Condenando la Esperanza. Dr. Luis María Viale
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Название: Condenando la Esperanza

Автор: Dr. Luis María Viale

Издательство: Bookwire

Жанр: Документальная литература

Серия: Grito hoy al cielo

isbn: 9789877620641

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СКАЧАТЬ por la segunda, y así hasta llegar a la última página del libro.

      Bienvenido y muchísimas gracias por acompañarme en esta bellísima aventura.

      ¿Qué estamos deseando como sociedad para estos jóvenes?

      ¿Qué desean nuestros dirigentes?

      ¿Qué deseamos nosotros como personas?

      ¿Qué desean los propios jóvenes infractores de la ley penal?

      ¿Por qué esta necesidad de fabricar y vivir encerrados en tantas prisiones?

      ¿Por qué ser cómplices de tanto dolor?

      “No me preocupa el grito de los

      violentos, de los corruptos, de los

      deshonestos, de los sin ética. Lo que

      más me preocupa es el silencio de los buenos”

      (Marthin Luther King).

      “Si la libertad significa algo,

      es el derecho de decir a los demás

      lo que no quieren oír”

      (George Orwell).

      Las sociedades se definen no solo por las variables económicas, culturales o políticas, sino también por aquello que las sociedades desean; en este caso, para conocernos mejor, es importante saber qué deseamos para el joven infractor de la ley penal. Hasta ahora solo hemos construido cárceles disfrazadas de centros socio-educativos. Hasta ahora solo hemos construido centros de dolor y depreciación humana. Pero ¿esto es lo que deseamos para nuestros jóvenes?, ¿solo el castigo a través de la privación de la libertad o su resocialización a través de un auténtico centro socio-educativo? Los jóvenes son mensajes vivientes a un tiempo que no vamos a ver, sostiene Bertolt Brech; ¿son mensajes de dolor, de depreciación humana lo que deseamos enviar al futuro?

      Por lo hecho efectivamente con los jóvenes infractores de la ley penal parecería ser que lo que deseamos como sociedad es que estos jóvenes “se pudran en una cárcel”. Más allá de grandiosas declaraciones humanitarias que periódicamente hacen, sobre todo, los funcionarios de turno, muy pocas son las voces que se alzan contra la verdadera situación de los jóvenes infractores. Y va como ejemplo la poca eficacia de la Convención de los Derechos del Niño para el trato de los niños y jóvenes, lo que deja también como interrogantes: ¿por qué fue necesario un movimiento internacional para que sean reconocidos los derechos de los niños? Y ¿por qué tanto trabajo para que esos derechos sean efectivamente reconocidos?

      En mis 37 años de trabajar con jóvenes en situación de calle o con problemas con la ley penal, la única explicación para la pésima situación de estos jóvenes que he escuchado es la escasez de recursos; esta respuesta en realidad oculta otras escaseces que son incluso más peligrosas: la de ideas innovadoras, la de una formación adecuada para quienes tienen a su cargo la conducción de un centro de detención, la escasez de ganas y amor hacia el joven…

      A: ¿Quién lloraría a estos jóvenes si un terremoto los matase a todos? Muchos dirían o sentirían: mejor que estén muertos estos negros de mie…”

      Si todos los jóvenes que viven en barrios marginales fuesen tal como son percibidos en el imaginario social, no podríamos salir de nuestras viviendas porque viviríamos en una verdadera guerra civil. ¿Qué porcentaje de jóvenes marginales comete delitos? Un porcentaje mínimo.

      Todos los seres humanos deseamos la libertad y, como dijo Cervantes, “hay en la tierra contento que se iguale a alcanzar la libertad perdida”. Y nadie sabe más sobre el gozo de la libertad que aquellos que la han perdido. Pero para disfrutar la verdadera libertad es necesario un arduo trabajo educativo y las condiciones socioeconómicas propicias. Lo que se puede observar en la minoría de esos menores infractores a la ley penal es que nunca han recibido las herramientas necesarias para gozar de la libertad: nunca han recibido la formación y los materiales para su desarrollo social, cognitivo, educativo, de tiempo libre, etc., Por ejemplo, tienen un manejo muy limitado de la lecto-escritura (ver el capítulo Escuela pobre para pobres) lo que les impide comprender conceptos abstractos y pensamientos complejos.

      A esta situación de privaciones se le agrega que en todos los barrios marginales sobran los dealers que les ponen la droga a su disposición. Todos quieren dejar la droga pero no tienen con qué reemplazarla, por sus vulnerabilidades psicosociales, por la ausencia de experiencias enriquecedoras, y porque la sociedad no les presta la atención que como personas humanas se merecen, y cuando cometen delitos, sufren del encierro que no les da nada y les quita lo poco que tienen, en especial sus deseos. Sobre este tema me voy a explayar más en el capítulo Mis diálogos con los jóvenes.

      L.V: ¿Qué vas a hacer cuando recuperes la libertad?

      J: Voy a cambiar, me voy a portar bien, voy a trabajar.

      L.V: ¿Cómo pensás cambiar? ¿En qué vas a trabajar? ¿Has trabajado alguna vez? Contame qué vas a hacer cuando un jefe te de una orden que no te guste.

      Ante estas preguntas, las respuestas son muy vagas e imprecisas, demostrando que el joven no está preparado para soportar un afuera, que el mundo social todavía le es muy hostil.

      L.V: Para el próximo encuentro te dejo una tarea: que pienses cómo vas a cambiar, en qué vas a trabajar y qué vas a hacer frente a las dificultades que seguro vas a tener que enfrentar.

      Después de esta charla le propongo al joven que trabaje el tema con los guardias, directores, equipos técnicos y sus educadores. El resultado de su trabajo reflexivo fue bastante pobre a pesar de mis insistencias y comprobé que no había recibido ninguna ayuda ¿habrá pedido ayuda? Él me dijo que sí.

      Las cárceles siempre han perseguido a determinado sector social, lo han absorbido y se lo han tragado. ¿Qué pueden aprender los jóvenes en una cárcel? Nada.