Название: Sanación de los recuerdos
Автор: Gustavo E. Jamut
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
Серия: Sanación en el Espíritu
isbn: 9789877620597
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Durante su infancia y adolescencia Carlos había sufrido demasiado, pues su mamá había partido de esta vida cuando él apenas tenía siete años. Esto produjo en el niño una sensación de profunda pérdida, lo cual no llegaba a comprender, pues él tenía un vínculo particularmente profundo y especial con su mamá, aún más que el que habían nutrido su hermana y su hermano.
A los pocos meses de morir su madre, su papá llevó a vivir en la casa a otra mujer, la cual por diversos motivos no logro conquistar el cariño de los niños.
Un tiempo después su hermana mayor se escapó de la casa paterna y se fue a vivir con una tía. Esto produjo en Carlos una nueva herida de abandono, ya que en parte su hermana había estado cubriendo la ausencia materna. Entonces el pequeño se fue llenando de una sensación de desvalorización y su interior se fue cargando de resentimiento hacia los demás, particularmente hacia su padre y hacia la nueva mujer de éste.
No pasó mucho tiempo hasta que también él se escapó de la casa paterna, llevándose consigo a su hermanito menor y yéndose a vivir a la casa de la tía donde ya antes se había refugiado su hermana.
En la nueva casa, con su tía, el niño es cuidado, tratado con amor y respeto, pero también educado con límites estrictos y severidad extrema. Todo allí era disciplina férrea, rigor prusiano en los horarios, impecable y exacta puntualidad en el cumplimiento de todos los deberes.
Siendo Carlos ya mayor, casado y con cuatro hijos adultos, se sentía angustiado y deprimido. Con periodicidad tenia arranques de nervios y de una ira desproporcionada hacia su esposa e hijos. Todas estas reacciones surgían como consecuencia de tanto dolor acumulado, ya que nunca nadie le había ayudado a descubrir que Jesús Vivo tenia el poder de liberarlo de toda la basura emocional que año tras año se había acumulado en su atribulado corazón.
Santiago, uno de sus hijos, con la ayuda de la oración, el acompañamiento espiritual de un sacerdote y la ayuda profesional de una psicóloga, había logrado comprender, aceptar y perdonar los errores que su papá había cometido y los castigos excesivos que le había infligido durante la niñez. Entonces comenzó a orar por su papá Carlos con confianza y perseverancia.
Tanto en el grupo de oración en el cual se congregaba el joven, como en su oración personal, no perdía la oportunidad de pedirle a Dios que lo bendijese y particularmente traía a la presencia de Dios al niño herido que estaba aún en su papá.
De esta manera Santiago, por medio de la oración de bendición, le pedía a Dios que hiciera fluir de todo su amor hacia “Carlitos” (pues en su oración Dios le mostraba a su papá no como un adulto, sino como un niño confundido y angustiado) y le pedía a la Virgen María que lo abrazara y le concediera su bendición maternal.
Con el pasar de los meses Santiago, sus hermanos y su madre, fueron notando cambios significativos en la conducta de Carlos. Todos se asombraban pues lo notaban mucho más relajado, sereno y alegre. Cuando algunos domingos se reunían a compartir el almuerzo todos notaban con asombro que ya no discutía, ni quería controlar la vida de sus hijos, nueras, yernos y nietos. Una de sus nueras comentó: “Es como que a los sesenta años está empezando a disfrutar de la vida y está aprendiendo a ser feliz”.
Este proceso de sanación interior se pudo profundizar cuando Carlos se abrió dócilmente, reconociendo que necesitaba ayuda. Entonces aceptó la propuesta de su hijo para dejarse acompañar en este camino de sanación interior por una persona cualificada de su parroquia. Un acompañante espiritual de la parroquia en la cual su hijo se congregaba, lo escuchaba todas las semanas, lo ayudaba a comprender el origen de sus reacciones, oraba con él y le enseñaba a orar entregando a Jesús todas las heridas de su historia. Todo esto produjo en su padre una transformación aún mayor.
Santiago no descuidó la oración de intercesión hacia su padre. Cuando éste volvía a tener una reacción equivocada, Santiago no perdía la paciencia y la confianza en Dios, sino que acrecentaba la oración y el diálogo con su papá, de manera que este recontinuara el camino de restauración interior.
Esta transformación en Carlos se pudo producir gracias a la oración de intercesión y la bendición familiar hecha por un hijo, cuyo corazón había sido restaurado por medio de la oración de perdón y en quien habitaba la presencia amorosa del Espíritu Santo.
Lo mismo podemos decir que sucede por la oración de cualquier otro familiar o de hermanos en la fe, pues entonces quien bendice con su amorosa oración, se transforma en un canal por medio del cual la bendición de Dios llega al corazón quebrantado por el cual comienza a orar, produciendo en el destinatario de la bendición sanación interior, e impulsándolo a renovar los vínculos con las personas que le rodean.
Volver a vivir
Es común que para poder sanarnos, el Señor nos haga volver a vivir imaginariamente, a veces incluso en todo su realismo pasado, esa experiencia que un día nos hirió y que aún hoy se mantiene en la memoria y en la afectividad destruyendo la alegría y la paz.
Revivirla, no es lo mismo que recordarla, sino que es una experiencia aún más profunda que se da desde el espíritu y que parte del diálogo amoroso y confiado con el Señor. De ese modo Él puede transformar lo sufrido en el pasado en elemento positivo de la vida presente, o al menos en un recuerdo que ya no nos haga daño.
En esta oración de reminiscencia (9) buscamos la fuerza y el amor de Dios para transformar el dolor pasado en gozo presente y, el resentimiento en amor. Por eso, el recurso es la oración y la fe. No se soluciona el problema con olvidar el pasado, porque nuestro pasado va a seguir teniendo una influencia poderosa en nuestras vidas. El que no sana sus recuerdos, no vive el presente, sino que lo sobrevive; y tiene muchas posibilidades de repetir con los demás algunos de los errores que en el pasado otros cometieron con él.
La sanación en muchos casos puede ser un proceso largo y difícil. Hay que empezar por atreverse a hacer junto a Jesús, en oración, una lista de las cosas que nos han hecho sufrir, sobre todo en la infancia y en la adolescencia. Especialmente lo que esté unido a la conciencia de sentimientos de vergüenza, rabia, odio, culpabilidad, etcétera. Cierto que el recordarlo es volver a sufrirlo en cierta medida, pero la experiencia duele no por lo que es, sino por la valoración que le damos. Pero ahora que ya no somos niños, desde la fe, podemos valorar positivamente de la mano de Dios lo que antes valorábamos solo negativamente.
Cuando la persona se abre a la irrupción de Dios en su vida, se siente y se sabe amada sin condiciones. No sabe cuándo ni cómo se produce en ella el milagro de la aceptación. Ha hecho muchos esfuerzos a lo largo de su vida, y quizás muchas veces ha escuchado el consejo: “tienes que aceptarte”, sin poder lograrlo; a lo mejor participó en muchos talleres de crecimiento, terapias, etc. Sin embargo, llega el momento de rendirse ante la propia incapacidad de amarse verdaderamente. Un amor divino la envuelve y no le quedan dudas de saberse amada, aceptada, además de sus seres queridos, por Alguien que la trasciende. Es entonces que entra en ella la paz hasta lo más profundo de sí, su personalidad se integra, acaban las divisiones y la guerra interior con aquel defecto o aquella debilidad. (10)
Bendiciones de restauración familiar e interpersonal
Con tus descendientes haré un gran pueblo;
te bendeciré y engrandeceré tu nombre.
(Gn 12, 2).
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