Deseo en la toscana - Sin piedad - Un magnate despiadado. Susanne James
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Название: Deseo en la toscana - Sin piedad - Un magnate despiadado

Автор: Susanne James

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Omnibus Bianca

isbn: 9788413486130

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СКАЧАТЬ sólo tenía que pensar un instante en los niños para comprender que no iba a ser capaz de anular aquella tradición. Con gesto resignado, pasó una mano por su pelo y dirigió sus pensamientos hacia el futuro. Con un repentino anhelo, pensó en cómo serían sus hijos cuando los tuviera. No dudaba de que tenerlos aportaría un significado y un propósito a su vida… algo que deseaba hacía tiempo. El trabajo, el dinero y la admiración eran algo vacío en comparación con aquello, y la satisfacción que reportaban era momentánea y pasajera.

      Distraído con sus pensamientos, le llevó unos segundos fijarse en que Dante estaba en el umbral de la puerta haciéndole gestos con expresión preocupada. El anciano modisto le contó rápidamente lo que sucedía y Fabian lo siguió a la habitación contigua.

      Laura estaba ante un ventanal, de espaldas a él. El vestido largo, rojo y sin espalda que vestía realzaba a la perfección el contorno de su cuerpo, a pesar de que sus curvas, más que voluptuosas, eran el epítome de la gracia y la elegancia. Por un momento, Fabian se quedó como hechizado. Con el brillante halo de su pelo, su delicada piel y aquel vestido, iba a atraer muchas miradas aquella noche. Pero cuando avanzó hacia ella notó que estaba disgustada.

      –¿Laura?

      –Este vestido es demasiado atrevido –dijo ella, claramente emocionada–. No puedo ponérmelo.

      Fabian apoyó las manos en sus hombros y le hizo volverse.

      –Lo único que quiero es que te sientas guapa con el vestido que elijas. Lo último que querría sería que llevaras algo con lo que te sintieras incómoda –dijo con suavidad, y sintió que su estómago se encogía al ver el brillo de lágrimas en sus ojos. Al notar que se cubría el pecho con los brazos y que tenía las manos apoyadas en su esternón, bajó la mirada hacia éste–. Enséñame.

      Indecisa, Laura bajó los brazos y Fabian vio la cicatriz que violaba la delicada piel nacarada entre sus pechos.

      –Me la produjo un trozo de metal suelto en el accidente… lo mismo que ésta –Laura se llevó brevemente la mano a la frente. Carraspeó y trató de sonreír–. Lo siento, Fabian, pero me temo que no voy a dar la impresión que te gustaría con estos preciosos vestidos. Debería habértelo dicho ayer.

      –No te eches la culpa. Apenas te di oportunidad de hacerlo, ¿verdad?

      Dante apareció de pronto junto a ellos.

      –Esto no tiene por qué ser el fin del mundo –dijo con expresión decidida–. ¡No se me conoce como «el maestro», por nada! Tengo accesorios suficientes para crear magia mejor que cualquier ilusionista. Y he traído otros vestidos menos atrevidos que sentarán de maravilla a la preciosa Laura y que no le harán sentirse incómoda con sus pequeñas cicatrices. La vida nos golpea a todos, signorina –dijo, con un destello de humedad en la mirada–. En algunos casos el resultado es visible y en otros no. Pero no debemos permitir que destruyan nuestra capacidad de disfrutar de la vida… ¿verdad?

      Laura miró brevemente a Fabian, se frotó las lágrimas de los ojos y sonrió a Dante. Al ver el gesto, Fabian sintió por un desconcertante momento que su corazón latía con más fuerza.

      –Tiene razón, señor Pasolini. Siento haber reaccionado así –dijo Laura, y Fabian tuvo que contenerse para no abrazarla y besarla allí mismo–. ¿Te importa volver a dejarnos solos, Fabian?

      –¿Estás segura de que quieres seguir adelante con esto? –preguntó él, reacio.

      –No quiero dejarte en la estacada esta noche.

      –Sé que eso no sucederá.

      Fabian volvió al salón contiguo y se acercó a los ventanales. Los preparativos para el concierto estaban en plena marcha. Contempló distraídamente el ajetreo que había en los jardines mientras sentía una punzada en el corazón al pensar en los devastadores efectos mentales y físicos que debió de sufrir Laura a causa del accidente.

      No debería haberla presionado con el tema de los vestidos… y no lo habría hecho si hubiera sabido que era tan reticente. Sin embargo, y a pesar de sus cicatrices, estaba preciosa con aquel elegante vestido rojo. Sería una esposa ideal para él. Ni ostentosa, ni avariciosa, sino recatada, generosa y serena. Podría llevarla a cualquier sitio. Tal vez, con el tiempo incluso podrían llegar a ser amigos. Reacio a recordar el marido que había perdido, se negaba a considerar la posibilidad de que pudiera rechazar su oferta por temor a que un nuevo matrimonio acabara también en desastre.

      Laura había dicho que el matrimonio debía implicar mucho más que la mera lógica. Era evidente que se trataba de una mujer capaz de experimentar profundas pasiones, y Fabian no estaba seguro de que fuera a sentirse satisfecha con la clase de acuerdo sin amor que le estaba proponiendo, por muchos beneficios que le aportara.

      Apretó la mandíbula y apartó de su mente la inquietante posibilidad de que fuera a rechazar su proposición.

      Un par de horas antes del concierto, cuando por fin habían dejado de sonar los teléfonos y se habían dado los retoques de última hora, Laura estiró los brazos por encima de su cabeza y gimió. Los músculos de su cuello y hombros se contrajeron dolorosamente, testimonio de la tensión que había ido acumulando a lo largo del día.

      Todo había empezado con la prueba de los vestidos de Dante Pasolini, cuando se había hecho consciente de que ya no iba a poder ocultar sus cicatrices por más tiempo. Nunca se había sentido más vulnerable ni asustada en la vida. Pero el modisto había demostrado ser un hombre sensible y encantador, y cuando Fabian la había visto no había tenido la reacción de repulsa que ella había temido. De hecho, lo que había visto en sus ojos había sido compasión. ¿Cómo era posible que un hombre capaz de demostrar aquella admirable cualidad profesara tal desprecio por el amor? Era obvio que lo que le había hecho su esposa lo había vuelto profundamente cínico y desconfiado y ya no confiaba en su corazón.

      Pero la inquietud de Laura no se debía sólo al hecho de tener que presentar a los intérpretes de aquella noche y actuar como anfitriona para Fabian, sino a que había prometido dar a éste una respuesta definitiva sobre su proposición de matrimonio. Era posible que él quisiera tratar el tema como un asunto de negocios, pero, cada vez que pensaba en ello, Laura sentía que el estómago se le llenaba de mariposas del tamaño de pequeños helicópteros.

      –Laura… ¿por qué sigues aún en el despacho? ¡Deberías haber terminado tu trabajo hace media hora! Es hora de prepararse.

      Fabian había entrado en el despacho descalzo, como tenía por costumbre cuando estaba en casa y, absorta con sus propias preocupaciones, Laura no le había oído entrar.

      –Sólo estaba ocupándome de unos detalles de última hora –dijo–. Un par de invitados han perdido sus invitaciones y algunos han llamado para que les diera alguna indicación de cómo llegar a la villa.

      Pero Fabian apenas parecía estar escuchándola. En lugar de ello la miró con expresión taciturna.

      –Estás demacrada. Pareces cansada y tienes ojeras.

      –Estaré perfectamente en cuanto me duche. ¡Te sorprenderían los milagros que puede hacer el maquillaje!

      Fabian ignoró su intento de humor y frunció el ceño.

      –Es obvio que estás demasiado tensa. Esta mañana has pasado una dura prueba, aunque yo pretendía que fuera un placer para ti.

      Sin esperar a que Laura СКАЧАТЬ