Los niños escondidos. Diana Wang
Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Los niños escondidos - Diana Wang страница 3

Название: Los niños escondidos

Автор: Diana Wang

Издательство: Bookwire

Жанр: Документальная литература

Серия: Historia Urgente

isbn: 9789873783944

isbn:

СКАЧАТЬ lo diabólico, lo siniestro, seres disfrazados de humanos pero con una malignidad esencial e inmodificable, asentada en la sangre, en los genes, por lo cual era indispensable la limpieza étnica radical. Arrancar de raíz significa eliminar la maleza no bien empieza a crecer, la consigna es no dejar que invada el terreno. Erradicar es impedir la vida, el crecimiento y la reproducción. Erradicar quiere decir, fundamental y básicamente, matar a los niños.

      Ambas guerras –la “clásica” contra los Aliados y la “otra” contra los judíos– tuvieron para el nazismo importancia pareja, aunque la segunda fue preponderante en algunos momentos. Por ejemplo, cuando los frentes de batalla mostraban que la guerra estaba siendo perdida, los nazis siguieron usando los trenes para llevar a los judíos a la muerte en vez de transportar tropas, armamentos o hacer lo necesario para apoyar a sus ejércitos. La guerra contra los judíos era, obviamente, una prioridad del Reich. Por caso, el exterminio de los judíos de Hungría se decidió en 1944. Mientras el Ejército Rojo estaba comenzando a liberar los territorios del Este, los trenes seguían llevando cientos de miles de húngaros a las cámaras de gas y luego a los crematorios de Auschwitz. Aunque se perdiera la guerra contra los Aliados, aunque el sueño del Reich de los mil años y de la conquista del planeta –hoy Alemania, mañana el mundo– fuera un fracaso, los nazis se propusieron matar judíos hasta el último minuto.

      LA GUERRA CONTRA LOS NIÑOS

      En la guerra contra los judíos un punto central era el exterminio de los niños. Consiguieron eliminar a un millón y medio de ellos. Del estimado total de judíos que vivía en Europa, sobrevivió alrededor del 15 por ciento de adultos pero solo el 7 por ciento de los niños, menos de la mitad.

      Apenas se salvaron alrededor de 100 mil niños judíos en toda Europa, la mayoría en situaciones muy difíciles que marcaron sus vidas para siempre. La desintegración del núcleo familiar, la imposibilidad de los padres de dar de comer a sus hijos y protegerlos determinó la muerte de la mayoría ante la mirada impotente de sus seres queridos. Fueron niños que vivieron su corta vida sin jugar, sin ir a un parque, sin conocer la libertad, sin ir a la escuela. Para resumir su experiencia, aquellos que sobrevivieron suelen decir “me robaron la infancia”.

      Igual que sucedía con los adultos, llevar a la práctica una matanza masiva de esas características no era sencillo. A los adultos se los agrupaba, se los arreaba, se los usaba para el trabajo esclavo. Como los niños no podían trabajar, eran considerados inútiles: se los mataba no bien llegaban a los campos y eran las primeras víctimas de las cacerías y redadas.

      La infancia es el período de la vida de mayor indefensión de los humanos. No nos podemos trasladar ni defender de los peligros que nos circundan, no nos podemos alimentar, higienizar, vestir, hacer herramientas ni usarlas por nosotros mismos. Alcanzar la autonomía necesaria para sobrevivir por nuestra propia cuenta lleva muchos años. Los niños aprenden a confiar en los adultos, a respetarlos, a obedecerlos, a entregarse a sus cuidados y a repetir sus conductas en el cuidado de sus propios hijos.

      En la Shoá, los niños vieron sacudida su relación con el mundo adulto de manera inédita. Debieron revisar y cambiar dramáticamente lo que habían aprendido a esperar. En lugar de protección y confianza, aprendieron a desconfiar, a callar, a mentir y a distinguir con claridad a los adultos fiables de los peligrosos.

      Algunos perdieron a sus padres para siempre. Otros sufrieron dos desgarra mientos: el primero al ser separados de sus padres biológicos, el segundo, al ser separados de sus padres adoptivos. Los que no fueron reclamados, no saben ni siquiera quiénes han sido sus padres biológicos.

      La memoria que mantienen los “niños” escondidos que llegaron a Buenos Aires es disímil. Los mayores recuerdan circunstancias con bastante precisión. En cambio, los más pequeños no recuerdan nada y la necesidad de recuperar esa memoria perdida se convierte en un azote que los persigue sin descanso.

      Los temas comunes que los acosan son la separación de la familia de origen, la posterior separación de la familia salvadora, la identidad fraguada (la religión, la nueva historia familiar, las costumbres, el idioma, a veces el sexo), el silencio, la pérdida de la infancia en los más grandes, la doble vida. La condición indispensable de la supervivencia fue la imposibilidad de expresar sentimientos o pensamientos, ser lo más invisible posible. Todos ellos conviven con distintos grados de silencio y el mandato de callar para sobrevivir.

      LOS “NIÑOS”, ¿SOBREVIVIENTES ILEGÍTIMOS?

      Sobre los “niños” pesan varios “atenuantes” que han deslegitimado por años su derecho a considerarse sobrevivientes, a penar por lo perdido y a lamentarse por no recordar.

      Los “niños” no sienten propia la denominación de sobrevivientes. A diferencia de los sobrevivientes mayores, muchos de ellos fueron protegidos, cuidados por otras personas que les permitieron asumir los años de la guerra dentro de cierta “normalidad” mientras la situación lo permitía. Durante СКАЧАТЬ