La niña halcón. Josep Elliott
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Название: La niña halcón

Автор: Josep Elliott

Издательство: Bookwire

Жанр: Книги для детей: прочее

Серия: Sombras sobre Skye

isbn: 9786075572239

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СКАЧАТЬ el grupo que nos rodea acompaña el ritmo meneando la cabeza y pateando el suelo. Toco muy mal, pero todos sonríen y parece que a nadie le importa.

      Se oye un bajo de gaita que silencia los festejos. A través del enclave, Maighstir Ross grita:

      —Es hora de que la pareja zarpe para su noche en las aguas. Vamos todos a la Puerta Oeste.

      Alguien me recibe la gaita, y un muro de manos me empuja hacia delante. La Puerta ya está abierta. Balanceándose en sus amarras se ve una barca de remos mediana, decorada con ramas de brezo y helechos. Sentada en medio de la barca, de nuevo dándome la espalda, está la niña. Es la primera vez que la veo desde que salimos de Quiraing, y sigo sin poder ver su rostro.

      Errol está a mi lado y explica:

      —La tradición prescribe que los novios deben pasar la primera noche de casados en el mar. Zarpan y los buenos deseos del clan los empujan hacia delante, y regresan al amanecer, tras compartir sus esperanzas para el futuro.

      ¿Una noche entera en el mar? Fantástico. Justo cuando empezaba a pasármela bien.

      Subo a la barca, que se mece bajo mi peso, con lo cual mis brazos se extienden en busca de equilibrio, y luego un empujón de la multitud nos hace avanzar. Pierdo el equilibrio y caigo, golpeándome el codo derecho. Me siento, con la esperanza de que nadie lo haya notado. No miro atrás. Tomo los dos remos de madera y los uso para alejar un poco más la barca de la orilla. Está diseñada para dos remeros al menos, así que me cuesta trabajo impulsarlo solo. Hay una vela pequeña, pero no quiero arriesgarme a desplegarla y evidenciar mi ignorancia sobre cómo usarla adecuadamente.

      Tarde o temprano, la corriente viene en mi ayuda y aparta el bote del enclave. Tengo buen cuidado de no dejar que nos arrastre muy lejos; cuanto más profunda sea el agua, más peligrosa será. En cuanto estamos lo suficientemente lejos para que no nos alcancen a oír, bajo los remos. Debería decirle algo a la niña, pero ¿qué? Me aclaro la voz.

      —Hola —le digo—. Me llamo Jaime.

      No se vuelve hacia mí ni deja entrever el menor indicio de que me haya oído.

      —Ha sido un día de locos, ¿cierto? —me pongo en pie, vacilante, y doy un paso hacia ella. Se da media vuelta sobresaltada, y me mira con los ojos como platos—. Tranquila —la calmo—. No voy a lastimarte.

      La luna casi llena se refleja en una franja de plata entre nosotros. Su cuerpo es delgado, como el mío, y tiene el cabello de un color indefinido y pequeños ojos tímidos. La primera palabra que se me viene a la mente al verla es “frágil”. Es demasiado joven para ser una novia. Tiene las mejillas arrasadas de lágrimas. No estoy acostumbrado a eso.

      Llorar no es dùth. Es una señal de debilidad. Jamás he visto a nadie llorar antes. Fuera de bebés y niños pequeños, claro.

      —¿Cómo te llamas? —pregunto, y caigo en cuenta del absurdo: estoy casado con alguien de quien ni siquiera sé el nombre.

      —Lileas —y tengo que esforzarme para oírla.

      —Lamento mucho todo lo que ha pasado hoy —le digo—. Te puedo asegurar que me oponía tanto como tú.

      —Eso fue lo que pensé.

      —Oh, no quise decir eso… Es sólo que, hasta antes de hoy el matrimonio estaba prohibido en Skye. ¿Supongo que te contaron eso?

      Lileas se mira las manos, y más lágrimas ruedan por su barbilla.

      —Hey, no sé bien cómo van a resultar las cosas, pero mi clan es maravilloso una vez que lo conoces. Nos cuidamos unos a otros, y nadie jamás pasa hambre. Y tenemos el mejor enclave de toda la isla. Te prometo que te cuidaré. Podemos ser amigos. No llores, por favor.

      Meto la mano a mi bolsillo y saco la garza de madera.

      —Te hice esta talla —le digo.

      Deja de llorar lo suficiente para mirarla.

      —No le entregues eso, Jaime.

      La voz flota desde la oscuridad y me asusta hasta los huesos. Lileas suelta un chillido.

      —¿Qué? ¿Qué sucede? —digo.

      Algo arremete hacia nosotros desde la pila de cosas que hay en la parte delantera de la barca. Levanto un remo para defender a Lileas, y no es sino hasta que la persona se planta derecha que me doy cuenta de quién es.

      —¿Agatha? ¿Qué haces aquí?

      —Vine… vine a salvarte.

      —¿Salvarme? ¿Salvarme de qué?

      —De la n-niña. Tú n-no quieres casarte con ella.

      —¿Qué? Pero si ya… ¿cómo llegaste a bordo de esta barca?

      —Trepándome. Fue un buen plan.

      —No, Agatha. No fue un buen plan. No deberías estar aquí —como si las cosas no fueran ya suficientemente incómodas.

      —Ella no es tan bonita como yo —dice.

      Lileas la mira horrorizada. No debería reírme, pero se me sale la carcajada. ¡Todo esto es tan absurdo!

      —Te presento a Agatha —le digo a Lileas—. Forma parte de los Halcones del clan —y, al decirlo, recuerdo que, en el sentido estricto de la palabra, eso ya no es cierto, pero Agatha sonríe.

      —Soy una buena niña Halcón —dice—. Es una tarea imp-portante, y yo la hago m-muy bien.

      —Tendrás que volver a nado —digo—. Si alguien se entera de que estás en este bote, te verás en graves problemas.

      —No… no p-puedo —responde—. No me gusta estar en el agua.

      —Sabía que dirías algo así…

      —Pero soy muy buena para trepar.

      —¡Qué bien!

      —Apuesto a que soy m-mejor que t-tú para trepar —se dirige a Lileas, adelantándose un paso hacia ella, con lo cual ladea la barca.

      —¡Cuidado! —le grito, tratando de recuperar el equilibrio y a punto de tropezar con mis piernas. Cuando al fin el bote deja de mecerse amenazadoramente, digo—: Ha sido un día muy largo. Si no puedes nadar de regreso a la orilla, propongo que nos acostemos y tratemos de descansar un poco.

      —¿Y p-por qué debo dormir en una barca? —pregunta.

      —Porque el clan no nos espera de regreso sino hasta mañana por la mañana.

      —P-pero no quiero dormir en un bote —se queja.

      —¡Yo tampoco! Créeme, es el último sitio en el mundo donde quisiera pasar la noche, pero no tenemos más alternativa. Tal vez debiste pensar en eso antes de escabullirte a bordo.

      —Yo s-sólo quería ayudar —se excusa.

      Tomo aire.

      —Mira, СКАЧАТЬ