Название: Escritos desobedientes
Автор: Colectivo Historias desobedientes
Издательство: Bookwire
Жанр: Философия
Серия: Historia Urgente
isbn: 9789873783906
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Creo que esta necesidad casi compulsiva que, de tanto en tanto, me viene de escribir no es más que un síntoma ante un muro de silencio que impide a la palabra aflorar y curar heridas. Un síntoma de un trauma heredado que me pide ser puesto en palabras para empezar a sanar.
No me cabe duda de que quienes conocen la horrible verdad de lo que acontecía en los Centros Clandestinos –que son los mismos que conocen el destino de los desaparecidos y de los niños y niñas privados de su identidad– tienen buenas razones para callar: acatar la orden de no hablar, respetar el “pacto de silencio”, preservar el propio aparato psíquico y la propia salud mental ante el reconocimiento de lo indecible.
El silencio de los represores reprimidos se expande socialmente como una gran herida en una sociedad que sigue, entre otras cosas, sin poder velar a sus muertos. Más que de una herida, propongo pensar que se trata de una “culpa colectiva” –parafraseando a Primo Levi–, y de una clara demostración del grado de vileza al que nos sigue reduciendo el terrorismo de Estado, que continúa operando de modo tal que impide a los maridos hablar con sus mujeres y a los padres hablar con sus hijos.
Es consecuencia, como sucedió en Alemania, que la fuente esencial para la reconstrucción de la verdad esté constituida por los relatos de los sobrevivientes. Es consecuencia, también, que la memoria silenciada de los represores reprimidos siga reprimiendo a esta sociedad que incesantemente reclama memoria, verdad y justicia. Es consecuencia, en tanto y en cuanto no comience a circular la palabra –palabra silenciada, reprimida– para recomponer la historia, las situaciones traumáticas… sanar heridas… propias, heredadas y colectivas.
Y otra vez esta historia, esta angustia
11 de mayo de 2017
Me gusta pensar que pronunciarme en contra del “2 x 1” tiene que ver con el sentido común. Con la memoria, con la verdad, con la justicia. Me gustaría pensar que nada tiene que ver con mi papá y con su nefasta historia como parte de los grupos de tareas que operaban secuestrando, torturando, asesinando… desapareciendo.
Me gusta sentir que formo parte de un colectivo social que no está dispuesto a tolerar la impunidad de los represores genocidas implicados en el golpe cívico-militar que azotó a nuestro país en el marco del terrorismo de Estado que se llevó a cabo en el período más oscuro de nuestra historia. Me gustaría no sentir esta angustia y esta tristeza infinita que nace de lo más profundo de mi corazón al tener a mi papá preso por delitos de lesa humanidad.
Me gusta saber que el acto de ayer en la Plaza evidencia contundentemente el sentir de un pueblo que, con los pañuelos como bandera y con las Madres y Abuelas a la cabeza, no permitirá el retroceso de la historia ante un gobierno cipayo, represor y negacionista. Un pueblo empoderado que no está dispuesto a ver pisoteadas sus conquistas y entiende que la memoria es necesaria para que Nunca Más el horror camine por nuestras calles. Que la verdad es el camino y la construimos entre todxs. Y que la justicia es la única respuesta admisible. Me gustaría no saber de
la falta de arrepentimiento de este represor progenitor que sigue convencido de haber hecho lo correcto y de no tener nada de qué arrepentirse. Me gustaría no saber que con su silencio cómplice reivindica su crimen imprescriptible para vergüenza y repudio de toda esta sociedad en general y de esta hija en particular.
Hijas de represores, 30 000 motivos
21 de mayo de 2017
Sucedió, sucede… está sucediendo. Nos encontramos. No porque nos teníamos que encontrar, ni porque el destino así lo había marcado. Nos encontramos porque lo estábamos buscando. Es lo que queremos, lo que necesitamos: encontrarnos.
Nos conectamos a través de las redes sociales. El primer encuentro fue con Lili, en 2016. Me dijo que su papá también estaba condenado por delitos de lesa humanidad. Ella había leído mi testimonio en el libro Hijos de los 70. Historias de la generación que heredó la tragedia argentina2 y necesitó buscarme. En cuanto supimos de nuestra mutua existencia, corrimos a encontrarnos.
Nos abrazamos. Reímos y lloramos. Y nunca más nos separamos.
La semana pasada, leímos conmocionadas la nota que se publicó en la revista Anfibia, “Marché contra mi padre genocida”. Es muy posible que Mariana
–hija de Miguel Etchecolatz– también esté necesitando encontrarse con otros hijos o hijas de represores que no estén de acuerdo con lo que hicieron sus padres. Es muy posible que esté necesitando encontrarse con nosotras. O tal vez solo esté necesitando –como también necesitamos hacerlo con Lili– manifestar que ser la hija de un represor no es gratis ni agradable. Que lo que nuestros padres hicieron nos da vergüenza, y algo de culpa también. Que lloramos en soledad por lo que fueron capaces de hacer, y que somos repudiadas en nuestras propias familias por tener estos sentimientos y por necesitar romper con el mandato de silencio que se impone en nuestras lógicas intrafamiliares.
El 10 de mayo fue un día histórico. El país entero se puso el pañuelo blanco a la cabeza y salió a la Plaza a reclamar contundentemente el No a la impunidad. Impunidad que cada 2 x 3 reaparece, y que en un “2 x 1” nos quisieron imponer.
Mariana, por primera vez, se acercó a una marcha por los derechos humanos. Seguramente el haberse podido cambiar el apellido la ayudó a superar ese miedo al rechazo que, injusta pero realmente, pesaba sobre su conciencia. Mariana fue a la Plaza, se encontró con sus amigas en Avenida de Mayo y Perú. En el mismo lugar y en ese mismo horario nos estábamos encontrando con Lili. Cuenta la crónica de Anfibia que Mariana se sintió mareada: “Se toma de los brazos de sus amigas, hasta que logra sacarse las zapatillas y treparse a la baranda de una parada de subte. Desde ahí, mira las banderas de CTERA por la defensa de la educación pública…”. Con Lili estábamos justo debajo de la bandera de CTERA. ¿Nos estaría buscando Mariana? ¿Se habrán cruzado sin saberlo nuestras sonrisas que, junto con las otras 500 000 sonrisas, celebraban la memoria, la verdad y la justicia?
No nos encontramos aún con Mariana. Con Lili comentamos y celebramos la nota de Anfibia. Nos gustaría verla y abrazarla. Decirle que no está sola, que a nosotras nos pasa igual. Mariana se movilizó y al hacerlo nos movilizó a varixs.
Después de la publicación de la nota, comenzaron a escribirse comentarios en las redes sociales. Así nos encontramos con Laura. Claramente, nos estamos buscando. Dejó un comentario debajo de la nota de Anfibia y le escribí:
“Hola Laura. Vi tu comentario al pie de la nota de la revista Anfibia sobre la hija de Etchecolatz y por eso me animo a escribirte. Si tenés a tu papá o algún pariente cercano involucrado en delitos de lesa humanidad, quiero que sepas que somos varias en esa condición y nos estamos juntando. A lo mejor interpreté mal tu comentario y nada que ver. Pero ante la duda preferí escribirte. Abrazo”.
Laura me contestó enseguida, confirmando mis sospechas: ella también tiene a su papá involucrado en delitos de lesa humanidad. Ella también se siente sola. Hablamos por teléfono y tenemos muchas ganas de encontrarnos y abrazarnos. Seguramente, cuando nos encontremos, nos vamos a abrazar, a reír, a llorar y nunca más nos vamos a separar.
Laura СКАЧАТЬ