La historia de una buena mujer. Silvia Somaré
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Название: La historia de una buena mujer

Автор: Silvia Somaré

Издательство: Bookwire

Жанр: Философия

Серия: Los del camino

isbn: 9789877620634

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СКАЧАТЬ peregrina en busca de la voluntad y la gloria de Dios. Fue transgresora porque invitó a cambiar costumbres, paradigmas, normas. ¿Su motivación? Seguir lo que su corazón le pedía, dejarse interpelar y conmover por lo más herido de la sociedad, cumplir sus sueños, ser fiel a sus ideales, ser fiel a su fe. No hizo cosas de hombres. Hizo lo que debían hacer las mujeres y les estaba vedado por serlo. Trató de que, quienes ella podía ayudar “estuvieran mejor”.

      En su momento probablemente la actitud de Catalina no fue demasiado valorada, fue una de las tantas anónimas. Hoy, con la herencia de su impronta y recorriendo su producción un siglo después, se descubre que vulneró varios paradigmas: el del silencio de la mujer, el de la participación activa en su entorno, el de la viudez para ser religiosa —que, para la época, era un impedimento para el voto de castidad o para el estado de perfección con que era considerada la vida consagrada—, el de darle otro modo a la consagración femenina, el de la fortaleza considerada como atributo masculino, el del estilo empático y trato deferente para afrontar las situaciones. Tuvo complicaciones, pero ella “no se complicó” porque confió en el Dios misericordioso que dirigía sus sueños. “Siempre tuvo esta razón para seguir reviviendo.”

      Podríamos resumir su vida diciendo que la movieron dos pasiones, la pasión por el Corazón de Jesús y la pasión por la humanidad.

      El libro está abierto, los invito a gustar de “los momentos vividos” por Catalina, de sus “recuerdos que —no dudo— van a quedar en lo profundo del alma” del lector.

      5- Aleixandre, Dolores, Hacerse discípulos, Editorial Claretiana, Buenos Aires, 2007, 6.

      6- Cf. Gn 17, 5-6 y Mt 16, 18, respectivamente.

      7- Apuntes, 38. Éxodo 34, 29-35: Cuando Moisés descendió del monte Sinaí, traía en sus manos las dos tablas de la ley. Pero no sabía que, por haberle hablado el SEÑOR, de su rostro salía un haz de luz. Al ver Aarón y todos los israelitas el rostro resplandeciente de Moisés, tuvieron miedo de acercársele; pero Moisés llamó a Aarón y a todos los jefes, y ellos regresaron para hablar con él. Luego se le acercaron todos los israelitas, y Moisés les ordenó acatar todo lo que el SEÑOR le había dicho en el monte Sinaí. En cuanto Moisés terminó de hablar con ellos, se cubrió el rostro con un velo. Siempre que entraba a la presencia del SEÑOR para hablar con él, se quitaba el velo mientras no salía. Al salir, les comunicaba a los israelitas lo que el Señor le había ordenado decir. Y como los israelitas veían que su rostro resplandecía, Moisés se cubría de nuevo el rostro, hasta que entraba a hablar otra vez con el SEÑOR.

      8- Memorias, 20.

      9- Memorias 21.

      10- CEA, Cartas y Sermones de Brochero, Carta 114.

      11- Memorias, 80.

      “De La Docta soy señor

      cuna de ciencia y de fe,

      lo digo sin darme corte

      soy Cordobés... “

      (Polo Giménez).

      Los argentinos tenemos la riqueza de una pluricultura que también acarrea localismos y, en cierto modo, excesiva valoración del lugar de donde somos o vivimos. De esta situación estamos lejos de escapar los cordobeses, a quienes se nos tilda de “agrandados”, y yo respondo con picardía que tenemos con qué agrandarnos.

      Las historias que relatamos ocurrieron en la ciudad o en la provincia de Córdoba que, para describirla lo más objetivamente posible, acudiré a su bandera. Ella es una síntesis de la historia y del presente de esta porción mediterránea de Argentina.

      La bandera de Córdoba tiene tres colores y un sol. El rojo representa el federalismo y la sangre derramada durante la Organización Nacional; el azul-celeste, los aportes a la independencia nacional y los ríos que recorren la provincia y, en ellos, las riquezas y bellezas naturales. El blanco se refiere a la identidad de un pueblo formado por numerosos inmigrantes, pueblos originarios y descendientes de africanos. El “sol jesuita” refleja la impronta política, social, cultural, educativa y religiosa de la Compañía de Jesús en la historia de la Provincia, quienes dos veces fueron expulsados de estas tierras “por pensar y hacer pensar diferente”. Ese federalismo republicano, ese encuentro de historias de diversos lugares abrevado en la fe y por la formación jesuita, nos da pinceladas de la Aldea en donde se desarrolla nuestra historia: Córdoba, con corazón de docta, de rebelde, de reaccionaria, de religiosa.

      Personalmente, considero que el símbolo de la bandera que influyó notablemente en esta identidad es el sol jesuita. Los miembros de la Compañía de Jesús fundaron la universidad, la Imprenta, crearon y sostuvieron una gran biblioteca, desarrollaron un sistema de estancias para educar, evangelizar y financiar sus obras, pero lo más importante fueron los Ejercicios Espirituales. A través de este método ignaciano de encuentro con Dios, formaron conciencias, trataron personalmente con los cordobeses a quienes animaron, acompañaron y formaron sin discriminar orígenes ni situaciones particulares. En referencia a esto diré que la formación del cerebro estaba privada a las mujeres, la educación era cosa de hombres ya que a la universidad y demás claustros solo tenían acceso los varones, mientras que las mujeres estaban recluidas en las cocinas y los comedores de las casas o en los conventos. No se la consideraba sujeto de derecho. Su rol estaba acotado a ser esposa y madre de familia, por lo que la formación escolar, y mucho más la académica, estaba de más.

      Volviendo al epígrafe, es totalmente verdadero que Córdoba es “cuna de ciencia y de fe”, la Universidad y los jesuitas, entre otras manifestaciones religiosas, así lo recrearon. También es verdad que con, humor, con ironía o con sorna, los cordobeses “nos damos corte” de nuestro origen. Lo que no es totalmente identificatorio es el nombre de “Docta”. Con este apelativo se la llama a la ciudad por ser cuna de doctores, por el prestigio y el privilegio universitario que posee desde el siglo XVII. Entonces ¿Por qué digo que no concuerdan ciudad y apelativo? Sencillamente porque se refiere a la mitad de los cordobeses ya que solo los varones tenían acceso al doctorado que devino en nombre. Las mujeres tuvieron acceso a la educación formal dos siglos después y, un poco más tarde, en absoluta minoría a inicios del siglo XX, a la universidad.

      Aunque la mujer no tuvo protagonismo en la construcción de la identidad docta, sí tuvo protagonismo silencioso en otros ambientes. Analfabetas y replegadas al silencio doméstico, fueron esposas y madres de varones que le dieron los colores a la bandera, fueron mujeres que humanizaron las opciones y sostuvieron los ideales, consolaron y alentaron y, movidas por sus sueños, transgredieron paradigmas buscando la dignidad de los demás. Una de ellas fue Catalina de María Rodríguez, nacida, criada y fallecida en Córdoba.

      Se impone entonces una afirmación: lo que desequilibró la ciencia, lo igualó la fe. Los jesuitas con los Ejercicios, el consejo y las misiones llegaban a varones y mujeres. Estos hombres de Evangelio, que pensaban y hacían pensar diferente y que transmitían a un Dios misericordioso, formaron corazones que le dieron homogeneidad al sentir cordobés y le imprimieron la fuerza de la fe a la libertad de ideales. Por eso sostengo que el sol jesuita de la bandera es el sello de identidad y de su fe.

      Describiré brevemente la Córdoba СКАЧАТЬ