Название: E-Pack Bianca octubre 2020
Автор: Varias Autoras
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Pack
isbn: 9788413752396
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–Te quiero –dijo con claridad–. Te quiero, Pascal.
Sus palabras le produjeron un efecto instantáneo y eléctrico.
Y negativo.
Frunció el ceño. Los ojos le centellearon y se separó del cuerpo de ella como si quemara.
Cecilia se quedó donde estaba. Se incorporó apoyándose en un codo y lo observó alejarse.
No había ni un solo ángulo de aquel hermoso cuerpo que no admirara.
Vio que se mesaba el cabello. Después se quedó con los brazos en jarras mirando por la ventana. A ella no le sorprendió que se acariciara las cicatrices de la mandíbula.
–Te quiero, Pascal –repitió, para que no hubiera posibilidad de error.
Y cuando él se volvió y la fulminó con la mirada, ella se limitó a sonreír. Se sentó en el sofá sin intentar taparse.
Y él la miró como si lo hubiera golpeado.
–Siempre te he querido –le dijo, como si le confiara un gran secreto–. Incluso cuando más te odiaba, parte de mí esperaba que volvieras, a pesar de lo sucedido. Te quería y deseaba estar contigo, incluso cuando me juraba que no era así. Y cuando regresaste, lo que más me asustó fue que todo mi amor no había desaparecido, sino que se había limitado a esperar.
–Es imposible –dijo él, como si estuviera masticando cristales–. Ya lo sabes.
–¿El qué? –ella lo vio agarrar los pantalones y se preguntó si tendría tantos problemas como ella para concentrarse, estando los dos desnudos–. Te aseguro que querer es muy fácil. Se hace y ya está.
Pascal no dijo nada. Se vistió rápidamente y al ver que ella no lo imitaba la miró enarcando una ceja.
Cecilia suspiró, agarró el sujetador y se lo puso sin prisa. Después hizo lo mismo con las braguitas y, seguidamente, cruzó lentamente el despacho para recoger el vestido. Cuando se lo terminó de poner, él apretaba los dientes con tanta fuerza que a ella le sorprendió que no se le hubiera roto la mandíbula.
Sonrió. Él no lo hizo.
–Te dije que me suplicarías y lo has hecho –dijo él–. Pero no veo motivo alguno para continuar con esta farsa. Le diré a mi secretario que hable contigo para que negocies con él los detalles.
–¿Qué detalles?
–Ya te lo he dicho –afirmó él con su tono autoritario habitual, aunque sus ojos reflejaban un enorme dolor–. Llévate a Dante y vuelve a la montaña. Allí estarás a salvo.
–Quiero mucho esas montañas, pero no son lo único que quiero.
–Ya te he oído. No quiero volverlo a oír –dijo él con dureza.
Pero ella ya no tenía miedo. Pasara lo que pasara.
–Lo quiero todo, Pascal: un verdadero matrimonio, una familia de verdad y una vida contigo.
–Y te lo mereces todo, pero yo no puedo dártelo.
Ella se obligó a reírse.
–Eres uno de los hombres más ricos y poderosos de Italia. Puedes darme lo que quieras.
–Cecilia…
–Piénsalo. Una vida de verdad, sin amenazas, sin mentiras, sin secretos. Solo nosotros.
Y ella notó que en el interior de él se desencadenaba una tormenta. Le tendió la mano, pero él retrocedió como si temiera que fuera a partirlo en dos.
Como si ya lo hubiera hecho.
–No puedo ser de verdad –le espetó.
A ella se la partió el corazón al oír su voz, tan brusca y ronca.
–No sabría por dónde empezar. Nací roto, y solo he empeorado.
Ella quería acariciarlo, abrazarlo y consolarlo; también gritarle y sacudirlo por los hombros.
Pero sabía que no la dejaría.
Intentó sonreír.
–Lo único que debes hacer es elegir el amor, Pascal –dijo con la mayor sinceridad posible–. Elígeme, por una vez.
Seis años antes, él había huido. Y ella entendía por qué, por qué había creído que no tenía elección.
Pero entender el pasado no lo cambiaba; solo podía, con un poco de suerte, cambiar el futuro.
–Por una vez –susurró ella.
Pero Pascal negó con la cabeza. Y ella tuvo ganas de gritarle, de volver a suplicarle, pero él parecía estar destrozado.
–No puedo –masculló. Alzó la cabeza para mirarla a los ojos–. Si eso implica que vas a dejarme, lo entenderé, ya te lo he dicho. Creo que deberías hacerlo.
Cuando él la había abandonado, ella dormía.
Pero ahora estaba despierta.
Pensó en los seis años anteriores y en lo mucho que se había esforzado no solo para dar a Dante una buena vida, sino para no pagar cara la decisión de haberse quedado con él. Había elegido la vida que quería llevar reuniendo los fragmentos que le habían quedado después de tener que marcharse de la abadía.
Y por mucho que quisiera a Pascal, por mucho que lo hubiera querido y que lo siguiera queriendo, no veía motivo alguno para no volver a hacer lo mismo.
Sabía que podía echarse atrás, decir algo que aplacara a Pascal, tratar de suavizar las cosas. Podía continuar viviendo a medias con él, como había hecho desde su llegada a Roma, dedicándose a deambular por la ciudad y viviendo para el momento en que se despertaba en sus brazos y fingía estar horrorizada por hacerlo.
Había cientos de juegos a los que podía jugar, pero no quería hacerlo.
Quería estar con él.
Quería una familia.
Deseaba todo lo que le había dicho, pero era avariciosa y deseaba que él también lo quisiera. Se había criado en una familia de monjas, así que sabía lo que era ser mártir. Y no quería serlo.
Era capaz de aceptar cualquier cosa.
Pero en su matrimonio, al que podía haberse resistido y no lo había hecho para darse el gusto de fingir que él la había obligado a casarse, no estaba dispuesta a seguir aceptando nada ni a esforzarse en conseguir que las cosas funcionaran.
Lo quería todo, y no estaba dispuesta a conformarse con menos.
–No.
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