Название: En unión sagrada con un pastor
Автор: Somerville Mary
Издательство: Bookwire
Жанр: Религия: прочее
isbn: 9781629461519
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Un día que Bob estaba husmeando en mi diario y se topó con mi lista de peticiones especiales. “¿Qué? ¿Alguien me va a pedir que predique del otro lado del mundo?”, me dijo riéndose. Y justo unas semanas después vino un hombre a nuestra iglesia representando a la Asociación Bíblica Consejera de Alemania a pedirle a mi esposo que predicara por tres semanas por todo el país. “Por cierto, también deseamos que venga su esposa”, añadió.
Resultó que el seminario donde mi esposo obtuvo su doctorado en el ministerio en consejería bíblica le recomendó. Durante nuestro tiempo en Alemania impartiendo consejería bíblica nos fue posible conocer a misioneros con nuestra misma carga. Bob llamo a esa aventura “Operación Isaac” porque se rió.
Desde ese momento, sabiendo el deseo de nuestro corazón en esta área, Dios nos ha dado el privilegio de ministrar a los misioneros en todo el mundo. Él se deleita en deleitarnos al nosotros deleitarnos en Él.
Bob y yo también hacemos “caminatas de oración” varias veces a la semana. Oramos juntos por nuestras peticiones, peticiones familiares y de la iglesia. Si el clima no es bueno, caminamos en una banda sin fin y usamos el directorio de la iglesia para actualizar las necesidades de las familias. Qué alivio es saber que Dios tiene el poder de actuar en cada situación. Él responde las oraciones. No es posible que nosotros suplamos cada situación, ¡Pero Dios sí puede!
Cultivar el hábito de alabanza diaria e intercesión es la mejor manera en que la esposa de pastor puede hacer frente a las cargas. Echemos todas las cargas en el Señor, quien puede llevarlas completamente (1 Pedro 5:7). El orar se convierte como en respirar. Cada necesidad que tenemos debe ser llevada ante Dios. Debemos orar por todo. Cada petición de la cual sepamos, oremos por ella aquí y allá—si es a través del teléfono, en la calle o en un restaurante. Puede ser hecho en silencio o audiblemente. No debemos llevar nosotros esa carga ni un minuto, sino inmediatamente entregársela a Dios. Él nos enseñará la parte que nos corresponde en esa necesidad, pero Él es quien lleva todas las cargas.
Te reto a que aumentes tus “ejercicios de rodilla”. Comienza con 5 minutos, 20 minutos, media hora, una hora diaria y ¡observa lo que Dios puede hacer!
Tomando Parte en los Sufrimientos de Cristo
Hemos hablado de cómo debemos esforzarnos para acercarnos a Cristo a través de nuestra disciplina espiritual de leer la Biblia y orar. Ahora quiero compartir contigo cómo es que Cristo nos acerca a sí mismo a través de las pruebas y oportunidades que Él mismo trae a nuestras vidas. ¿Estamos deseosas como Pablo, de agradecer a Dios por cada oportunidad de morir a nosotras mismas? Podremos desear esto si vemos la recompensa.
Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos. (Filipenses 3:8-11)
Pablo está escribiendo sobre las dificultades que sobrellevó en su ministerio. “Y además de otras cosas (las cuales eran muchas), lo que sobre mí se agolpa cada día, la preocupación por todas las iglesias” (2 Corintios 11:28). Pablo invitaba al joven Timoteo a “sufrir las penalidades” del ministerio (2 Timoteo 2:3). Sería difícil estar en el ministerio si no cargáramos un poco del peso del mismo. Esto parece contradecir lo que acabamos de decir acerca de echar las cargas sobre Cristo.
Experimentamos las presiones del ministerio, pero luego las echamos sobre Cristo a través de la oración. El preocuparse por la iglesia es parte del corazón del pastor y su esposa. Esto es parte de conocer a Cristo en el compañerismo de Su sufrimiento.
El peso puede ser algo bueno. Uso el peso para incrementar mi fuerza durante el ejercicio. No es particularmente divertido. He notado que cuando aflojo y no uso el peso constantemente me vuelvo flácida y fuera de forma. No es bueno ser creyentes flácidas. Necesitamos usar el peso para desarrollar los músculos espirituales de confianza en Cristo y acercarnos a Él.
Podemos clamar las promesas de nuestro Padre de que Él trabajará todas las cosas para bien en nuestra iglesia, sabiendo que Él es amoroso y soberano (Romanos 8:28). Podemos agradecerle por adelantado por cada situación estresante, por cada cosa que nos cause pena, cada presión y decepción, cada interrupción que pueda venir en nuestro día y semana. Esto es a pesar de cómo nos sentimos. Podemos escoger no resistir las cargas como si fueran intrusas, sino darles la bienvenida como amigas, considerarlas como un gozo, y agradecerles a Dios por ellas (Santiago 1:2-4). Dios sabe lo que está haciendo. Nos está moldeando a ti y a mí conforme a Cristo. Esto es parte de Su voluntad, la cual es “Buena, agradable y perfecta” (Romanos 12:2).
Solo considera lo siguiente, ¡Dios está trabajando para hermosear tu carácter en cada problema; exponiendo tu debilidad, pecado y egoísmo y así perfeccionarte hasta ser lo que Él desea que seas en Cristo! Este es el objetivo principal de Dios para nosotros (Romanos 8:29).
Sí, estamos bajo el constante peso del ministerio e involucra sacrificio, pero lo mejor de compartir Sus sufrimientos es que también compartiremos Su gloria. “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” (Romanos 8:18).
Conociendo a Cristo en Su poder de resurrección
Hermana, ¡no podemos tener mayor esperanza que nuestra unión con Cristo en Su muerte y resurrección! Pablo captó la verdad de la unidad con Cristo cuando escribió las siguientes palabras, “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20).
Morimos y resucitamos con Cristo. Gracias a Su victoria sobre el pecado y muerte tenemos esperanza para el huérfano y el niño que ha sufrido abuso. Tenemos esperanza para el alcohólico y el adultero. Si Dios puede resucitar a los muertos, entonces Él puede transformar esas vidas en respuesta a nuestras oraciones.
No nos encontramos en una “misión imposible”. Tenemos el poder del Cristo resucitado. Podemos ser y hacer más de lo que imaginamos en nuestras vidas y dentro del ministerio a través del poder de Cristo.
Teniendo esperanza
Podemos despertar por las mañanas con esperanza y no debemos temer por lo que pueda venir a continuación a nuestra iglesia, familia o mundo. ¿Qué sería lo peor que puede pasarnos a nosotros como creyentes? Nuestro peor y final enemigo es la muerte. Tendremos poder sobre los peores enemigos a los que podamos enfrentar.
Mi querida madre eligió Romanos 8:28 como versículo lema para su vida cuando llegó a Cristo a la edad de 16 años. Ella confió en la bondad y soberanía de Cristo por el resto de su vida. Ella decía, “Confiemos en Dios. Él está trabajando para nuestro bien”. Cuando ella estaba en su quinta década de vida, esa fe fue puesta a prueba cuando le diagnosticaron cáncer terminal. Como era su costumbre, se aferró de las promesas de Dios sin vacilar. Ella me mostró como vivir confiando en el Pastor y me enseñó como morir—llena de fe y esperanza en que ella moraría en Su morada por siempre. Su partida exaltó al Salvador.
Tres meses después de la muerte de mi madre, mi padre escribió a nuestra iglesia la siguiente carta que yo guardo en el álbum de su vida.
Querido СКАЧАТЬ