Su alma gemela - Mi novio y otros enemigos. Nikki Logan
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Название: Su alma gemela - Mi novio y otros enemigos

Автор: Nikki Logan

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Omnibus Jazmin

isbn: 9788413489414

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СКАЧАТЬ que parece pronto –ella parpadeó y él se puso ceñudo–. De acuerdo, puedo ver que no entiendes…

      –Lo entiendo perfectamente. Pero me niego. No tengo ningún interés en reinventarme –no era del todo cierto. A menudo había soñado con todas las cosas que habría podido hacer de haber nacido con dinero… pero, desde luego, no tenía interés alguno en la búsqueda prefabricada de un hombre.

      –¿Por qué no?

      –Para empezar, porque no hay nada malo en mí. No tengo ninguna prisa en que cataloguéis mis numerosas deficiencias y se las emitáis a todo el mundo.

      –No eres deficiente, Georgia –afirmó él mirándola fijamente–. No es el objetivo de esto.

      –¿En serio? ¿Y cuál es? Aparte de transmitirles a las mujeres que ser tú misma no es suficiente para conseguir a un buen hombre –su abuela la había educado para que nunca creyera algo así, pero empezaba a parecerle peligrosamente posible.

      –De acuerdo, mira… El objetivo de esto es la audiencia. Es lo único que le importa a la emisora. Esta promoción la ideé yo, el tiro salió por la culata y es responsabilidad mía arreglar este lío. Pensé que podríamos darle un giro para que tú pudieras sacar algo decente del asunto. Algo con algún significado. Es una oportunidad, Georgia. Pagada al cien por cien. Para que hagas lo que quieras durante un año.

      Ella suspiró ante el excelente resumen que acababa de escuchar.

      –¿Y por qué iba a importarte? Yo no significo nada para ti.

      Él apartó la vista, y cuando volvió a mirarla, lo hizo con expresión velada.

      –Siento una dosis de responsabilidad. Fue mi promoción la que puso fin a tu relación. Lo menos que puedo hacer es ayudarte a construir una nueva.

      –Yo le puse fin a mi relación –insistió ella–. Fueron mis decisiones. No busco proyectar la culpa sobre otro.

      –¿Y entonces…?

      –No busco encontrar a otro hombre que reemplace a Dan. No fue alguien que elegí por conveniencia –aunque para su propia vergüenza, comprendía que quizá lo hubiera sido. Y había estado a punto de convertirlo en su marido.

      –¿O sea que piensas esconderte aquí los próximos doce meses?

      «Sí».

      –No. Pienso tomarme un año sabático de la vida para volver a ser quien realmente soy. Para evitar por completo a los hombres y solo recordar lo que me gustaba de ser yo misma –la idea cruzó por su mente como las hojas por el sendero de gravilla que tenían delante. Pero parecía idónea–. Será el año de Georgia.

      –¿El año de Georgia? –Zander entrecerró los ojos.

      –Para complacerme solo a mí –volver a encontrarse. Y comprobar cómo se sentía consigo misma cuando estuviera a solas en una habitación sin nadie más que llenara el espacio.

      –Bien. Entonces, piensa en todo lo que podrías hacer por ti misma con el respaldo de un cheque en blanco.

      Una imagen seductora, desde luego. Todas esas cosas que siempre había querido hacer y nunca había tenido el valor o el dinero para llevar a cabo. Podría hacerlas. Al menos algunas.

      –¿Qué harías –continuó él al percibir un cambio en su suerte– si el dinero no fuera un problema?

      «Construir esa máquina del tiempo…»

      –No lo sé. ¿Mejorar, aprender un idioma, cruzar a nado el Canal de la Mancha?

      –¿El Canal de la Mancha? ¿En serio?

      –Bueno –se encogió de hombros–, primero tendría que aprender a nadar.

      De pronto, él se rio.

      –El Año de Georgia. Podríamos organizarlo. Conseguir un par de expertos que nos ayuden con algunas ideas –la miró a los ojos–. Cincuenta mil libras, Georgia. Todas para ti.

      Lo miró lo que pareció una eternidad.

      –En realidad, solo quiero que todo esto desaparezca. ¿Se puede comprar eso con cincuenta mil libras?

      Hubo un momento fugaz en que la compasión regresó a los ojos de él antes de desaparecer.

      –La gente siempre reserva un nivel extra de curiosidad para aquellos que no quieren atención. ¿No crees que si te enfrentas a ello puedas ayudar a ponerle fin?

      Tenía cierta lógica. Había una especie de fervor turbio en el interés del público inglés, incentivado por el hecho de que tanto Dan como ella se afanaban por evitarlo. Quizá se alimentara de esas partes primigenias de la humanidad que olía el rastro de sangre del animal herido.

      –Estabas dispuesta a vendernos tu matrimonio –resumió él–. ¿Por qué no vendernos tu recuperación? ¿En qué difiere?

      –Compartir el momento más feliz de mi vida con el mundo habría sido infinitamente diferente.

      –¿Era eso lo que creías? ¿Que casarte con él te haría feliz?

      –Por supuesto –repuso, pero entonces tuvo un desliz–. Más feliz. Ya sabes, aún más feliz –incluso a sus oídos sonó poco convincente.

      –Es evidente que Bradford pensó lo contrario –Zander respiró hondo–. ¿Por qué se lo pediste si no estabas segura de su respuesta?

      –Porque llevábamos juntos un año.

      –Un año en el cual él creyó que ambos disfrutabais de la compañía del otro.

      Lo miró. La enfermedad de su amiga no era asunto de él. Ni la fogosidad de Kelly por ver felices a dos personas a las que quería.

      –Malinterpreté algo que dijo alguien próximo a él –murmuró.

      En realidad, su error fue oír lo que deseaba oír. Y dejar que la afectaran las expectativas de su madre. El deseo desesperado que tenía de llenar con nietos el vacío que la carcomía.

      Pero nada de eso se acercaba a una buena excusa para haber participado en la promoción.

      –Acepto la plena responsabilidad de mi error y tendré que buscar consejo legal antes de poder darte una respuesta acerca del contrato.

      –Por supuesto –él se sacó del bolsillo una tarjeta comercial que le entregó–. Serías tonta si no lo hicieras.

      Un modo sutil de sugerirle que ya lo había sido bastante.

      –Creo que deberías hacerlo –afirmó Kelly con el teléfono sujeto entre la cara y el hombro mientras colaba unos espaguetis con una mano y planchaba un pequeño uniforme escolar con la otra.

      –Creía que ya me habías dicho dónde se podía meter su oferta –le recordó Georgia.

      Kelly se rio.

      –Salvo por esas palabras mágicas…

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