Название: Lunes por la tarde… Tomo 2
Автор: José Kentenich
Издательство: Bookwire
Жанр: Сделай Сам
Серия: Lunes por la tarde…
isbn: 9789567598571
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Y realmente no me resulta difícil imaginarme con cuánta calidez mira hoy la Santísima Virgen a esta familia. Ella sabe cuánto valora el Señor la familia. Durante treinta años se dedicó él en su juventud a la familia. Y ella misma, la Santísima Virgen, visitó y regaló gracias a las familias cuando, durante su vida histórica, hizo su aparición como mediadora de gracias3. Ella sabe que, también hoy, el mundo a cuya renovación ella tiene que ayudar sólo puede ser renovado a través de familias renovadas, santificadas.
Ella quisiera tener a la familia toda: no sólo a los padres, sino también a la generación joven. Quisiera tener a ambas generaciones y sellar una alianza de amor con ambas. Ella sabe, al igual que nosotros, que quien tiene a la juventud, tiene el futuro. Y no en vano nos dice en el Acta de Fundación: quisiera atraer hacia mí a los corazones jóvenes y educarlos como instrumentos aptos en mi mano4.
Considero como algo evidente que, en el día de hoy, la Santísima Virgen mire con ojos inmensamente cálidos a esta joven familia, como «cubriéndola con su sombra».
Pienso que estaré cumpliendo un deseo de ustedes si me esfuerzo ahora por exponer un poco todo el significado de una tal consagración de familia. Y la mejor manera en que puedo y debo hacer esta exposición es internándome un poco con ustedes en la Sagrada Escritura.
¿Hay en la Sagrada Escritura alguna enseñanza que ilustre todo lo grande que encierra en sí una tal consagración de familia? La Sagrada Escritura no habla de consagraciones de familia. En lugar de ello, habla de visitas.
Quisiera destacar tres visitas que aparecen en la Sagrada Escritura y, basándome en esa ilustración, explicar qué importancia tiene una consagración de familia de este tipo. ¿Cómo son las tres visitas a las que me refiero? ¿Qué familias reciben la visita?
Se trata ante todo de la familia de Zaqueo, jefe de publicanos.
En segundo lugar, se trata de la visita a la casa y a la familia de Zacarías.
Y en tercer lugar, se trata de la visita a la familia y a la casa de los jóvenes esposos de Caná de Galilea.
Aquí tenemos al mismo tiempo el símbolo para una familia de más edad y otra más joven. Tenemos una familia madura: la familia de Zacarías. Tanto el hombre como la mujer eran ya de edad avanzada. Y la otra familia5 era todavía joven, estaba apenas en formación.
Tenemos, pues, tres visitas a una familia. Contemplemos un poco estas tres visitas con una mirada muy serena.
Comenzamos por Zaqueo. Tres son los pensamientos que queremos considerar aquí brevemente.
Primero, consideramos el tema,
preguntamos después por la interpretación del sentido,
y en tercer lugar por la bendición.
En realidad, la situación, el hecho, el tema debería resultarnos conocido6. El Señor había iniciado su actividad pública. Obraba un milagro tras otro. A través de los milagros quería demostrar que era el Salvador, que era Dios, el Dios hecho hombre. La masa del pueblo lo sigue. Los eruditos, los «capitalistas», no quieren saber en general nada de él.
Pero hay un jefe de publicanos llamado Zaqueo, del cual se afirma que era un hombre rico7. En nuestro lenguaje: era un capitalista. Había escuchado hablar mucho del Señor y tenía la necesidad de encontrarse con él. De pronto, oye decir que viene por allí, por esa calle. Pero como es de baja estatura, teme que, tal vez, no pueda verlo cuando pase por allí. Por eso se adelanta a la multitud y se sube a un árbol. Quisiera verlo a toda costa. Por supuesto, también quisiera que él lo viese.
El Señor pasa junto al árbol, mira hacia arriba, ve a Zaqueo y, entonces, le dice: Zaqueo, baja, que hoy quiero hospedarme en tu casa. La masa del pueblo que lo rodea se admira. ¿Cómo es posible que ese Salvador se hospede en lo de un pecador?
¿Qué responde el Señor? No se preocupa de las habladurías de la gente. Es más, pronuncia una frase enormemente significativa: Hoy ha llegado la salvación a esta casa, pues el Hijo del hombre ha venido a liberar a los pecadores de sus pecados8.
Ahí tenemos, pues, la visita. El Señor visita la casa de Zaqueo.
Si observamos con más detenimiento el asunto, si queremos penetrar con nuestro intelecto la situación, tenemos que distinguir:
primero, la actitud del alma,
segundo, el encuentro, y
tercero, la bendición.
Veamos la actitud: ¿qué actitud tenía Zaqueo? Una actitud singular. Hace un momento dije que era un capitalista, que era muy rico. Pero no estaba apegado a esa riqueza, a las cosas materiales. Estaba exento de un apego desordenado al dinero y a los bienes, a las cosas terrenas.
¿Hemos de presentar pruebas de esta afirmación? En la Sagrada Escritura dice explícitamente que Zaqueo declara al Señor: repartiré la mitad de mis bienes entre los pobres. Y si he cometido alguna injusticia en mi servicio, en mi cargo, devolveré no sólo eso sino cuatro veces más9.
Está claro, entonces: a pesar de que era rico, no tenía un apego desordenado a la riqueza, a las cosas terrenas. Por eso, también es simbólico su gesto de dejar la tierra, de ascender a lo alto, de trepar a un árbol.
Una vez más pregunto por la actitud, la actitud interior de Zaqueo en este encuentro. A pesar de que tenía bienes y era rico, a pesar de que no estaba apegado a las cosas terrenas, estaba interiormente insatisfecho consigo mismo y tenía una gran aspiración de ir hacia lo alto, hacia algo más elevado, algo espiritual, algo religioso, algo profundo.
No raras veces encontramos también hoy en la vida que hay personas que son ricas pero que están totalmente insatisfechas en su interior. Es decir que los bienes no dan la felicidad.
Un ejemplo de Pullman,10 el inventor de las comodidades para dormir en los trenes. Evidentemente, era millonario, multimillonario. De él se cuenta que, un día, vio a un simple trabajador que tomaba muy contento su almuerzo. Dijo entonces Pullman: ¡si yo pudiese comer tan contento y tranquilo como este simple trabajador! ¡Cuántas dificultades, cuántas preocupaciones tengo para mantener y aumentar mi capital! Nunca puedo estar tranquilo.
Lo mismo se cuenta de Krupp,11 el «rey de los cañones». Su abuelo sufría de cáncer al estómago. Era también millonario y había atesorado mucho dinero. Pero no podía comer. Siempre temía que, si comía, sufriría una indisposición de estómago. Por eso, cuando veía comer a un simple trabajador, se sentía siempre insatisfecho y decía: ¡Qué hago yo con mis millones!
Como ven, el dinero y los bienes no procuran en sí la felicidad. Así lo encontramos también en Zaqueo. En su caso, notamos que no estaba apegado a las cosas terrenas, por lo cual tenía un fuerte anhelo de lo alto. Dice con gran claridad en la Sagrada Escritura que a toda costa quería ver al Señor12. СКАЧАТЬ