La niña halcón. Josep Elliott
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Название: La niña halcón

Автор: Josep Elliott

Издательство: Bookwire

Жанр: Книги для детей: прочее

Серия: Sombras sobre Skye

isbn: 9786075572239

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СКАЧАТЬ al pie de las rocas, hay una meseta amplia y abierta donde todos me están esperando. Desde aquí tenemos una buena vista de la isla de Raasay, muy cercana, como una nube oscura sobre el agua centelleante. Los miembros de mi clan están situados en un semicírculo y hacen chasquear sus dedos cuando me acerco. El sonido se lo lleva el viento que silba a lo largo del risco. Aileen se asoma entre la multitud y me hace un gesto de saludo. Quisiera contestarle, pero no lo hago.

      Doy un par de pasos al frente. El semicírculo se abre en dos como la boca de una ballena. Cierro los ojos y, cuando los abro de nuevo, allí está ella: la niña con la que me van a obligar a casarme. Está de espaldas a mí, pero lleva puesta una túnica del mismo color que la mía, así que no hay manera de que se confunda entre los demás. Incluso por detrás, se ve demasiado joven. El pastor está a su lado y hace señas para que me acerque. Empiezo a respirar agitadamente. No puedo hacer esto. Es demasiado. Debo salir de aquí. No tengo aire. No puedo respirar. Tengo que irme. Ya.

      Hago lo único que cruza por mi mente. Doy media vuelta y comienzo a correr.

      No sé adónde pensé que podría llegar. Estoy rodeado por cientos de personas, y ninguna de ellas me dejará pasar. Estoy atrapado. Logro dar tres zancadas antes de que Errol me capture por los hombros. Sus filosas uñas atraviesan la túnica.

      —Por ningún motivo —bufa en mi oído.

      Me hace girar sobre mi eje y me lleva directamente hacia donde está el pastor. Las piernas me traicionan, llevándome hacia el frente en contra de mis deseos. Me sitúa espalda contra espalda con la niña. Los hombros de ella presionan contra mi columna y se estremecen anticipando el temor. Alargo mi mano hacia atrás y le doy un levísimo apretón en la punta de los dedos. Ella me lo devuelve, y mi respiración empieza a sosegarse. Al menos, no estoy en esto solo.

      La ceremonia consiste más que nada en discursos en la lengua antigua, así que no tengo la menor idea de qué están diciendo. Sólo los de Raasay pronuncian las respuestas. Mi clan se limita a estar presente y observar en silencio. Dudo que ellos entiendan lo que dicen los discursos: en realidad, sólo los ancianos hablan la lengua antigua. En el par de ocasiones en que levanto la vista y cruzo la mirada con alguien, todos me contestan con una expresión animosa. Ahora están siendo amistosos, pero ¿cómo me tratarán cuando todo esto haya terminado? ¿Aún me verán como uno de ellos? El sonido del viento cascabelea en mis oídos, lo cual ayuda a ahogar el discurso del pastor.

      Justo cuando creo que está a punto de terminar, al pastor le entregan una liebre viva. La sostiene por las orejas y, con brutal eficiencia, le hunde un cuchillo en la parte media. Las patas traseras de la liebre se sacuden en espasmos por un rato insoportablemente largo hasta que el animal muere. Entonces, el pastor penetra el pecho con sus dedos y extrae el corazón. Tal vez es fruto de mi imaginación, pero juraría que todavía latía mientras lo sostenía entre sus manos. Lo corta en dos y me ofrece una mitad a mí y la otra a la niña.

      —Con este corazón quedan ustedes unidos, en sus corazones, por siempre y para siempre.

      El carácter definitivo de sus palabras me sacude por dentro.

      —Beannachdan oirbh! —corea la gente de Raasay y un par de nuestros ancianos.

      La niña estira el brazo y toma su mitad del corazón, de manera que yo hago lo mismo. Se siente tibio y esponjoso entre mis dedos. Una gota de sangre escurre por mi muñeca. El pastor me hace un gesto, y no me queda duda de lo que se espera que haga a continuación. Hoy es un día plagado de sorpresas divertidas. ¿Qué pasa si la mitad que me corresponde me hace vomitar? Todos me miran, a la espera. Supongo que la niña ya se comió su mitad. No creo que yo lo consiga, pero es mi turno. Debo hacerlo por mi clan. Por mi clan.

      Cierro los ojos y meto el corazón en mi boca. Una explosión de sabor ácido y metálico golpea mi lengua. No mastico.

      En cuanto trago el bocado, se escucha un alarido poderoso y los puños se levantan en el aire. Todo mi clan bulle de actividad, como si les hubieran dicho con anticipación qué hacer en este momento. Un montón de manos me agarran para lanzarme al aire. El cielo gira, y me cargan por encima de sus cabezas, de regreso por el estrecho risco. Durante todo el camino me carcome el pánico al imaginar lo que podría pasar si llegara a soltarme de sus manos. Definitivamente, sería un triste final para este día.

      Una vez que estamos en suelo llano, me arrojan de un lado a otro con menos fuerza, y todos empiezan a cantar un antiguo òran. Es uno de mis preferidos, y me dejo llevar por la letra. Cuenta la historia de nuestros ancestros: de cómo viajaron desde la tierra firme de Scotia siglos atrás, y lograron superar grandes tribulaciones para establecerse aquí en Skye; de cómo tallaron y formaron todo el enclave con sus manos desnudas, y construyeron la muralla que ahora nos protege; de cómo habían creado un nuevo estilo de vida, nuevo y superior, alejado de los límites impuestos por la corrupta monarquía scotiana. He oído ese canto tantas veces que me sé el poema entero de memoria. Me uno a los que cantan, y mi voz se oye cada vez más fuerte a medida que el orgullo por mi clan me hincha el pecho.

      Hay una estrofa en medio que narra una gran batalla victoriosa en contra de “los infieles de la isla próxima”. Se me olvida que está ahí hasta que empezamos a cantarla. No es muy adecuado, si consideramos nuestra compañía. Miro a los jefes de Raasay, pero siguen sonriendo. Supongo que esta batalla sucedió hace mucho tiempo.

      Llegamos de regreso al enclave y comienzan las celebraciones. Nunca esperé que fuera así. Los Estofadores han preparado un festín, y hay música de gaitas y flautas y más cantos. Los niños han hecho adornos que ondean al viento. Los visitantes de Raasay han traído hidromiel, y lo pasan de mano en mano en grandes cantidades. No sucede a menudo que los ancianos permitan tales frivolidades, así que todo el mundo aprovecha la ocasión, y bebe a raudales para calmar las gargantas secas. Las sonrisas ansiosas se convierten en muecas de ebria alegría.

      La gente no deja de venir hacia mí para saludarme, sujetándome los puños. Jamás había sido tan popular. A lo mejor Aileen tenía razón: tal vez no me marginarán.

      Siento una palmada en la espalda, y me vuelvo para encontrarme con algunos de los Pescadores de mi barco.

      —Lo has hecho muy bien, muchacho —dice uno, arrastrando levemente la lengua al hablar.

      —Gracias —contesto.

      —Y despreocúpate… te convertirás en un buen Pescador, uno muy bueno. El mejor. Nos encargaremos de eso.

      Es una promesa de borracho, pero está cargada de sentimiento. Los demás van sujetando mis puños y diciéndome que les da gusto que yo sea parte de su grupo. Nadie nunca me había dicho algo así. Deberían beber con más frecuencia.

      Un grupo de niños pasa apresurado, en medio de un juego de corre que te alcanzo. Sus chillidos gozosos resuenan cuando uno de ellos resulta atrapado. Aprovecho esa distracción para escabullirme a mi bothan. Una vez allí, me quito la túnica para cambiarme. Es probable que me regañen por quitármela antes de tiempo, pero me pica demasiado en la piel para dejármela el resto del festejo.

      Junto a mi cama hay una pequeña garza de madera. Dediqué las últimas noches a tallarla en una rama de álamo. No quedó fabulosa pero tampoco es espantosa. La tomo y la guardo en mi bolsillo.

      Cuando regreso al área común, ya casi ha anochecido. Los últimos rayos de luz alumbran medio sofocados por una masa de nubes. Me envuelvo en mi capa para protegerme del frío.

      —¡Miren, es Jaime! —dicen cuando paso—. СКАЧАТЬ