape y protección para políticos en caso de un ataque nuclear, pero fue abandonada antes de terminarse debido a los problemas que se presentaban con los ductos de ventilación. La tomamos mucho antes del incidente.

      Había gente allí. Gente real, viva. No solo eran el doctor, Carter, Levi y los otros. Eran más, muchos más. Y me dejó pasmada.

      —Pero, ¿cómo es que todos ellos pudieron salvarse? —pregunté, asombrada.

      —Estas personas eran políticos, figuras importantes, altos mandos militares, y para ellos sí hubo una alerta. Fueron advertidos para que tuvieran la oportunidad de salvarse de ASFIXIA. Yo me enteré tres semanas antes gracias a una fuente muy confiable, y supe de inmediato que no habría esperanza para el resto de la humanidad. —Había cierto disgusto en el tono de su voz—. Quise avisar, pero no nos dejaron salir de las bases durante esas semanas. Nos retuvieron. Además, ¿quién iba a creerme? Así que aquel primero de septiembre, para cuando el gas estaba extendiéndose por el mundo, muchas personas ya habían escapado. Algunas de esas personas no sabían demasiado sobre lo que sucedía, mientras que otros sí tenían en claro lo que pasaba. Ahora aquí están ellos junto a lo que queda de sus familias.

      »Antes se planeaban proyectos e investigaciones que ningún civil ni siquiera podía imaginar. El proyecto ASFIXIA fue uno de esos secretos, la creación de esta ciudad fue otro, y la creación de una segunda y mayor preparada ciudad subterránea fue el tercero. Esa segunda ciudad es El Imperio. El Imperio fue quien plantó las flores y activó ASFIXIA. Aunque ahora se encuentra lejos de nosotros, es nuestro mayor enemigo porque en él están los creadores y desarrolladores del proyecto.

      »Antes de que el incidente tuviera lugar, varios sectores sociales importantes se enteraron gracias a distintas fuentes. No tardaron en mostrarse de acuerdo con ir en contra de ese acto genocida que El Imperio pretendía llevar a cabo. Estudié la situación, fui audaz y no me quedé de brazos cruzados. Reuní a todos aquellos que conocía dentro de la base, hice algunas llamadas y recluté a un grupo de personas capaces de alzarse sin miedo, todo eso, siendo un simple soldado. Butterfly, Ligre, Julian y Carter se unieron a mí, y con ellos más personas, todos dispuestos a seguir viviendo. Fue así como me convertí en comandante. No por tener años de experiencia, no por subir de rango gracias a pequeños y grandes logros, sino por querer que las personas sobrevivieran y por atreverme a tomar esta ciudad como refugio.

      »En estos momentos, El Imperio necesita que nos disolvamos porque representamos una amenaza. Ellos saben que crecemos. Saben que tenemos hombres dispuestos a luchar para proteger a la población, que hacemos expediciones a la superficie para abastecernos de materiales, y sobre todo saben que un simple soldado no va a dejar que hundan de nuevo a lo que queda de la humanidad.

      Su mirada se deslizó desde la imagen del pueblo hacia mí, y yo ya estaba muy concentrada en sus palabras.

      —Mira, Drey, si quieres irte no te retendré —me dijo en un tono más bajo que incluso sonó más sincero—. Puedo ordenar que abran una de las salidas para ti, pero, ¿te digo la verdad? no quiero que lo hagas y no lo quiero por dos razones. Primero, porque СКАЧАТЬ