Asfixia. Álex Mírez
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Название: Asfixia

Автор: Álex Mírez

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Inmunidad

isbn: 9788416942473

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СКАЧАТЬ de mi niñez, en ninguno figuraba haber pasado más de un día en un hospital o en algún centro en donde hubieran podido experimentar conmigo. Por tal razón, lo que escuché me sonó ilógico. Si habían hecho algo en mi cuerpo debía recordarlo, ¿no? Pero aunque lo intentara, lo que recordaba de mi vida era bastante normal e incluso muy feliz.

      Nada de lo que dijo tomó lugar en mi cabeza.

      —Esto es… sorprendente —murmuró el comandante. Sus ojos se deslizaron sobre las palabras escritas en el papel—. ¿Y ya le preguntaron si recuerda algo?

      —En el informe se describen algunos métodos utilizados para que los individuos pudieran regresar a la vida diaria, para introducirlos de nuevo a la cotidianidad. La terapia electroconvulsiva fue una de esas técnicas —alegó Julian—. Si fue así me temo que a pesar de que se lo preguntemos ella no va a recordarlo. No por ahora.

      Quise gesticular. Quise mostrar aunque fuera una mínima reacción, pero me sentí incapaz de moverme.

      —Permítame decir que esto es importante, ella es importante —añadió Julian después de un minuto de silencio que el comandante usó para examinar el informe—. Me gustaría tratarla y realizarle algunos análisis. Va a quedarse, ¿no es así?

      —Por supuesto que va a quedarse —afirmó.

      El comandante volvió a entregarle la carpeta al doctor y entonces posó su mirada sobre mí otra vez, como si necesitara observarme por más tiempo para asegurarse de que era real.

      De nuevo, el brillo de familiaridad me inquietó.

      —¿Ya estaba así o eso fue obra de Carter? —indagó él, hundiendo el entrecejo—. Tiene moretones por todos lados.

      Vi como el doctor bajó la cabeza, casi apenado.

      —Fue Carter —confesó.

      —¿La golpeó de esa manera sabiendo quién era? —soltó el comandante con un dejo molestia en la voz.

      Julian no pudo encararlo, mientras que las otras dos personas presentes en la habitación solo se dedicaban a escuchar en silencio.

      —No, él no lo sabía —explicó el doctor—. Asumió que ella intentaba infiltrarse y la trató como a un enemigo.

      La mandíbula del comandante se tensó y las venas de su cuello brotaron salvajemente.

      —¿Y ella dijo quién era? ¿Dijo que era inmune? —inquirió casi intentando no perder la paciencia.

      —Dijo que venía de la ciudad, que no sabía nada de lo que le preguntábamos. Ella ni siquiera sabía sobre ASFIXIA. Se ha enterado hace poco, no tenía consciencia de que era inmune.

      El comandante asintió lento con la cabeza. Estaba molesto, cualquiera podía notarlo. Se giró sobre sus pies y enfrentó a cada uno con una expresión acusatoria.

      —Me gustaría saber, ¿quién es Carter para tomarse atribuciones que no le corresponden? Se supone que todo lo que sucede debo saberlo primero, ¿no es así? Y más si es algo tan importante como esto. —El comandante señaló al hombre que estaba al lado de la pelirroja—. Ligre, déjale dicho a Carter que quiero verlo en la oficina —le ordenó.

      El hombre al que se había referido como Ligre, asintió, y sin perder tiempo u objetar algo se marchó para ir a cumplir la encomienda.

      —No teníamos ni idea… —añadió el doctor Julian, cabizbajo.

      —Aunque no la tuvieran, esto no era necesario —vociferó el comandante, señalándome con el dedo—. Tenían que haberme llamado, o siquiera haberla escuchado.

      La mujer de los abundantes rizos rojizos dio un paso adelante con la intención de hablar.

      —No podemos ser condescendientes con cualquier desconocido, recuerda que estamos en tiempos difíciles —intervino ella, para luego dedicarme una mirada cargada de desconfianza.

      —No ser condescendientes y aplicar este tipo de salvajismo son dos cosas muy distintas. La podían haber dejado en una celda hasta que yo me ocupara, pero parece que a veces se les olvida quién está al mando —bufó el comandante. Su actitud era imponente y ellos parecían respetar eso, entonces comprendí que era el comandante de todo, incluso luciendo tan joven—. Nosotros no lastimamos a inocentes.

      —Todos juran ser inocentes —comentó la mujer en tono desafiante.

      El comandante hundió más las cejas.

      —Aunque no lo parezca, aún quedan inocentes en este mundo. Además, ¿cómo van a creer que El Imperio lanzaría a un infiltrado de esta forma? —continuó hablando en voz alta, reprendiendo—. ¿Creen que este grupo se levantó para que fuéramos unos mercenarios como ellos?

      —¡Carter solo hacía el trabajo que tú le concediste! —exclamó la pelirroja, molesta, irritada.

      —¡Un trabajo que debe hacer después de comprobar que no tratamos con un inocente! ¿O no son esas mis reglas? ¿No son esas las malditas reglas que impuse? —reprochó el comandante, ganando la discusión ante el silencio que envolvió la estancia.

      —Levi, no estoy de acuerdo con tu reacción —repuso la mujer.

      Un momento.

      ¿Levi?

      Todo mi cuerpo reaccionó ante el nombre. Escucharlo bastó para que mi cerebro enviara impulsos que me obligaron a levantarme con rapidez. A causa de la impresión, todo en mí se aceleró. Quedé sentada en la camilla, con aquellos pares de ojos mirándome, cada uno con expresiones diferentes.

      —¿Levi? —pronuncié con voz temblorosa.

      —Sí, Drey, soy el comandante Levi Homs —habló en tono calmoso mientras se acercaba de nuevo a la camilla.

      —Levi —susurré.

      Los recuerdos del libro atiborraron mi mente: sus palabras, los escritos que me habían hecho compañía y la intriga que había despertado en mí. ¿Realmente era el Levi que había conocido a través del diario? Porque antes de caer en la grieta me quedó muy en claro que él había muerto.

      Pero ahí estaba.

      Levi H.

      Levi Homs.

      Y teniéndolo ante mí, además de la sorpresa, la confusión se unió a la pila de emociones que estaba experimentando.

      Vivo, él estaba vivo.

      —Yo te buscaba… —confesé— estás aquí.

      Volvió a hundir el entrecejo, demostrando desconcierto. Por supuesto, él no lo entendía. No sabía que había salido de casa para buscarlo y que en cierta parte por esa razón había terminado allí. Quise decírselo, contarle lo que había sucedido, pero a pesar de que mis labios se entreabrieron para emitir palabra, de nuevo no pude pronunciarlas. La imagen de Carter sustituyó todo lo demás y la sensación de dolor me abordó.

      Recordé cada insulto, cada risa fingida y cada golpe.

      Caí СКАЧАТЬ