Asfixia. Álex Mírez
Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Asfixia - Álex Mírez страница 16

Название: Asfixia

Автор: Álex Mírez

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Inmunidad

isbn: 9788416942473

isbn:

СКАЧАТЬ sabía que estaban vivos —expliqué mientras luchaba contra las ganas de explotar en un llanto de impotencia.

      —Vaya, hasta podría creerte —dijo Carter, pensativo—, pero me molestan las mentiras absurdas —agregó, tensando cada músculo de su rostro.

      Sin avisar me propinó una bofetada tan fuerte que me desorientó por completo. La vista se me nubló y su figura pareció duplicarse por unos instantes. La mejilla me ardió, pero enderecé el cuello y parpadeé varias veces para aclarar mi visión.

      —Perteneces a El Imperio, ¿no es así? ¿Qué querían ellos que hicieras aquí? —preguntó, escudriñándome, acusándome con la mirada.

      —¿A El Imperio? No, no sé quiénes son, lo juro. No pertenezco a nada, le digo la verdad. Vengo de la ciudad, vivía sola —contesté sin titubear.

      Él esbozó una sonrisa tan macabra que casi me heló la sangre.

      —No le estoy viendo resultado a esto —habló y se dio vuelta para caminar paulatinamente frente a mí—. ¿Qué sucede, Drey? ¿Morirás por lealtad?

      —Le digo la verdad —mascullé, cabizbaja.

      —Sí, bueno, la gente siempre alega decir la verdad, pero en estos tiempos no se puede confiar en nadie —expuso él con simpleza —. Voy a darte una última oportunidad, y si no obtengo lo que quiero tendré que mandar a traer algunas herramientas que facilitarán todo el proceso, ¿entiendes?

      Mi piel comenzaba a sudar por el calor. La sala era tan pequeña que asfixiaba. ¿Y cómo demonios convencería a Carter de que decía la verdad, si estaba dispuesto a creer que era una enemiga?

      —¡¿ENTIENDES?! —repitió con tanta fuerza y exigencia que me tomó por sorpresa.

      —Sí —respondí.

      —Ahora, dime, ¿recibes órdenes directas de Gregori Nikolayev o de la guardia? —inquirió de manera mordaz.

      —No. No sé de quienes habla. No sé quiénes son esas personas.

      Me hizo entender que mi respuesta era incorrecta, porque avanzó hacia la puerta, la abrió y llamó a alguien. Luego volvió manteniendo una sonrisa y una mirada triunfante, como si hubiese hecho algo de lo que estaba muy orgulloso.

      Se quedó en silencio hasta que entró uno de los hombres que me había atado, sosteniendo una bandeja plateada. Sobre ella había distintos instrumentos entre los cuales solo reconocí un destornillador, un encendedor y unas tenazas.

      —No… —dije con apenas un hilo de voz, temblando ante la idea de que usara aquello conmigo—. ¡No! ¡Créame! ¡Le juro por mi vida que estoy diciendo la verdad!

      Carter rio, cínico y divertido.

      —¿Por tu vida? ¡Pero si eso no vale nada! Jura por algo que valga, vamos.

      —¡¿No tiene compasión?!

      —El Imperio no la ha tenido con nosotros —murmuró con voz cargada de repulsión.

      Seguidamente, me abofeteó tan fuerte el rostro que por un momento creí perder la conciencia. Los ojos me lagrimearon sin poder evitarlo. Carter se inclinó hacia adelante mientras yo intentaba enderezar el cuello y soltó las palabras con tanta violencia y desprecio que también las sentí lastimarme.

      —Puedo pasar todo el día en esto, pero sería una pérdida de tiempo, así que si no hablas juro que voy a dejarte sin uñas y sin dientes.

      Y le creía capaz de hacerlo, pero ya no sabía qué soltar para impedirlo. Cualquier cosa que dijera o alegara iba a tomarse como una mentira, y estaba consciente de que no volvería a salir ilesa de aquella situación.

      —¡Ya no sé de qué manera decirle la verdad! —grité mientras la sangre y la saliva manaban de mi boca, empapando mis labios y mi barbilla.

      —¡Mientes, joder! —vociferó Carter con la mandíbula tensa por la ira—. ¿Piensas que voy a creer esa absurda historia? ¿Piensas que soy tan idiota como para creer que vivías en donde nadie puede vivir? ¡Mientes porque eres una maldita escoria entrenada para hacerlo! ¡Di la verdad! ¿En dónde está Gregori? ¡Habla de una vez por todas!

      Cerré los ojos e inhalé con fuerza, llenando mis pulmones. ¿Qué caso tenía decir la verdad si no me creía? ¿Valía la pena seguir intentándolo? ¿Y si era mejor rendirme y pedir que no le diera más larga?

      Durante dos años había pensado que mi destino era morir sola en un planeta lleno de cadáveres, pero en ese instante pensé que el rumbo de mi vida podía haber cambiado para peor. Morir con la boca empapada de la verdad, con las esperanzas hechas añicos, con las ilusiones pisoteadas, era un destino lamentable.

      —No… no sé de qué me está hablando —fue lo que pude decir en un último intento de que me creyera—. Sobreviví. Respiré el gas. Sobreviví a ASFIXIA.

      Carter formó una fina línea con los labios. Un segundo después, el gesto se convirtió en un falso mohín de pena.

      —Es una lástima, Drey.

      Listo. Me quedaba esperar a que él se divirtiera lastimándome, y luego que mi cuerpo no resistiera más. Tampoco es que fuera a ser mucho. Yo era débil. Había sobrevivido y aun así era tan débil como para desmoronarme a los pocos golpes. Y sentí rabia por ello. Rabia hacia mí misma por permitirme morir a manos de aquel hombre.

      —¡Dice la verdad! ¡Dice la verdad! —gritó alguien.

      Levanté la cabeza al oír la voz. La puerta se abrió de par en par y el doctor Julian se acercó corriendo, agitado.

      El especialista se quedó quieto con el entrecejo hundido. Julian se detuvo sacudiendo una carpeta amarilla. Sus pequeños ojos enfocaron con horror el estado en el que me encontraba, pero luego volvieron hacia Carter.

      —Hay un registro del año dos mil nueve en el que se refleja que diez personas fueron reclutadas para formar parte del proyecto INMUNOEFICIENCIA —comenzó a decir—. El objetivo era producir humanos inmunes a los efectos del proyecto ASFIXIA. Tres personas murieron durante las pruebas y solo siete sobrevivieron. —El doctor Julian extendió la carpeta hacia el especialista—. Drey es una de ellas. Dice la verdad, viene de la superficie y es inmune al gas. No puedes matarla.

      El especialista no podía creérselo, ni yo tampoco. A ambos nos tomaron por sorpresa. La confusión y el desconcierto en sus ojos acabaron inminentemente con toda la malicia que había en ellos.

      No podía hacerme daño.

      ¡No podía matarme!

      —¿Qué? —soltó con un ápice de desagrado.

      —Tampoco lo creía, pero ahí está. Revisé los archivos que se extrajeron de las instalaciones locales. Es un pequeño informe, no detalla demasiado pero su nombre aparece en él. Está sellado y firmado por el antiguo director, significa que está validado y es real —le explicó Julian sin detenerse a respirar.

      Carter observó con desdén la carpeta, sin siquiera demostrar intenciones de revisarla. Fueron segundos los que pasaron entre una acción y la otra, pero me pareció un largo y lento minuto. ¿Estaría a salvo o no? ¿Era СКАЧАТЬ